Jean Leon, un hombre hecho a sí mismo
Ceferino Carrión (Santander,1928) abandonó la España franquista a mediados del siglo pasado para instalarse primero en Nueva York y después en Los Ángeles, donde llegaría a codearse con las grandes estrellas del momento, a abrir uno de los restaurantes más famosos de la época y a crear uno de los mejores caldos jamás elaborado en España: el cabernet sauvignon Jean Leon. Pero lo que convierte a este santanderino universal en un personaje digno de novela es su capacidad para reinventarse a sí mismo. Y hacerlo en un escenario muy determinado,el Hollywood dorado de los años cincuenta, y rodeado de unos personajes de lujo que haran realidad sus sueños: Frank Sinatra, James Dean, Marylin Monroe, JFK, Paul Newman, Liz Taylor o Ronald Reagan.
Inquieto, intuitivo, observador, inconformista són algunos de los adjetivos que califican este hombre hecho a si mismo, el perfil del típico selfmade man , es el paradigma del emprendedor que tiene claros sus objetivos y que hará lo que estime oportuno para alcanzar su meta. Ya con veintiún años, Ceferino Carrión huye de la España franquista, gris y asfixiante, buscando aires nuevos. Es consciente que si quiere ser alguien en este mundo tiene que buscarse la vida en otro sitio. Después de intentarlo varias veces logra embarcar a bordo de un barco en el puerto de Le Havre, en Francia, en dirección a los Estados Unidos, para hacer realidad su sueño. En Nueva York cambiará de identidad y se convertirá en ciudadano estadounidense con el nombre de Jean Leon. A punto de ser llamado a filas para ir a la guerra de Corea, vuelve a huir pero en esta ocasión pone rumbo a Hollywood, donde una serie de golpes de suerte le llevan a vivir a un paso de la gloria, junto a las estrellas de cine que admira y de quien se convertirá en un amigo especial en quién puede confiar.
Este santanderino consiguió con tesón, firmeza y perseverancia hacer realidad su propio sueño americano en el Hollywood dorado de los años 50. Y lo hizo gracias a la fuerza de voluntad para cambiar su destino, sino también a la fuerza de los vínculos de amistad que le unieron a unas emergentes estrellas que como él buscaban hacerse un hueco en el firmamento del cine. Con este espíritu y ya con otro identidad, Jean Leon se convirtió primero en amigo, luego confidente y confesor de Marylin Monroe, a quien sirvió su última cena; de Paul Newman, quien reconoce que tras la muerte de James Dean sin el cántabro él no hubiera sido nada; Frank Sinatra, que se salvo de ir a prisión gracias a Leon; socio de James Dean, amigo intimo de Liz Taylor, de JFK y de Ronald Reagan quien brindó con su vino cuando llegó a la Casa Blanca.
Jean Leon demostrará, con una vida de película, que con sacrificio y esfuerzo los sueños están al alcance de todos, sin dejar de tocar con los pies en el suelo, porque vivirá en una época en que todo es posible.