Oteiza y la necesidad de la ciencia en el arte

Oteiza y la necesidad de la ciencia en el arte

No sé si el arte es una ciencia, pero está claro que los artistas experimentan, prueban, testan, hasta llegar a la obra de arte final, y esa es una cualidad fundamental que comparte con la ciencia.

Esta entrada del blog está inspirada por uno de los museos que más me han impresionado recientemente, se trata de la Fundación-Museo Jorge Oteiza, en Alzuza, cerca de Pamplona. De hecho, lo que me ha impresionado más no es el museo en sí (una obra maestra de la arquitectura, a cargo de Francisco Saenz de Oiza), ni lo que contiene (la obra artística de Oteiza, inspiración para muchos escultores actuales, como, por ejemplo, Richard Serra), sino la figura del artista, de Jorge Oteiza.

Oteiza fue un teórico del arte y un artista para el cual la experimentación de la forma y del pensamiento artístico era la tarea fundamental del artista. El producto artístico final, la obra de arte, era la solución a un problema formal que Oteiza resolvía a través de la experimentación de la forma. Al igual que para un científico la publicación de sus resultados de investigación en el laboratorio, para Oteiza la obra de arte suponía la publicación final del resultado de un estudio, de un proceso de investigación y descubrimiento. Al igual que pretendemos los científicos, Oteiza aspiraba con el arte a mejorar la condición humana, de tal manera que el objeto de arte tuviese un fin social y humano. Oteiza estaba interesado en la ciencia y en la investigación como metodología para llegar al arte, y llegó incluso a formular el proceso de creación artística con ecuaciones matemáticas, que él denominaba ecuaciones moleculares.

No sé si el arte es una ciencia, pero está claro que los artistas experimentan, prueban, testan, hasta llegar a la obra de arte final (que es la solución a su búsqueda), y esa es una cualidad fundamental que comparte con la ciencia. Pienso ahora en Picasso y las decenas de bocetos que realizó para definir como sería la lágrima de la mujer o el caballo que aparecen en el Guernica, o para su versión de las Meninas, ejemplos de cómo la experimentación de la forma (en este caso, el dibujo) es parte del proceso creativo artístico.

Me atrevería incluso a decir que si la creación culinaria se considera arte, y creo que Ferrán Adriá estaría de acuerdo con esta idea, a juzgar por su participación en la Documenta de Kassel (la feria de arte más prestigiosa de Alemania), esta es sin duda también experimental, y por lo tanto comparte la esencia de la ciencia.

También comparto la visión de Oteiza de que el arte, al igual que la ciencia, es por y para el hombre. Quizás los artistas actuales tienen aún el gran reto de ser capaces de llevar el arte a las personas. Un reto que compartimos los científicos. En el mundo global y postmoderno en el que vivimos, del mismo modo que la ciencia no puede permanecer recluída en los laboratorios sin intentar tener un impacto en la sociedad, el arte ya no puede relegarse solo a los museos. Hay que buscar nuevos vehículos para que la creación artística impacte en los niños, en los más desfavorecidos, en el conjunto de la sociedad, y contribuya a nuestra formación espiritual y emocional.

Desde el CNIO lo hemos intentado, colaborando por primera vez con una artista visual, Amparo Garrido, en la creación de nuestro Anuario 2011, de tal manera que la creatividad de esta artista nos ha ayudado a contar quiénes somos, en qué trabajamos y cómo desde el CNIO queremos llegar a la sociedad, que es el único objeto y fin de nuestras investigaciones. Amparo Garrido está exponiendo actualmente su trabajo artístico más reciente en el Museo del Romanticismo de Madrid, con la exposición Tiegarten. Un jardín romántico alemán.

En definitiva, siempre me ha interesado la intersección entre arte y ciencia, que ilustra la naturaleza esencialmente creativa de nuestra especie, su capacidad para entender, resolver y proyectar a través de la experimentación y la creación. Nunca he tenido el privilegio de entrar en la Cueva de Altamira (otro espacio compartido para el arte y para la ciencia), pero imagino que debe de ser sobrecogedor el sentir, al ver las pinturas, que los humanos prehistóricos ya tenían esa necesidad de representar el mundo y su entorno para así entenderlo y dominarlo. Tampoco hace falta remontarse a Leonardo da Vinci para buscar ejemplos de artistas que han saciado su creatividad a través de la ciencia y la innovación, o de científicos que han divergido su creatividad hacia el arte. Es parte esencial de la naturaleza humana.

MOSTRAR BIOGRAFíA

María A. Blasco realizó su tesis doctoral en el Centro de Biología Molecular “Severo Ochoa” (CSIC-UAM; Madrid) bajo la supervisión de Margarita Salas, doctorándose en Bioquímica y Biología Molecular en 1993 por la Universidad Autónoma de Madrid. Ese mismo año, María A. Blasco se trasladó a Cold Spring Harbor Laboratory (Cold Spring Harbor, Nueva York, EE.UU.) incorporándose al laboratorio dirigido por Carol W. Greider como Becaria Posdoctoral. Regresó a España en 1997 para establecerse como Jefa de Grupo en el Centro Nacional de Biotecnología (CSIC; Madrid). Se trasladó al Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO, Madrid) en 2003 como Jefa del Grupo de Telómeros y Telomerasa y Directora del Programa de Oncología Molecular. Desde 2005 a 2011, María A. Blasco es también Vicedirectora de Investigación Básica del CNIO. En junio de 2011, fue nombrada Directora del CNIO. Desde su vuelta a España, María A. Blasco ha recibido diversos galardones y distinciones. Entre ellos se encuentran el Swiss Bridge Award for Research in Cancer, el Josef Steiner Cancer Research Award, la Medalla de Oro de EMBO, el Premio “Carmen y Severo Ochoa” en Biología Molecular, el Premio Rey Jaime I de Investigación Básica, el European Körber Science Award, el Premio Alberto Sols a la Mejor Labor Investigadora en Ciencias de la Salud y el Premio Nacional “Ramon y Cajal” en Biología. María A. Blasco es miembro electo de EMBO (European Molecular Biology Organization) y de la Academia Europaea. En enero de 2008 María A. Blasco entró a formar parte del Consejo Ejecutivo de EMBO. María A. Blasco es autora de más de 150 artículos originales de investigación y ha realizado contribuciones fundamentales en el campo de los telómeros y la telomerasa y la función que los anteriores desempeñan en cáncer y envejecimiento.