Heisenberg, Casandra y los sondeos electorales

Heisenberg, Casandra y los sondeos electorales

Nadie duda de que el conocimiento de los resultados de los sondeos modifica la realidad. Por ejemplo, nuestros legisladores, que prohíben la publicación de encuestas en las vísperas electorales; y, por supuesto, los diferentes sectores ideológicos, que las usan como un arma política más.

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Foto: EFE

Una de las interpretaciones más recurrentes, y también más toscas, del conocido como Principio de Indeterminación de Heisenberg es que la exactitud absoluta de una medición es imposible porque el observador modifica las condiciones de lo observado. Como es sabido, las ciencias sociales interpretaron con más entusiasmo que propiedad esta abstrusa ley física, y trasladaron a su ámbito una lógica que estaba pensada para el particularísimo mundo subatómico. Lo cierto es que, pese a todo, en algunas parcelas la cosa parece funcionar; por ejemplo, en la demoscopia.

Que las encuestas de opinión acaban modificando la opinión es algo bastante evidente; aunque no sea el propio acto de medir lo que modifica a lo medido -como se derivaría de las enseñanzas de Heisenberg- sino el uso posterior de esa medición. Es como si, volviendo al inquietante mundo de lo infinitamente pequeño, no fuera la acción del fotón la que hace imposible determinar la posición y el momento del electrón, sino la publicación en 1925 de este descubrimiento por parte del físico alemán.

En todo caso, con Heisenberg o sin él, nadie duda de que el conocimiento de los resultados de los sondeos modifica la realidad. Por ejemplo, nuestros legisladores, que prohíben la publicación de encuestas en las vísperas electorales; y, por supuesto, los diferentes sectores ideológicos, que las usan como un arma política más.

La cosa se complica, y cómo, cuando el investigador sociológico trasciende a Heisenberg y asume el papel de augur proactivo, de profeta que hace todo lo posible para ver cumplido su vaticinio. Esta es la impresión que uno tiene ante algunas de las encuestas que se publican estos días. Encuestas que han pasado del mantra del triple empate que repetían semanas antes de las elecciones del 20 de diciembre a la cantinela del sorpasso. Y da la impresión de que, para no volver a sufrir el bochorno por lo errado de su predicción, ya que uno de los protagonistas de aquel presunto triple empate obtuvo un tercio de escaños del partido más votado, han decidido tomar cartas en el asunto. Cocinemos con energía los datos en bruto de las encuestas, se han debido de decir, para enfatizar las diferencias, y así garantizar que no nos volvemos a dar el patinazo.

Casandra, la hija de Príamo, el rey de Troya, se desgañitó anunciando la catástrofe de los suyos, sin que nadie le hiciera el menor caso. Algunos gurús demoscópicos se comportan como si Casandra, para asegurarse la precisión del augurio, y en previsión de que la estratagema del caballo no le funcionara a Ulises, hubiera abierto ella misma las murallas de Troya a los griegos.