La radicalización de Jerusalén

La radicalización de Jerusalén

La ciudad de Jerusalén resulta cada día más agobiante debido a un creciente nacionalismo mezclado con religión y fanatismo. Los jóvenes laicos huyen a Tel Aviv o a otras ciudades del país. Aquí tienes una panorámica de ese radicalismo que hace la vida cada vez más difícil a israelíes laicos, árabes, e incluso turistas.

La ciudad de Jerusalén resulta cada día más agobiante debido a un creciente nacionalismo mezclado con religión y fanatismo. Los jóvenes laicos huyen a Tel Aviv o a otras ciudades del país.

El actual Gobierno del primer ministro Netayahu está formado por grupos nacionalistas conservadores y muy religiosos como el Likud, Kulanu, Habayit Hayeudí (el Hogar Judío), Shas, muy apoyado por los ultraortodoxos, al igual que Judaísmo Unido de la Torá.

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El primer ministro Bejamín Netanyahu./REUTERS

En el reparto de carteras, Likud se ha quedado con la mayoría de las carteras más importantes, y al emergente Naftalí Bennett le han adjudicado Educación: su segundo es ultraortodoxo, y es de esperar que haya bastante movimiento en su Departamento, ya que es partidario de proseguir con el fin de la exención del servicio militar de que disfrutaban los ultraortodoxos.

El resultado electoral de las últimas elecciones demuestra cómo la población israelí en general demuestra su preferencia por estas tendencias, que son las que dominan las calles de Jerusalén.

Su máximo exponente son los grupos religiosos más combativos como los haredim ("los que tiemblan ante Dios"), que crecen rápidamente y han pasado de representar un seis por ciento en 2002 a un veinte por ciento en estos momentos. La primera comunidad reside en el barrio de Mea Shearim de Jerusalem, la segunda es la de Bné Brak, en la periferia de Tel Aviv, y la tercera es una ciudad de colonos en Cisjordania: Modiin Illit. Pero concretamente en Jerusalén se concentran en el citado barrio de Mea Shearim y sus adelaños: Gueula, Mekor Baruj, Bujarim, Har Nof, Kiriat Moshe o Guivat Shaul.

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Un ultraortodoxo haredim paseando por el barrio de Mea Shearim./REUTERS

En la ciudad de Jerusalén representan la mitad de la población judía religiosa. Dentro de lo que se denomina haredim, existen diversas tendencias. No se diferencian en nada desde el punto de vista teológico, pero sí en su modo de vida y orientaciones políticas.

No ven la televisión, aunque pueden tener internet en casa si lo controlan los padres, pero en cambio tienen numerosos medios de comunicación escritos como Hamodia (El Anunciador), Yated Neeman (Base Leal), Mishpacha (Familia).También tienen algunas emisoras con meditaciones religiosas y música jasídica, así como un portal de noticias para judíos ultraortodoxos: ladaat.info.

La inmersión lingüística del hebreo ha llegado a extremos aislacionistas. Su visión del mundo se centra en ellos, y todo aquel que discrepa mínimamente es un enemigo, un antisemita. No aceptan la más mínima crítica.

La mezcla es explosiva. Por lo tanto, la imagen de la ciudad ha cambiado en los últimos años. Los judíos laicos se están viendo invadidos por los sectores más radicales religiosos y nacionalistas.

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Ultraortodoxos haredim./REUTERS

Un diplomático extranjero preguntaba recientemente al Confidencial si a Israel le importaba realmente el turismo, ya que todos los carteles estaban sólo en hebreo. La respuesta es que por encima del turismo, que es obvio que les interesa, sus valores nacionalistas son su prioridad. Y respecto al turismo, el único que les interesa es el de grupos organizados que van y vienen a los puntos turísticos, la mayoría religiosos y que no tienen la osadía de molestar demasiado ni de hacer preguntas incómodas.

Hace años, los ultraortodoxos vivían exclusivamente en barrios como el de Mea Sherim, en donde practicaban sus costumbres, vivían la religión a su manera pero no se inmiscuían en la vida de los ciudadanos en general. La ciudad era mucho más cosmopolita, más acorde con la mezcla de religiones que tienen en dicha ciudad su centro neurálgico.

Hoy en día se han ido desplazando a todos los barrios de la ciudad. En el tranquilo barrio de Rahavia, donde hace pocos años sólo vivían intelectuales, judíos laicos procedentes de Francia y Alemania y en donde tiene su casa particular el primer ministro Netanyahu, campan a sus anchas con chaquetas túnicas negras, sombrero del mismo color y tirabuzones.

Sus mujeres con faldas largas, camisas cerradas al cuello y con peluca -ya que se raparon en su día para no atraer a sus maridos- rodeadas de muchos hijos, se pasean por parques, calles y centros comerciales. Su día de aseo personal es el viernes. Pero lo peor no es que hayan decidido vivir en otros barrios, que no son los tradicionales suyos, sino que quieren imponer sus criterios.

Muchos judíos norteamericanos están comprando caras mansiones en la capital, que posteriormente reforman para utilizarlas tan solo quince días al año, normalmente en las fiestas de septiembre.

A los tres años, los niños haredim o hasidim (son conceptos muy similares, y además todos son ultraortodoxos) empiezan a dejar crecer los payos (tirabuzones laterales) y a usar el tzitzit y la kippah, un pequeño casquete redondo que cubre parte de su cabeza.

En los años noventa, el dos por ciento de los militares que hacían el curso de oficiales llevaba kippah (el solideo que llevan los judíos ortodoxos), mientras que ahora el porcentaje es del 40%.

A principios del pasado mes de julio, muchos ciudadanos se escandalizaron por el hecho de que un ultraortodoxo increpó a una mujer e intentó echarla de un autobús público por haberse sentado en primera fila. Eso ocurrió porque todavía existen medios de transporte en donde las mujeres se tienen que sentar en la parte trasera del autobús, se entiende que para no provocar a los hombres. La señora era de mediana edad e iba vestida como las mujeres de los religiosos con pañuelo en la cabeza y falda larga.

Laicos de Jerusalén huyen a Tel Aviv

El resultado es que muchos ciudadanos de Jerusalén están tomando la decisión de cambiar de ciudad y trasladarse a Tel Aviv y alrededores, donde el ambiente es más relajado y tolerante, especialmente los más jóvenes. Y los que no pueden mudarse, optan por pasar todos los fines de semana fuera de Jerusalén. Sin embargo, mientras unos salen, llegan otros ciudadanos nuevos.

Tras el atentado de Charlie Hebdo en París y tras el llamamiento de Netanyahu, en plena manifestación de protesta por el centro de París, para que todos los franceses judíos que quisieran se fueran a vivir a Israel, se calcula que unos quinientos ciudadanos de dicho país se han trasladado total o parcialmente a residir a la capital política de Israel, comprando lujosos pisos en el barrio del Waldorf Astoria.

Pero también muchos judíos norteamericanos están comprando caras mansiones en la capital, que posteriormente reforman para utilizarlas tan solo quince días al año, normalmente en las fiestas de septiembre. Consideran muy importante tener una posesión en el centro neurálgico de sus creencias. Y de paso, la rehabilitación de viviendas se ha convertido en un importante negocio.

Obsesión por la ciudad

Los militares controlan la calle metralleta en mano, pero también vestidos de paisano, con vaqueros, camiseta blanca y visiblemente armados por cualquier lugar de la ciudad incluido el centro comercial Mamilla (en la imagen), el más lujoso y el que ahora es el centro de discusión de los ultraortodoxos porque quieren que también cierren los sábados (sabath), cosa que no agrada a los comerciantes, ya que es el día de mayor venta para los turistas.

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Y es que el tema de la seguridad les obsesiona. Registrar un bolso en un supermercado o en tiendas es lo habitual. La televisión pública trabaja mucho el concepto del enemigo y la supervivencia del Estado de Israel. Ven enemigos donde no los hay.

Los sábados, sabath, su día de oración y descanso, lo cumplen al pie de la letra, dejando la ciudad vacía desde la puesta del sol del viernes hasta la puesta del sol del sábado. Las costumbres de estos grupos ultrarreligiosos no sólo se practican en sus casas, que sería lo más lógico, sino que también afecta a numerosos turistas que desconocen la radicalidad de esta forma de vida y eligen hoteles, sin saberlo, donde se practica.

Ese día no pueden apretar los botones de un ascensor (por lo tanto éstos están diseñados para que suban y bajen parando en cada piso sin necesidad de tocarlo), no pueden enchufar un horno o la televisión, y la comida que se ofrece es kosher para todos los huéspedes del hotel. Lo mismo ocurre en las casas particulares.

Naciones Unidas contabiliza 112 asaltos de colonos contra palestinos en lo que llevamos de 2015.

El sabath, una fiesta que debería ser privada, acaba influyendo en todos los habitantes de la ciudad, incluidos los turistas. Recientemente se ha desatado la batalla por parte de estos grupos para que los sábados tampoco abran los cines ni se juegue al fútbol, hecho que está generando grandes polémicas.

Al anochecer en pleno sabath, invaden las calles y parques rodeados de toda la familia, que siempre es numerosa, ya que suelen tener una media de cuatro o cinco hijos.

El extremismo de los colonos

Pero Jerusalén no sólo es la ciudad de los muy nacionalistas o de los ultrarreligiosos, también lo es de los nuevos extremistas que son los colonos. Se trata de cientos de miles de personas, muy bien adoctrinadas, que viven en los asentamientos judíos dentro de la Cisjordania ocupada o de Jerusalén Este, pero que disponen de autovías, sólo para israelíes, que los enlazan con la capital de forma muy rápida.

Los asentamientos son auténticas ciudades, algunas de cuarenta mil habitantes, que desafían a diario la vida de los palestinos. Aunque en ocasiones la palabra desafiar es extremadamente liviana.

Este mes de julio hemos visto cómo, según informaciones de la policía israelí, un fanático colono llamado Meir Ettinger, de 23 años, incendiaba la vivienda de una familia palestina provocando la muerte por abrasión del bebé Ali Saad Dawabsha. Posteriormente, el 8 de agosto, también como consecuencia del incendio, fallecía su padre, mientras que su madre lo hacía recientemente.

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Foto del colono ultraderechista ortodoxo Meir Ettinger ./REUTERS

Los servicios secretos y el ejército israelí lo consideran uno de los activistas más peligrosos. Se trata de la primera detención administrativa desde que el Gobierno de Benjamín Netanyahu aprobara aplicar a los terroristas judíos esta medida que permite encarcelar a un sospechoso, generalmente palestino, sin llevarlo ante el juez.

Meir Ettinger, nieto del difunto rabino ultranacionalista Meir Kahane, es considerado por los servicios secretos el líder de los llamados Muchachos de las colinas, cuyo centro de actuaciones es la colonia de Yitzhar, probablemente la más extremista de Cisjordania. Los rabinos que enseñan en la yeshiva de Yitzhar han instado públicamente a sus alumnos a que ataquen a los palestinos.

Uno de los rabinos más populares de Yitzhar, Shapira, escribió en 2011 un libro en el que defendía que los soldados dieran muerte a niños palestinos que más adelante en su vida pudieran constituir un peligro para los judíos. El citado rabino publicó más tarde un artículo en el que defendía la expulsión o muerte de todos los varones palestinos mayores de trece años que viven en Cisjordania.

Los colonos financiados y apoyados por el Gobierno de Israel son el brazo más extremista del Gobierno Netayahu.

Su objetivo es "desestabilizar el país para cambiar el Gobierno y establecer un régimen basado en la halajá o ley judía" según el diario Haaretz.

Sus acciones, la gran mayoría de las veces, permanecen impunes. Los atacantes dejaron pintada en hebreo la palabra "venganza" en muros cerca de la casa. El primer ministro israelí describió el ataque como "reprobable y horroroso", y días después, el responsable fue detenido. Pero hay que recordar que estos colonos son financiados y alentados por el Gobierno del primer ministro israelí.

También es fácil ver a estas personas que viven -y algunos trabajan- en sus asentamientos trabajando, comprando o haciendo gestiones por Jerusalén. Aunque no hay cifras exactas, podría haber en estos momentos más de setecientos mil colonos entre Cisjordania y Jerusalén Este. Los tres asentamientos mayores (Modi'in Illit, Ma'ale Adumim y Beitar Illit) poseen el estatus de ciudad, y tienen entre 36.000 y 52.000 habitantes.

Naciones Unidas contabiliza 112 asaltos de colonos contra palestinos en lo que llevamos de 2015.

Una de las agresiones más graves ocurridas en los últimos tiempos, de acuerdo con la información de la ONG B'Tselem, se produjo cuando un grupo de personas lanzaron un cóctel molotov en el interior de un taxi. La familia palestina que viajaba en él resultó gravemente herida. Las autoridades israelíes sospechan que dos de los atacantes estaban relacionados con el asalto incendiario del pasado junio contra la iglesia de Tabgha, donde la tradición sitúa el milagro de los panes y los peces.

Pero la construcción de nuevos asentamientos aumenta día a día. El pasado julio, la oficina del primer ministro firmó la autorización de la construcción inmediata de trescientas nuevas viviendas en Beit El, en Cisjordania, así como de la planificación de quinientas nuevas viviendas para colonos en Jerusalén Este.

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Colonos judíos se enfrentan a las fuerzas de seguridad israelíes en el asentamiento de Beit El, en Cisjordania./REUTERS

Los colonos financiados y apoyados por el Gobierno de Israel son el brazo más extremista del Gobierno Netayahu. Estamos hablando de gente muy fanatizada cuyo único objetivo es hacer la vida imposible a los palestinos de la zona de Cisjordania y Jerusalén Este, utilizando todo tipo de métodos, siempre agresivos.

Pero esta radicalización no es gratuita. Los políticos los han llevado de la mano a esas posiciones. Lo que nadie sabe es si los van a saber controlar y frenar.