¿En quién puedes confiar?

¿En quién puedes confiar?

En el momento en que perdemos la confianza en alguien es cuando nos damos cuenta que la habíamos dado por descontada. Y la confianza, una vez que se ha perdido, es casi imposible de recuperar.

La confianza une al mundo. Son lazos de confianza que forman el tejido vital de nuestra existencia, confianza entre familiares, entre vecinos, entre miembros del barrio, entre clientes y empresas, al fin y al cabo, entre el poder y los ciudadanos. Pero, hoy en día, muchos han perdido la confianza en sus líderes, en los sistemas políticos, en las instituciones religiosas y en la noción misma que todos compartimos este mundo y un futuro juntos.

Vivimos en un mundo con un gran - y creciente- déficit de confianza. Esto es un problema. Porque la confianza es la esencia que nos permite construir un mundo con reglas que hemos acordado entre todos, es lo que nos permite tener una cancha nivelada. Necesitamos un mundo en el que la confianza sea la base sólida para construir nuestras vidas. Es necesario confiar en nuestras instituciones religiosas, en nuestros gobiernos, en la policía y en la justicia. A nivel individual, necesitamos poder confiar en nuestras escuelas, en nuestros médicos y en nosotros mismos.

Con los gobiernos preparándose para este año 2015, híper cargado de expectativas globales en torno a los siguientes objetivos de desarrollo sostenible y, sobre todo, mirando hacia una solución al cambio climático, creo que es el momento propicio para meditar sobre algunos de los elementos básicos sobre la confianza. El elemento crucial, la base de nuestro futuro, pues sin confianza no lograremos concertar y acordar nuestras prioridades y mucho menos llegar a implementarlas.

Nuestro actual déficit de confianza se debe en gran medida en las asimetrías de injusticia y desigualdad existentes hoy en día. El hecho de que tantos asuman la confianza por descontada explica un sinnúmero de estas asimetrías. La gente abusa de esta confianza y por tanto rompe las reglas sin ninguna consecuencia. Esto es lo que debemos corregir de inmediato pues nuestro futuro depende de ello.

Cuando los líderes se sientan a la mesa de negociaciones a decidir sobre desarrollo, cambio climático, reducción de riesgos de desastres y demás temas que forjarán nuestro futuro colectivo, ellos deberán tener en cuenta la sensación palpable de la confianza que la gente ha puesto en ellos. A su vez ellos tendrán que negociar agendas en las que confiemos puedan implementar. Lo que es más, tendrán que acordar mecanismos de verificación que su vez certifiquen confianza a largo plazo y, lo que es más importante aún, tendrán que formular políticas creíbles que aseguren más justicia e igualdad.

Esto será clave en como enfrentamos a la profunda sensación de injusticia que alimenta la desconfianza, el pánico y demás síntomas de frustración. El riesgo es encauzarnos en una espiral hacia el camino equivocado, respondiendo a la violencia con aun más violencia. Al bombardear a los que nos han atacado, fallamos nuestro objetivo. Podemos mejorar.

Hace 70 años se crearon las Naciones Unidas y la base de su mandato fue atajar de cuajo la desconfianza generalizada. Hasta la fecha, una gran parte del trabajo de la ONU se centra en trabar confianza entre naciones y entre ciudadanos y sus líderes, en los sistemas de salud publica y en los tratados internacionales. Al fin y al cabo, la ONU es la prueba de que la confianza global permite que el mundo puede unirse para enfrentarse los grandes desafíos de nuestro tiempo.

Pero esto no es suficiente. Debemos recuperar la confianza perdida a través de un liderazgo legítimo y una justicia equitativa de modo que tengamos instituciones, sistemas y procesos en los que todos podamos confiar. Esto es el paso fundamental en la creación del ciclo retroactivo en el que la confianza genere responsabilidad y viceversa. La ONU puede desempeñar un papel crucial si se le da el espacio necesario para hacerlo. Podemos confiar en que la ONU esta ahí para vosotros.