Disculpa, ¿te importaría no violarme?

Disculpa, ¿te importaría no violarme?

Según las estadísticas, una de cada tres mujeres seremos violadas o golpeadas a lo largo de nuestra vida. ¡Una de cada tres! ¿Cuántas mujeres hay en tu vida? Amigas del colegio, de la universidad, del trabajo, tu madre, tus hermanas, tus sobrinas, cuñadas, vecinas, tus novias, tus hijas. Las amigas de tus hijas.

Disculpa, pero hoy hace calor y tengo toda la intención de llevar una falda corta de esas muy cortas. ¿Te importaría no violarme? Me gustan las minifaldas, también los escotes. Mi abuela dice que voy por ahí provocando, incitando el peligro. Por eso mismo, para no dejar de usar la ropa que quiero, prefiero asegurarme de que tú no me vas a violar.

Y tendré la desfachatez de utilizar la palabra violación en todos los sentidos. En la violación a mi cuerpo y a mi intimidad. Sé que seguramente estás muy orgulloso de tu miembro viril. Pero no, no deseo que me lo muestres sin que yo se lo pida ni que te aproveches para enseñármelo porque me ves sola o en compañía de una amiga, paseando por el parque o por cualquier lugar.

El hecho de que yo te sonría, o hasta te coquetee, no es mi forma de decirte que quiero acostarme contigo. Y menos a la fuerza. El no no es un sí disfrazado ni mi forma coqueta de pedirte que insistas un poco más. No es no. Incluso si te beso y me desnudo junto a ti, tengo derecho a cambiar de opinión. Llámeme calientapollas o lo que quieras. Pero, ¿te importaría no violarme?

Si soy una niña o una mujer, y me tocas y manoseas sin mi consentimiento, me violas. Si soy una niña o una mujer y usas tu poder, eres mi profesor, mi jefe, un familiar o una persona a la que me han enseñado a respetar, y me acosas sexualmente, me estás violando. Si aún siendo mi pareja me obligas a tener sexo, me presionas, me culpabilizas, me amenazas, me estás violando. Si siendo un desconocido me coartas para tener sexo, me estás violando.

Cuando me violas, me haces daño. Me dejas secuelas y heridas que pueden tardar toda una vida en curarse. Me puedes hacer desconfiada, insegura, temerosa, incluso a veces me privas de poder disfrutar de mi cuerpo y de mi sexualidad con otras personas.

Pero no termina ahí. En muchas ocasiones, cuando me violas, también me quitas mi condición de víctima. No es algo nuevo. Desde hace siglos los casos de violencia sexual tienen una mezcla de culpas muy mal repartidas. Para muchas idiosincrasias tú eres un macho y no lo puedes evitar. Yo la responsable de que no me violes, de protegerme, de cuidarme, de no exponerme, de taparme, de vestirme de determinada manera que evite excitarte, de no tomar copas en los bares donde puedes drogarme, de no caminar por donde esté oscuro y vayas a atacarme. Me han hecho responsable de tus actos y de los míos. Culpable de tus actos y de los míos.

Ante tal panorama que te expongo. ¿Te importaría no violarme?

Según las estadísticas, una de cada tres mujeres seremos violadas o golpeadas a lo largo de nuestra vida. ¡Una de cada tres! ¿Cuántas mujeres hay en tu vida? Amigas del colegio, de la universidad, del trabajo, tu madre, tus hermanas, tus sobrinas, cuñadas, vecinas, tus novias, tus hijas. Las amigas de tus hijas. Una de cada tres. ¿A ti también te da miedo esa cifra?

Cuando me violas, en todos los sentidos que te he explicado, violas a todas las mujeres, incluso a las que más quieres y proteges. Porque perpetúas un sistema de violencia y dolor, donde te sitúas arriba y a mí, a nosotras, como meros objetos derivados de tu costilla.

¿Entonces qué? ¿Te importaría no violarme?