Matronas enseñadas para enseñar en África

Matronas enseñadas para enseñar en África

Formar a mujeres como Esther Madudu y Almaz Nagade es una tarea más realista, barata y eficaz que intentar llevar médicos titulados a los rincones más pobres del continente más pobre del mundo.

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A las 5,30 de la madrugada suena el despertador de Esther Madudu. Necesita un par de horas para limpiar y preparar las comidas: desayuno, almuerzo y cena. Todo a la vez. El resto del día las horas vuelan, se acumula el trabajo en el Centro de Salud Atirir, en Katire, Uganda. Hace poco decidió enviar a su hijo de diez meses con su madre porque no puede ocuparse de él.

Almaz Nagade es algo más joven que Esther. Al terminar el colegio dejó su aldea de Etiopía para formarse como agente de extensión en salud, una profesión difícil de definir. No es médico, ni enfermera, ni matrona, ni auxiliar de clínica. Tampoco es curandera. Sin embargo, al igual que Esther, Almaz lo es casi todo a la vez.

Esther y Almaz han sido enseñadas para enseñar. Cada día explican a las embarazadas de su comunidad la importancia de ciertos cuidados y controles para prevenir complicaciones en el parto. Doscientas mil mujeres mueren cada año en el África Subsahariana por problemas durante el embarazo o el parto. Un millón y medio de niños se quedan huérfanos. Para combatir este drama, AMREF, la mayor organización de salud pública en África, ha puesto en marcha una campaña (StandupforafricanMothers.org) para formar 15.000 matronas en tres años. Esther y Almaz están entre las pioneras.

En un día de trabajo Esther atiende cuatro o cinco partos en el Centro de Salud. También hace el seguimiento de las embarazadas, revisiones y análisis clínicos. Pero a menudo tiene que dejar la tarea a medias para asistir a una parturienta que no puede desplazarse. A veces son horas de viaje para ni si quiera llegar a tiempo. "Una vez encontré a una mujer dando a luz al lado de un pantano. Se quedó allí porque ya no podía caminar más. Estaba tan cerca del agua que al salir su bebé casi se ahoga".

Almaz visita cada día a las embarazadas de su comunidad, Doiso. Recorre largas distancias para llegar hasta sus casas. "Controlo la presión sanguínea y vigilo los ojos para ver si hay signos de anemia. También reviso su lengua, pies y manos. Después palpo la barriga para averiguar la posición del bebé y el estado de la matriz. Por el tamaño y el aspecto puedo calcular cuánto mide el feto y cuándo dará a luz". Para su minucioso reconocimiento Almaz sólo cuenta con sus ojos, sus manos y una especie de trompetilla de madera, que apoyada en el vientre de la madre, le permite escuchar los latidos del feto.

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Almaz Nagade reconoce a una embarazada. Foto: AMREF.

No hay luz eléctrica en el centro donde Esther trabaja, por tanto no puede utilizar buena parte del escaso material médico del que dispone. Compensa la falta de medios con pericia. "Hay mujeres que llegan a punto de dar a luz y compruebas que el bebé no está en la posición adecuada, poco a poco consigues darle la vuelta, primero mueves las piernas... después haces bajar su cabeza. Es muy complicado".

El enemigo principal de las mujeres que atiende Almaz es la falta de agua. "Tienen que hacer grandes caminatas para conseguir agua, transportan el peso sobre sus espaldas e incluso sus barrigas. Algunas veces ese esfuerzo provoca abortos".

Esther Madudu será candidata al Premio Nobel de la Paz en el 2015. AMREF la ha convertido en un símbolo de la lucha por la vida. Nunca lo habría imaginado, al fin y al cabo Esther considera que sólo está devolviendo la vida que le regalaron al nacer. Llegó al mundo antes de tiempo con apenas un kilo de peso. Una partera de su aldea ayudó su madre y entre las dos, consiguieron sacarla adelante.

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Esther Madudu, formadora de matronas. Foto: AMREF.

Para AMREF estas curanderas son también un objetivo. Aprovechan su experiencia y capacidad de influencia entre la población. "Se les forma para que se sepan detectar casos complicados y facilitar el traslado al centro de salud. También les enseñamos a protegerse de las enfermedades contagiosas como el SIDA o la malaria", nos cuenta Almaz.

Más del 90% de los casos de contagio de SIDA de madre a hijo se producen en el momento del parto. Con la asistencia de una matrona la mayoría podría evitarse. Una matrona africana llega atender a unas 500 mujeres cada año. Formar a mujeres como Esther y Almaz es una tarea más realista, barata y eficaz que intentar llevar médicos titulados a los rincones más pobres del continente más pobre del mundo.