Nadie

Nadie

Resulta sorprendente que una parte mayoritaria de la sociedad aún se pregunte "por qué siguen asesinando a las mujeres" y en cambio no se cuestione "por qué las han asesinado siempre", como si el tiempo hubiera llegado para resolver un problema histórico, cuando en realidad lo que hace cada día es consolidarlo e integrarlo con nuevas justificaciones.

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Foto: EFE

La miseria del machismo está en sus palabras y en sus silencios, de ahí que la realidad transcurra a trompicones entre argumentos y justificaciones, pero siempre dando vueltas sobre sí misma y sin avanzar.

Uno de los ejemplos más recientes y significativos lo tenemos en la respuesta dada ante la movilización social promovida por las organizaciones feministas en Argentina bajo el lema "Ni una menos", país donde cada 30 horas una mujer es asesinada por el machismo. Tardó poco el machismo en echar mano de su estrategia posmachista revestida con la capa de la neutralidad para argumentar que no hay que hablar de mujeres ni de hombres, sino de personas, y que lo justo era decir "Nadie menos" para de ese modo referirse a "ni una menos" y a "ni uno menos". La perversidad del argumento radica en que se abstrae de la realidad con el objeto de llegar a un planteamiento teórico que se evade de la violencia que maltrata, viola y asesina a las mujeres y se queda en un enunciado cómplice que introduce la confusión sobre el verdadero significado de la violencia que sufren las mujeres, al tiempo que esconde las circunstancias que han mantenido esta violencia a lo largo de toda la historia.

Esa confusión es la que trae la duda que hace que la sociedad se mantenga distante del problema y pasiva ante las soluciones. De ese modo, todo sigue igual, o sea, bajo las referencias de un machismo que asesina a las mujeres como parte de la normalidad y luego responde que "todas las víctimas son importantes" o que "la vida de una mujer no vale más que la vida de un hombre", pero sin detenerse sobre el hecho que lleva a que las mujeres sigan siendo asesinadas cada 30 horas en Argentina y cada 10 minutos en todo el planeta por sus parejas o exparejas (Naciones Unidas, 2013). Es decir, bajo la normalidad de una convivencia en la que la violencia forma parte del decorado del hogar.

Resulta sorprendente que una parte mayoritaria de la sociedad aún se pregunte "por qué siguen asesinando a las mujeres" y en cambio no se cuestione "por qué las han asesinado siempre", como si el tiempo hubiera llegado para resolver un problema histórico, cuando en realidad lo que hace cada día es consolidarlo e integrarlo con nuevas justificaciones. El tiempo sólo es aliado de la historia. Es cierto que puede ser un instrumento de cara al futuro, pero sólo si además de las horas y los días lo llenamos de sentido y razones. Un tiempo formado por la arena de la cultura lo que trae son nuevos argumentos con los que justificar la realidad, no comportamientos diferentes.

Por eso vivimos un aumento de la violencia de género a nivel global, por ello se está produciendo un incremento del número de mujeres asesinadas por sus parejas y exparejas en el planeta, y por dicha razón también aumentan otras formas de violencia contra las mujeres, como la violencia sexual. Y todo ocurre no porque estén fracasando las medidas dirigidas a erradicar la desigualdad y a promocionar la Igualdad, sino porque ante el nuevo contexto que crean esas iniciativas el machismo y sus machistas están recurriendo a su lenguaje habitual, la violencia, para intentar perpetuar sus privilegios.

La falta de respuesta y el intento de diluir la violencia de género entre el resto de las violencias es el ejemplo más gráfico de que la sociedad y la cultura forman parte del contexto que la genera.

No tiene sentido que ante la objetividad de la violencia de género la respuesta sea la pasividad y la justificación. Hablamos de un resultado tan objetivo como el hecho de que un hombre asesina cada 10 minutos a la mujer con la que mantiene o ha mantenido una relación, de cientos de miles de hombres violando a mujeres a lo largo y ancho de todo el planeta, y de millones de maltratadores distribuidos por todos los rincones de los cinco continentes, y todo ello sucediendo en la puerta de al lado, en la calle de enfrente, o en el parque de la esquina, no en campos de batalla, en desiertos lejanos o en junglas impenetrables, ni tampoco en ambientes marginales de delincuencia y criminalidad. Es justo lo contrario, cada uno de esos crímenes sucede con la normalidad como argumento y como objetivo.

La falta de respuesta y el intento de diluir la violencia de género entre el resto de las violencias es el ejemplo más gráfico de que la sociedad y la cultura forman parte del contexto que la genera, pues de lo contrario, con independencia de que no se compartieran las causas y circunstancias basadas en la desigualdad, nadie dudaría en trabajar conjuntamente para su solución y erradicación. Pero no es eso lo que sucede, y cuando una parte de la sociedad se queda discutiendo sobre las posibles causas sin hacer nada sobre un resultado tan grave y objetivo, lo que demuestra es que para esa parte de la sociedad importa más que los hombres mantengan sus privilegios y las circunstancias que los hacen factibles, que la vida y dignidad de millones de mujeres.

Esa es la razón que lleva a entender por qué esa parte de la sociedad, con independencia de no hacer lo suficiente para erradicar la violencia de género y sus homicidios, además desarrolla campañas y estrategias para evitar que se pongan en marcha políticas e iniciativas dirigidas a disminuir el impacto de la violencia contra las mujeres. Son los argumentos de las "denuncias falsas", de que "todas las violencias son importantes", de que "las mujeres también maltratan"... Y todo ello lo dicen "condenando" directamente a las mujeres como autoras de un delito de "denuncias falsas" sin juicio y sin nada, atacando a la Fiscalía General del Estado por recoger en sus Memorias que representan menos del 0'1%, e intentando aumentar las estadísticas de los "hombres asesinados por mujeres" al mezclar y manipular diferentes contextos y tipos de violencia, al tiempo que se despreocupan de la violencia que ejercen los hombres sobre otros hombres, y de la desigualdad que lleva al abuso y a la violencia en la sociedad, pues en definitiva es la base para mantener los privilegios de los hombres y la estructura de poder que los beneficia.

Hoy el machismo necesita la estrategia de la confusión que introduce el posmachismo para que la violencia se siga entendiendo como un accidente, y para que cuando surja un machista explícito y directo, como ha sucedido con Donald Trump y como defienden todos los planteamientos conservadores, parezca una necesidad.

Antes la coherencia y la consecuencia entre ideas y comportamiento llevaba al "todos a una", en cambio hoy la cobardía lleva a la reivindicación de una teórica neutralidad que lo único que hace es mantener la desigualdad existente, y a reivindicar un "nadie" que en verdad son todos los machistas que hay detrás para que nada cambie.

No debemos permitirlo. "Ni una menos" es un grito a la Igualdad, a la Paz, a la Libertad, a la Justicia, a la convivencia... y hablar de "nadie" cuando las mujeres son asesinadas por hombres con nombres y apellidos que utilizan las referencias culturales para lograrlo es parte de la miseria de un machismo criminal que calla cuando las asesinan y grita cuando se ponen en marcha medidas para impedirlo.

Este post fue publicado originalmente en el blog del autor