El 'Yo también' de Artemisia Gentileschi

El 'Yo también' de Artemisia Gentileschi

25 de noviembre, Día internacional contra la violencia hacia las mujeres

'Autorretrato', de Artemisia GentileschiGetty Images

La historia nos dice que de la amplia gama de las violencias sexuales infligidas a las mujeres algunas ya no tienen lugar; me imagino que el derecho de pernada, el uso como una letrina del cuerpo de la recién casada, la subyugación por partida doble que el poder aplicaba, está extinguido en todo el planeta. Otras, como la infibulación de los genitales femeninos, están en proceso de erradicación.

Pero hay violencias que no tienen fecha de caducidad. Las violaciones sexuales se perpetran masivamente en las guerras, no importa el sexo, la edad ni la condición del agredido o la agredida. Un ejemplo geográficamente cercano: 20.000 mujeres y niñas fueron violadas mientras duró la guerra de Yugoslavia. O bien se cometen diariamente en el mismo hogar, un descampado aislado, la portería de un edificio o un ascensor. Si es en manada, el griterío festivo, la algarabía canina olfateando el botín, está garantizado.

Tampoco tienen fecha de caducidad los acosos sexuales. O los comportamientos que derogan, degradan y humillan a las mujeres

Y es que, como digo, la violencia sexual continúa trágicamente presente en el mundo. Por si fuera poco, la demencia de algunas sociedades rechaza a las violadas, tan horroroso es el deshonor para las familias y la sociedad. Cuánta maldad y cinismo: mujeres y niños asaltadas y ultrajadas, asustadas, doloridas y con la dignidad por los suelos y, además, estigmatizadas. Maridos, parejas, padres, madres... de rebote profundamente agredidos.

Tampoco tienen fecha de caducidad los acosos sexuales. O los comportamientos que derogan, degradan y humillan a las mujeres. Quizás les parezca paradójico pero muchas veces el fin del acoso sexual tiene poco que ver con la búsqueda del disfrute sexual y, en cambio, sí lo tiene con el género: el propósito es castigar a las mujeres que pretenden detonar las normas implícitas de los roles de género o por ambicionar trabajos cuando estos trabajos son "territorio de los hombres".

Los casos de famosos y hombres VIP que últimamente han saltado a la tribuna pública han sido la gota que ha colmado el vaso: mujeres de diferentes países, lugares y posiciones laborales no han dudado en subir a la palestra y denunciar los acosos sexuales que han sufrido, rompiendo el silencio que las carcomía y demostrando su valentía.

Yo quiero ser valiente como ellas y, como "El grito" de Edvard Munch, extenderlo alto y fuerte: ¡#Yotambién! Una más, pues, en la larga lista de mujeres que han experimentado una o más formas de acoso sexual en el transcurso de sus vidas; más de 100 millones sólo en la Unión Europea.

Me conmueve que en los tentáculos del Renacimiento italiano una mujer se convierta en una pintora de renombre

Y aquí estamos, perpetuamente batiéndonos contra esta tiranía, contra este repugnante obstáculo. Artemisia Gentilechi (Roma 1593 - Nápoles 1653) lo tuvo claro; algunos de sus oleos son una revancha triunfante, una manera de frotarse la suciedad vomitiva de su cuerpo de 19 años, violentado hasta extremos insoportables por su preceptor.

No me extraña que, un año después, la chica decapitara Oloferne, (1620-21 ca. Olio sume tela). Artemisa rompió el silencio en una carta descarnada donde describe con pelos y señales la lucha aterradora con el agresor, cuerpo a cuerpo, hasta que la medio aturdió y luego la violó. "Artemisia Gentileschi e il suo tempo", la prodigiosa exposición en el Museo de Roma en el Palazzo Braschi presentaba, hace unos meses, la turbulencia interna de la maravillosa pintora, un estallido de emociones primarias en pugna pero también la reflexión de la elaboración pausada y el trazo perfecto.

Me conmueve que en los tentáculos del Renacimiento italiano una mujer se convierta en una pintora de renombre, muy considerada entre sus compañeros de taller y pintores de la época. Sorprende, aunque sea la hija del gran maestro Gentileschi. Me gustaría curvar el tiempo y contemplar qué ocurría en aquellas gloriosas épocas en relación con estos hechos. Me gustaría palpar con la mente el por qué una artista con un talento tan exquisito quedó después encarcelada en las mazmorras del olvido.

Me atrevería a decir que Artemisia Gentileschi es una de las primeras pintoras feministas

¿O sí lo entiendo? Los estereotipos, los prejuicios y la discriminación por razón de sexo fueron, evidentemente, los culpables. Mirad cuán seculares son. En cualquier caso, Artemisia mostró grandeza en afrontar mediante la expresión artística - su herramienta- el miedo, la desesperación, el decaimiento, los sentimientos de culpabilidad, la vergüenza y la rabia que la atormentaban por la agresión que había sufrido. Me atrevería a decir que es una de las primeras pintoras feministas. Y soy muy consciente de la polvareda airada que levanta la palabra feminismo, tan despreciada y malentendida. Aunque el arte de Artemisia Gentileschi es muchísimo más que eso. O quizás es precisamente eso, ya que depende de cómo entendamos el feminismo.

La libertad creativa del arte a menudo refleja los problemas sociales de una época y les da visibilidad. Hoy, la sociedad tiene sobre el tapete la preocupación de las violencias a las mujeres. En este sentido, es curiosa la coincidencia de diversidad de exposiciones en Nueva York: por ejemplo, en el New Museum of Art, en la exposición "Trigger: gender as a tool and weapon", un grupo de mujeres artistas de todas las edades investiga el lugar del género en el arte y la cultura contemporánea. Una muestra que rompe tópicos y enfila el género a nuevas esferas que viajan muy lejos de los dualismos esencialistas.

O bien, en el MoMa, la exposición de la extraordinaria Louise Bourgeois: sus "filles- maison" son una crítica lúcida y mordaz al cerco de las mujeres en el ámbito privado. Y también y finalmente ... finalmente, los vídeos de las "Guerrilla Girls" en el Whitney Museum. El humor grotesco e hilarante de las autoras en estos vídeos destila poderes prodigiosos: es capaz de esfumar, como por arte de magia, resistentes barricadas. El visitante, después de mirarlos, se desplaza relajado y con una sonrisa de felicidad.

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