Los magos de Oriente vuelven a casa

Los magos de Oriente vuelven a casa

Mike Segar / Reuters

Habida cuenta de que no viajan en avión supersónico, ni en AVE ni tan siquiera en el tren Extemadura-Madrid (sí, el de la vergüenza), y teniendo en cuenta su avanzada edad, que les obligará a hacer más descansos de lo habitual, a estas alturas de la semana Sus Majestades los Magos deben andar en plena faena de regresar a sus cuarteles tras la dura faena de repartir regalos por los cuatro confines.

Hay que tener en cuenta que van en camello (hace tiempo que yo juré no volverme a subir a esos bichos malolientes y antipáticos), y que aunque corriendo alcancen los 65 km por hora, según la Wiki, no los veo yo a galope tendido día y noche para llegar antes. Y que estamos, tomo España como punto de partida, a más de cinco mil kilómetros de ese Oriente misterioso del que proceden.

Con estos datos, e imaginando la ruta lógica que deben seguir hasta sus respectivos palacios, me encuentro en condiciones de ofrecer unos "consejitos" para el viaje recién iniciado, que igual les incomodan un tanto, pero que seguro les servirán para el próximo año y para los venideros.

Por lógica, y tras atravesar esa Al-Andalus que alguno pretende reconquistar, y aunque vayan tierra adentro, sin mirar las pateras que naufragan en las playas, deberían llegar a Ceuta. Y toparse de frente con la verja. Escuchar la música infame de las concertinas, que nada tiene que ver con los alegres villancicos que les han acompañado en su periplo. Luego Marruecos. La realidad de miles de personas procedentes de muy distintos puntos, que esperan la oportunidad de conseguir su regalo de Reyes, su pasaporte a la vida.

Pues eso, que ahora que van descargaditos, porque ya han repartido los regalos en el primer mundo, no estaría de más que fueran tomando nota del mundo que les rodea.

Al lado Argelia, tumba de cuantos han pretendido cruzar sus desiertos y no lo han conseguido, y sin solución de continuidad, Libia, el puerto de salida a ninguna parte. Pero al ladito, sin tener que desviarse mucho, están El Chad y Sudán, dos nombres que suenan a hambrunas y terribles epidemias por falta de agua, a niños de ojos grandes llenos de moscas y barrigas hinchadas.

Cruzar Arabia no será problema para unos Reyes, siempre que no se mire hacia los lados. Que ahí está Yemen con la guerra eterna, con las cifras de muertos, especialmente menores, que hielan la sangre. Y Siria, que ya hemos perdido la cuenta de los años en conflicto. Faltan Irak e Irán, la antigua Persia de donde se supone salieron los Magos siguiendo la luz. Y donde estarán, convenientemente protegidos, los palacios de tan altas Majestades.

Pues eso, que ahora que van descargaditos, porque ya han repartido los regalos en el primer mundo, no estaría de más que fueran tomando nota del mundo que les rodea, de ese que ni ellos (ni a menudo nosotros), queremos ver, porque nos muestran nuestras propias miserias, hace que nos queme en las manos el pijama o la corbata nueva, la tablet o la Play que nos han dejado en el balcón, y que podrían haber alimentado durante meses a un pueblo entero.

A uno de esos pueblos por los que Melchor, Gaspar y Baltasar volverán a pasar de largo en su regreso a casa por los arenales.

Este post se publicó originalmente en el blog de la autora.

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