Detengan al perista

Detengan al perista

Hay muchas formas de jugar con las palabras. Perista, en el sentido que yo propongo, es un sofista especializado en introducir un razonamiento falaz, valiéndose de la conjunción adversativa pero. "Ya sé que lo de León es un simple ajuste de cuentas, pero..."

Hay muchas formas de jugar con las palabras.

Existen juegos aborrecibles y cobardes, como el de los eufemismos (llamar reajuste laboral al despido o crecimiento negativo a la recesión), que sólo persiguen evitar dar la cara ante los ciudadanos cuando es necesario.

Y existen juegos creativos y estimulantes, como aquel que nos propuso Cortázar en el capítulo 68 de Rayuela.

La escena era tórrida y con el doble fin de no herir sensibilidades mojigatas y de enardecer imaginaciones aletargadas, el argentino introdujo, en una descripción erótica, un buen número de palabras que él mismo había inventado en función de su sola musicalidad (su eufonía, que diría Torrente).

El lector tenía que elegir por el contexto el significado más o menos preciso de cada vocablo.

Confieso que yo aún estoy decidiendo qué demonios puede ser "relamar las incopelusas".

El glíglico, este lenguaje musical inventado por Cortázar, también puede usarse, por ejemplo, para causar rechazo como en:

Gallardón solía menguelear en ínfulos de color bubóncico ultramar sus vominias fetidulares, con las que de noche se zorropastraba a conciencia los lascículos hiporectásicos.

Yo ya he usado palabras inventadas en público, por ejemplo el término yoya. En un debate en televisión empleé yoya no para designar un bofetón, sino para referirme a un colectivo humano al que confieso que pertenezco desde la infancia.

Los yoyas somos los individuos a los que nos gusta cargarnos de razón en las discusiones. Incluso hasta el punto de acabar con taquicardia.

Yo ya te lo dije

Yo ya te lo advertí

etc

Dada mi provecta edad, yo ya me ubico sin problemas en la categoría de los yayoyoyas.

Somos como Sísifo empujando, por la empinada ladera del Inframundo, la piedra gigantesca de nuestros argumentos intelectualmente superiores, que diría Cañete.

Para jugar con las palabras, también podemos atribuir a un significante conocido, como perista (=persona que comercia con objetos robados a sabiendas de que lo son) un significado no reconocido por el DRAE

Perista, en el sentido que yo propongo, es un sofista especializado en introducir un razonamiento falaz, valiéndose de la conjunción adversativa pero.

Con tal de quedar por encima del otro en una discusión (al tiempo que regala el oído del político que subvenciona su medio de comunicación), un perista es capaz de decir:

"Ya sé que lo de León es un simple ajuste de cuentas, pero..."

De la misma manera que al perista-joyero hay que detenerlo antes de que pueda comerciar con la mercancía robada, con el perista-tertuliano conviene hacer lo propio antes de que pueda rematar su frase engañosa.

No hay que dejarle que nos encasquete su razonamiento falaz a sabiendas de que lo es.

La técnica para detener al perista es desmontarle el razonamiento por el aire, antes de que estalle en mitad de la tontulia. Perdón, quería decir tertulia.

-¡Un momento! -le decimos-. Si sabes que lo de León es un sórdido ajuste de cuentas entre jefa y empleada ¿por qué utilizas la adversativa pero para intentar ligar un delito pasional con una protesta ciudadana?

Muy sencillo.

Al perista lo que de verdad le gustaría es emplear el Argumento Cotino (el odio a los políticos es lo que aprieta el gatillo) como una eximente.

Entre todos la hemos obligado a hacerlo, ahora no podemos condenarla.

Como nadie aceptaría semejante dislate, el perista intenta entonces que el odio al político sea tenido en cuenta por el tribunal de la opinión pública como una atenuante.

Se trata de diluir en el llamado clima de desafección a los políticos la responsabilidad penal y moral de una militante de un partido con el que el perista simpatiza políticamente (y que lo tiene a sueldo, a través de la publicidad institucional).

Ella apretó el gatillo, vale, pero si nosotros lanzáramos piropos a los políticos, en lugar de denigrarlos con injurias, tal vez la mujer no se habría animado a perpetrar el crimen.

Nosotros, con nuestro odio, hemos llegado a convencer a esta asesina de que, en cierto modo, su crimen estaba legitimado. Somos cooperadores necesarios colectivos.

No estoy inventando nada. El DRAE da como ejemplo de uso de la adversativa pero la oración:

Le injurié con efecto, pero él primero me había injuriado a mí, que es una muestra indiscutible de uso de la conjunción pero para mitigar la responsabilidad del delincuente.

Es cierto que le injurié, pero fue en legítima indefensa.

Detenga al perista, por favor.

En este país ya tenemos bastante con el paro.

Que no nos hagan tragar encima con el pero.