En defensa, una vez más, de la filosofía

En defensa, una vez más, de la filosofía

Herida de muerte desde hace más de dos mil quinientos años, la Filosofía, en tanto materia académica en las aulas de bachillerato, parece resistirse, en el mejor de los casos, a una pronta desaparición. Quizá estos sean los últimos estertores provocados por la definitiva puñalada en sus riñones, una más, que otra pésima reforma educativa le profiere.

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Imagen: ISTOCK

Ningún texto es imparcial, mucho menos este, en el que escribo como profesor de Filosofía, pero tal y como está el patio, no me queda sino batirme, como diría el icónico Capitán Alatriste.

Herida de muerte desde hace más de dos mil quinientos años, la Filosofía, en tanto materia académica en las aulas de bachillerato, parece resistirse, en el mejor de los casos, a una pronta desaparición. Quizá estos sean los últimos estertores provocados por la definitiva puñalada en sus riñones, una más, que otra pésima reforma educativa le profiere. Para quien no lo sepa, la Filosofía será obligatoria en primero de bachillerato, pero optativa en segundo, relegada al saco de las posibles marías que alumnos más perezosos elegirán.

Lo mismo que sucede actualmente, pero al revés, con la Historia Universal, optativa en primero de bachillerato, y la Historia de España, obligatoria en segundo. Es decir, habrá alumnos en su último año de instituto que no hayan tocado un libro de historia desde la ESO. Y me pregunto: ¿es posible conocer la historia de nuestro país sin conocer lo que sucedió a nivel global en el resto de países? Hágase usted la misma pregunta, posiblemente no llegue a ninguna conclusión. O quizá llegue a esta: mejor que desconozcan estos jóvenes de dónde venimos históricamente y ya de paso, que no tengan herramientas ni estímulos para plantearse posibles soluciones. El matrimonio perfecto, historia y filosofía. De hecho, los alumnos han de elegir entre examinarse de una o de la otra en las pruebas de acceso a la universidad. Pero no interesa darles el mismo peso específico a ambas, claro. Recuerdo que en mis tiempos de estudiante de COU, tanto los de ciencias como los de letras nos examinábamos de las dos, y tampoco nos fue tan mal. Pero ahora, mejor que sean todos ingenieros, necesarios por otra parte, pero que no rechisten ni en el aula ni fuera de ella.

El primer paso para algo desaparezca, es derogar su obligatoriedad. Al tiempo.

Es sintomático, y por lo tanto nada casual, que Sócrates, el primer maestro y ejemplo de filósofos, muriera no por senectud sino condenado a muerte. El propio poder en Atenas, representado por Anito, Melito y Licón llevó al más sabio de la época, según proclamó la sacerdotisa del templo de Delfos, a beber la amarga cicuta. Las principal causa que se esgrimió contra Sócrates fue la de corromper a la juventud. Pero que no nos engañe lo escabroso de la semántica: por corruptor se entendió que, simplemente, sus discursos en el ágora hacían dudar a los jóvenes sobre los dioses. Dudar sobre la realidad, la vida, lo justo. En definitiva, dudar sobre lo establecido y, cómo no, sobre el poder. Qué peligro que alguien se cuestione cosas. En el mejor de los casos le llamarán loco, en el peor, quizá muera bebiendo de la ponzoñosa copa.

La LOMCE (abominación de siglas), que, como anteriores reformas educativas, pretende descafeinar un sistema educativo en pos del conocimiento técnico y científico, está generando una legión de de analfabetos tecnológicos, que saben escribir no pocas fórmulas matemáticas simplemente porque éstas carecen de sintaxis y tildes. Y no soy nada agorero; Dios y el demonio me libren de todo patetismo: siempre ha habido y habrá jóvenes con inquietudes, curiosos, cuya formación más importante trascenderá las aulas; bien porque lean e investiguen por su cuenta, o simplemente porque la curiosidad los haga libres de todo dogma académico. El peor de todos ellos es el de creer que únicamente lo que dice el profesor o el libro de texto es lo cierto. Qué gran mentira. Esa es la educación más importante, la que ningún maestro ni profesor jamás podrá impartir: la de la preocupación por conocer más, por los propios medios y según las posibilidades de cada cual. Desconfíe usted de quien diga que la juventud está perdida o que es ignorante, Dios sabe qué oscuras intenciones guarda su discurso. Pero claro, el sistema educativo cada vez lo pone más difícil.

Creo que hay tendencias que, como viento favorable que nadie genera y del cual nadie es dueño, serán utilizadas por el poder establecido para hacer virar las naves del conocimiento hacia el puerto de la ignorancia y del adocenamiento. Que Platón nos asista.

También señalo con el dedo a todos aquellos profesores, que tan solo lo son porque reza tal categoría en su contrato, cuya actividad se reduce a sentar su culo en un sillón tapizado de skay y pasar expediente, viviendo sin pasión y con vocación su necesario trabajo. Aquí incluyo a docentes desganados de todas las materias, que están robando un sueldo a quien seguramente se lo merezca más que él o ella. Me da igual si es funcionario o contratado por la privada. No consiento ningún corporativismo, como no lo consiento cuando un médico limpia la sangre en la bata de otro o un abogado oculta la mierda generada por un colega, llevándose ambos, médico y leguleyo, de manera cómplice y sonriendo, el dedo índice a los labios. No lo puedo consentir. Con la educación, con mi profesión, menos todavía. No dejan de ser culpables de la decadencia del sistema educativo ese rebaño de vagos que se hacen llamar así mismos profesores porque lo reza una nómina.

Hace unas semanas leí que Japón, apoteosis del mundo tecnológico, vale decir, sin alma, ya aboga por eliminar las humanidades de muchas de sus universidades. Parece ser que el siguiente eslabón en la escala evolutiva será el robot: el fin de los días está cerca. Arrepentíos y olvidad toda gramática.

Pero como mi propósito es aportar mi opinión en tanto que parte afectada me limpiaré el hígado con este artículo.

Como seguramente allá en las alturas no se me escuchará, destaparé las bestias que aguardan silenciosas en las profundidades de mi indignación: lo que pretende este hatajo de ignorantes (especifico: los ministros) es despojar de toda herramienta crítica a los estudiantes. Seducidos por los cantos de sirena de la tecnología pretenden reducir a la nada asignaturas como la Filosofía, que lejos de ser un letanía de viejos nombres griegos, en definitiva lo que pretende es hacer que cada individuo se cuestione TODO, incluso lo más personal, y a partir de ahí sacar conclusiones propias, para no comulgar con ruedas de molino. En definitiva, ejercitar el sentido crítico y la responsabilidad, músculos que el actual sistema educativo pretende atrofiar, a base de permanecer sentado, maravillados por la luz espectral de lo tecnológico, paradigma de una practicidad cierta, pero no absoluta.

Honestamente, no creo que haya ninguna mano negra que tácitamente mueva hilos, ni ningún club de Bilderberg que concretamente esté empecinado en hacer desaparecer la filosofía del currículo académico. Simplemente creo que hay tendencias que, como viento favorable que nadie genera y del cual nadie es dueño, serán utilizadas por el poder establecido para hacer virar las naves del conocimiento hacia el puerto de la ignorancia y del adocenamiento. Que Platón nos asista.

Sin espíritu crítico no hay ni educación ni cultura. A todos mis compañeros, profesores de filosofía y a todos aquellos filósofos por naturaleza les dedico este artículo. Mi reconocimiento a su valor, esfuerzo y a su labor. Y también mi gratitud. Comparto con vosotros tanto el amor a la sabiduría como a mi trabajo.