La misteriosa realidad de las escaleras

La misteriosa realidad de las escaleras

Envueltas en misterio y objeto de teorías, metáforas y confabulaciones, las escaleras tienen un significado más allá de ser un simple elemento constructivo. Y han causado fascinación a los pensadores porque su realidad es infinita.

Envueltas en misterio y objeto de teorías, metáforas y confabulaciones, las escaleras tienen un significado más allá de ser un simple elemento constructivo. Protagonistas de una de las ilusiones ópticas más conocidas del mundo, la escalera de Penrose, o del manual de instrucciones escrito por Julio Cortázar sobre cómo usarlas, las escaleras han dado desde sus orígenes mucho juego fuera y dentro de la arquitectura. Y aunque su función más intrínseca sea la de comunicarnos verticalmente con una altura diferente, la manera de hacerlo no solo clasifica este elemento constructivo en diferentes tipos, también ofrece diferentes experiencias al que peldaño a peldaño se decide a atravesar este espacio en tierra de nadie.

De uno en uno, de dos en dos, cada uno lo hace a su manera, pero todos necesitamos simultanear las piernas para ir avanzando por esas pequeñas superficies horizontales que, desplazadas en vertical y horizontal y trazando una línea oblicua, unen dos plantas diferentes.

Aunque su función no haya variado a lo largo del tiempo, desde que la escalera se inventó, o se improvisó con elementos naturales, su forma y técnica han evolucionado considerablemente. Cada época histórica y cada estilo llevan asociados una manera de construir diferente.

En la actualidad, además de escaleras cuyos recorridos ponen en duda las leyes de la física, encontramos ejemplos poéticos que se convierten en el corazón de un proyecto.

Existen curvas, como la de la imagen anterior. Colgada del techo, ligera y lacada en blanco, la escalera de esta vivienda japonesa permite a los habitantes de esta casa tener una visión de 360° en su ascenso. Su colocación es estratétiga: junto a un muro cortina de vidrio translúcido que abarca la longitud de la fachada y a través del cual se baña de luz todo el elemento.

Las hay elegantes, construidas mediante una delgada lámina metálica que plegándose va escalando el espacio hasta encontrarse con un plano. Una sencilla y casi inapreciable barandilla se ofrece a echarnos una mano.

Otras requieren la ayuda de nuestras manos para subirlas, como en el caso de las escaleras apoyadas sobre la pared que nos llevan a lugares inhóspitos. A lo lejos, otras se generan espontáneamente a través de empotrar varios peldaños en un muro.

Reclamando más responsabilidades, algunas además se convierten en elementos de división del espacio. Su estratégica posición y forma les permiten convertirse en auténticos tabiques, en este caso transparentes, ayudando a la compartimentación sin ladrillos. Cocina y comedor comparten la misma estancia, pero disfrutan de cierta independencia en esta casa.

Con el mismo anhelo que las anteriores, hay escaleras que aprovechan y construyen otros elementos mediante un juego de astucia e ingenio. Planos que se alargan y sirven para apoyar libros o pavimentos que vuelan construyendo escalones.

Ahora, no resulta raro entender por qué las escaleras causan fascinación a los pensadores; su realidad es infinita.