Muerte en el aire

Muerte en el aire

Getty Images/iStockphoto

Hablar de ecología y medio ambiente siempre suscita una media sonrisa. Es habitual escuchar aquello de "es importante cuidar de nuestro entorno, pero lo prioritario es el paro, la violencia, la corrupción...".

En la propia academia y desde los creadores de opinión en los medios, la problemática ecológica es llevada a un segundo plano. A algo de interés, ciertamente, pero circunscrito a un campo subordinado a otros y muy delimitado a una preocupación particular -que no universal- sobre la que, además, aunque se digan cosas muy positivas, no suelen sustanciarse acciones concretas o compromisos firmes. Se ha intentado siempre encajonar al ecologismo como una demanda de corte postmaterialista y se ha caído muchas veces en la caricatura de las activistas por el medio ambiente, llevándolas, incluso, al enfrentamiento con las clases populares. Por ejemplo, con los conflictos surgidos en algunas industrias pesadas o proyectos de infraestructuras faraónicas

La contaminación atmosférica generada por el tráfico es una amenaza real y muy concreta para nuestra salud. Sin embargo, todo cae en saco roto cuando leemos los muy preocupantes informes y estudios sobre la contaminación y el efecto real sobre nuestra salud y nuestras vidas.

Recientemente, la Escuela Nacional de Sanidad ha elaborado el primer estudio, con datos de todas las provincias españolas, y sus conclusiones han sido ciertamente alarmantes: la contaminación por partículas en el aire ha matado en España, de forma prematura, a 26.830 personas en el corto espacio de 10 años. El otro dato clarificador es que el 75% de esa polución es producida por la actividad humana, notablemente el tráfico.

La defensa del medio ambiente, de un aire limpio, no es una preocupación abstracta ni baladí. Es una lucha para defender nuestra salud y nuestra esperanza de vida en las grandes ciudades

La defensa del medio ambiente, de un aire limpio, no es una preocupación abstracta ni baladí. Es una lucha para defender nuestra salud y nuestra esperanza de vida en las grandes ciudades. Cuando se pone negro sobre blanco, los datos encima de la mesa, la cosa cambia. Y cambia mucho. Pero, sobre todo, debemos plantear de forma rigurosa y seria lo que es ya uno de los principales problemas de salud pública, de tu salud y de la mía, de nuestra salud.

Tanto desde nuestras responsabilidades públicas como desde nuestro quehacer cotidiano, el estudio es un gran toque de atención. Ya no es momento de excusas, sino de afrontar con valentía un problema que cada vez se hace más grande y que, cada día que pasa, nos afecta con más contundencia.

Desde el Senado y desde nuestra actividad parlamentaria ya estamos poniendo en marcha iniciativas que tienen como objetivo revertir esa tendencia y que plantea soluciones. Desde aquí hacemos un llamamiento para seguir una misma línea de trabajo centrada en dar instrumentos y soluciones reales a la polución.

Al mismo tiempo, celebramos las medidas extraordinarias que diversos ayuntamientos del cambio, como el de Madrid, ya han empezado a implementar para frenar el aumento de contaminación. Llamamos la atención a aquellos cargos públicos, que en su irresponsabilidad, llegan a estigmatizar las iniciativas públicas que buscan paliar la gran amenaza para la salud pública que es la contaminación atmosférica.

Es la hora de arremangarse y poner en valor la defensa del medio ambiente, recuperando las diferentes tradiciones ecologistas, las numerosas políticas públicas y regulaciones que ya propusieron anticipando los numerosos problemas que ya hoy está afectando nuestra vida cotidiana. Se terminó la época de mirar para otro lado. Debemos inaugurar desde ya y con el liderazgo de las fuerzas del cambio una época de profundas transformaciones que tengan como objetivo celebrar y defender la vida.