Vecinos derribando fronteras en Oriente Próximo

Vecinos derribando fronteras en Oriente Próximo

Personas de todo Oriente Próximo se reúnen en el inmenso y deslocalizado océano que es la red para intercambiar puntos de vista, relatar sus experiencias, pedir consejo o simplemente charlar sobre música. Gente que deja sus prejuicios y quiere conocer al que siempre se ha presentado como el enemigo.

Israel. Un país polémico en el viejo continente, donde se concentra la vergüenza por los acontecimientos del pasado sobre sus habitantes, con el desconcierto por su política presente. El conflicto con Palestina es una constante en los medios de comunicación europeos, enfatizándose la desequilibrada opresión que Israel mantiene sobre sus compañeros palestinos, la desigualdad de fuerzas existente y la lejanía de posturas para un acuerdo entre las partes.

Ambos lados de la barrera han sufrido excesivas cantidades de sufrimiento y pérdida desde tiempos inmemorables, dos pueblos con una historia de persecución permanente que les lleva a sentirse mártires víctimas, cansadas de hacer acopio del rechazo y con ganas de hacer valer su presencia en el mundo.

Este verano hemos asistido al inicio de las conversaciones de paz entre nuestros dos protagonistas. Israel y Palestina, con el secretario de Estado de Estados Unidos, John Kerry, como mediador, se encuentran en pleno proceso para alcanzar un acuerdo de paz. Las expectativas no son demasiado altas, especialmente desde el lado israelí; su primer ministro, Benjamin Netanyahu, juega a la estrategia del palo y la zanahoria de forma indiscriminada: a la vez que libera presos palestinos, promete la construcción de nuevas viviendas en los asentamientos ilegales que Israel mantiene en Cisjordania y que suponen uno de los elementos más sensibles en las negociaciones ─junto con el estatuto de Jerusalén, ciudad que ambas partes disputan y que no están dispuestos a ceder─.

Pero el motivo de este escrito va más allá de aclarar las posiciones institucionales o gubernamentales de ambos países, las cuales tienden al enfrentamiento y la sospecha más que al acercamiento y la reconciliación, por más que esas conversaciones para llegar a un acuerdo estén en marcha.

El motivo es básicamente el opuesto, es presentar a la sociedad israelí, palestina, y árabe en general, a esas personas reales que están detrás de sus gobiernos y tienen una manera bastante distinta de ver la situación. Las sociedades no son sus representantes, los israelíes no son Netanyahu, ni sus opiniones o formas de proceder.

Detrás de las autoridades políticas se está fraguando un movimiento, no es mayoritario todavía, pero se empieza a sentir en el ambiente. Un grupo de personas ─predominantemente jóvenes, pero no sólo─, que está en desacuerdo con las actitudes y acciones de sus representantes, con las reacciones de sus fuerzas armadas y con la información retransmitida por sus medios de comunicación. Personas optimistas, cansadas de sentir miedo y con ansias de paz que dejan de lado el silencio y comienzan a hablar. ¿Hablar con quién? Con el otro lado, con aquél que está al otro lado. Se puede no estar de acuerdo con la política establecida, pero la ley debe ser cumplida y las normas fronterizas son estrictas. Israel se encuentra prácticamente incomunicada con el resto de sus vecinos: muros, vallas, check points, soldados, vigilancia y sistemas de alta seguridad, el contacto directo con ese vecino que se quiere conocer se complica en demasía. Pero hay otros medios, el más cómodo y eficiente es uno con el que todos estamos familiarizados, el contacto virtual, internet.

Jóvenes, personas de todo Oriente Próximo y el Norte de África se reúnen en el inmenso y deslocalizado océano que es la red para intercambiar puntos de vista, relatar sus experiencias, pedir consejo o simplemente charlar sobre sus grupos de música preferidos. Son gente que deja de lado sus prejuicios y quiere conocer al que siempre se ha presentado como el enemigo, para darse cuenta de que no es tan diferente a como se lo había retratado, su acento es un poco extraño, y la ropa que viste no se parece en nada a la suya, pero es una persona con deseos e inquietudes como lo es el otro. De Marruecos a Turquía, pasando por Túnez, Egipto, Arabia Saudí, Israel, Palestina, Jordania o Líbano, encontramos multitud de jóvenes que han derribado la frontera digital y que están reuniendo fuerzas para derribar las fronteras geográficas.

No toda la sociedad se encuentra en el mismo estadio de buscar un acercamiento directo con el otro lado, pero cada vez son más las personas que empiezan a despertar de ese largo letargo que se les indujo, un sueño basado en el temor y la violencia como forma de enfrentarlo del que ahora quieren renegar. El Mitvim (Instituto Israelí para la Política Exterior Regional), ha publicado en el presente mes de noviembre un estudio sobre la opinión de la sociedad israelí sobre la política exterior del país, y los resultados son prometedores. La mayoría de los encuestados piensa que Israel debería usar más diplomacia en lugar de fuerza, o amenaza del uso de la fuerza; así como también cree esta mayoría que se debería involucrar en mayor medida a los ciudadanos árabes de Israel, dándoles un papel central en mejorar las relaciones de Israel con otros países de Oriente Próximo.

La sociedad israelí está demandando un cambio en su política exterior para que se incluya la paz y la integración regional como prioridades esenciales, a través de la cooperación y tolerancia con sus vecinos y el resto de la comunidad internacional. Pero esta es una mayoría silenciosa (no en términos de Rajoy), que expresa sus deseos en encuestas pero no habla demasiado alto sobre ellos, tendremos que ser pacientes con estas personas y esperar que se unan a ese otro movimiento que activamente busca echar abajo las fronteras de la historia y el dolor para hacer de la región un verdadero hogar.

Mientras tanto, te invito a que entres a nuestra página, a que observes con tus propios ojos que no es un proyecto, es una realidad, cientos de miles de árabes e israelíes, de musulmanes, judíos y cristianos, forman parte del movimiento. Detrás del pesimismo y escepticismo que se palpa desde Oriente Próximo, que llega a Europa, hay un lugar para la esperanza.

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