¿Cibelesqué? La pasarela de Madrid salta (por fin) a la ciudad

¿Cibelesqué? La pasarela de Madrid salta (por fin) a la ciudad

La moda no pisa la calle, IFEMA está donde Cristo perdió la sandalia y es muy práctico, pero muy feo. Normal que nadie sepa de qué va la vaina. Por eso las actividades paralelas, cada vez más, dan la vida. Tres ha habido esta semana que han conectado, que han generado interés. Cada cosa para cada cual.

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Puntual, como cada seis meses, llega España entera a su cita con la moda. Corre, corre, que toca Cibeles (aunque ya no podamos ni llamarla así), se dicen entre codazos en muchas secciones de Cultura en las que la moda brilla por su ausencia las 50 semanas restantes del año. Esta fashion week patria que casi un lustro después se nos sigue haciendo impronunciable cobra presencia únicamente por su aparición de tres minutos en los telediarios y por alguna foto en una última página de un periódico. Y ya. No la vemos, no la vivimos, no la palpamos.

MBFWM (mira que es largo...) está lejos, mental y físicamente. Para España entera, pero también y tristemente para su casa, Madrid. La moda no pisa la calle, el recinto ferial de IFEMA está donde Cristo perdió la sandalia (por eso del símil fashionista) y es muy práctico, sí, pero muy feo. Normal que nadie sepa de qué va la vaina. Por eso las actividades paralelas, cada vez más, dan la vida. Eso busca la Asociación de Creadores de Moda: ¡todos a la calle!

Tres ha habido esta semana que han generado interés. Cada cosa para cada cual.

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Una de las modelos en el desfile de Aristocrazy.

Para empezar, el famoseo, el bloguerío, las clientas de caché y algo de prensa boquiabierta se dio cita el miércoles para ver un desfile en un túnel de metro en desuso. Aristocrazy dio el pistoletazo de salida y llenó la estación de Chamartín de modelos en monos negros cuajadas de oros imposibles.

No se trata de ponérselos, sino de exhibirlos. De hacer ruido, de dar imagen, de crear un show. Parecía más un desfile de otra ciudad que de esta, fuera de la moqueta de la Feria de Madrid, con nocturnidad y alevosía. Todo remozado con una cena pantagruélica (y complicadísima de organizar, me temo) en uno de los sitios más chic de Madrid: bingo para la firma junior de Suárez.

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El desfile de Chromosome.

Más para insiders y colegas ha sido la segunda cita, la del jueves: el loco desfile de Chromosome --dúo formado por Rafa y Espe-- lleno de prendas que pocos supieron/supimos descifrar. Todo era moderno, que de eso se trataba: en una capilla de un colegio cubierta de plástico negro paseaba ropa entre lo simple y lo vintage, poco maquillaje, referencias indistinguibles (con toques al primer Davidelfín o a Margiela) y abuelos sentados en primera fila que los diseñadores encontraron mediante anuncios en paradas de autobús (motivo: "los abuelos son guays". Y ya).

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Espe y Rafa, creadores de Chromosome, en una de las aulas del colegio en el que organizaron su desfile.

Ellos argumentan (casi se indignan) porque no son Vetements, el nuevo hito chic-moderno-rompedor-carísimo de París. No lo son, al menos aún no, ya quisieran. Pero darán que hablar.

La tercera cita sí que es para todos. Moda y cultura popular unidas, con los necesarios toques sofisticados pero asequibles al ojo medio. Barbie se viste de diseños de revista en el Hotel de las Letras de Madrid (hasta el 21 de septiembre). La Gran Vía se llena de tul, sí, pero también de iconos de la moda remozados por estilistas de las publicaciones más importantes de España. Para todos: te paras, lo miras, piensas, decides. Disfrutas. Eso también es moda.

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