La larga noche de piedra

La larga noche de piedra

Es cierto que el panorama en Europa es desolador. La extrema derecha acecha para articular su discurso y su práctica racista, que oferta más totalitarismo contra el terror, mientras las instituciones europeas tratan de combatir esa alternativa asumiendo gran parte de sus postulados, como hemos podido ver en el acuerdo UE-Turquía, en donde Europa reniega de sí misma. Pero ante esta problemática, la respuesta de los demócratas europeos debe ser valiente y eficaz.

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Foto: EFE

Este artículo ha sido escrito conjuntamente con Brais Fernández, que forma parte del secretariado de redacción de 'Viento Sur' y es militante de Anticapitalistas

No podríamos empezar este artículo sin condenar el terrible atentado que sufrió ayer Bruselas, honrar a las victimas y solidarizarnos con familiares, amigos y el conjunto del pueblo de Bruselas. Aún más cuando es una ciudad en la que desde hace un tiempo convivimos y que nos acoge a tantos extraños, una ciudad rompeolas de todas las Europas, un aeropuerto por el que transitamos demasiadas veces y ahora vemos desolado por por el terror.

La verdad, no es fácil reflexionar en estos tiempos oscuros. Ya son varios los atentados brutales y repugnantes que ha sufrido el pueblo europeo por parte del terrorismo yihadista en los últimos meses, e incontables los que lleva sufriendo el mundo árabe. Mientras el drama de los refugiados se vive a las puertas de un continente gobernado por unas instituciones frívolas que solo ven mercancías o números en donde hay seres humanos. Pero se impone pensar para actuar. No es demasiado tarde todavía, nunca es tarde para responder a la tragedia con la mejor arma de la que disponemos: la democracia y los derechos.

El título del artículo es de un poema de Celso Emilio Ferreiro, un poeta gallego encarcelado por el franquismo. En él decía que "Los corazones de los hombres que a lo lejos acechan, hechos están también de piedra". La dureza de sus versos recuerda cuál es la base sobre la que se construye el totalitarismo: la indiferencia, el fanatismo, la desconexión de las personas ante sus semejantes, mientras determinadas construcciones ideológicas alimentan los miedos y prejuicios que justifican la barbarie.

El ISIS se ha construido retomando el gusto fascista por la violencia, con una estética del terror que se alimenta del dolor ajeno, ya sea de los que sufren sus atentados en Europa, ya sea los que padecen sus atrocidades en Siria o Iraq. Hay, por lo tanto, algo que desgraciadamente nos une con los que sufren y huyen de esas guerras que nos parecen demasiadas veces lejanas. Somos parte del mismo género humano y podemos, debemos, solidarizarnos sin complejos. Nuestra lucha, aunque a veces nos traten de presentar como gentes sin relación, es la misma. La lucha contra los totalitarismos, vengan de donde vengan, adopten la forma que adopten, siempre es un camino común entre gentes diversas.

Demasiadas veces los refugiados no son vistos como iguales, como ciudadanos que se merecen los mismos derechos que nosotros.

Es cierto que el panorama en Europa es desolador. La extrema derecha acecha para articular su discurso y su práctica racista, que oferta más totalitarismo contra el terror, mientras las instituciones europeas tratan de combatir esa alternativa asumiendo gran parte de sus postulados, como hemos podido ver en el acuerdo UE-Turquía, en donde Europa reniega de sí misma. Ante esta problemática, la respuesta de los demócratas europeos debe ser valiente y eficaz. Para empezar, no podemos infravalorar en ningún caso el miedo que siente buena parte de la población europea ante el terrorismo y tratarlo con simpleza o banalizarlo. La propaganda mediática y los últimos hechos se conjugan para generar un estado de excepción permanente que puede llegar a ser hegemónico. Es decir, aceptado por quienes lo sufren, justificando todo tipo de recortes en las libertades en Europa e intervenciones imperialistas de Occidente. En este sentido, es necesario recordar las palabras de Tony Blair, insigne miembro de la foto de las Azores, reconociendo que la invasión de Irak ha podido tener una causalidad directa con el ascenso del terrorismo yihadista del ISIS, cuestionando directamente la lógica imperial de que las bombas pueden acabar con las bombas.

Paralelamente, el humanitarismo liberal, como decía Daniel Bensaid, se basa en "un siniestro juego de espejos, la despolitización del conflicto produce a cambio una despolitización de la víctima humanitaria. Negada como actor político, es reducida a la desnudez pasiva de los cuerpos sufrientes y martirizados". Demasiadas veces los refugiados no son vistos como iguales, como ciudadanos que se merecen los mismos derechos que nosotros, sino como gente a la que hay que ayudar, pero manteniendo las distancias. Esto conduce a mucha gente a pensar que la dicotomía entre seguridad y libertad sólo se puede resolver externalizando los costes, esto es, manteniendo alejado el drama con compasión. Como si evitar que los refugiados entrasen en Europa significase garantizar nuestra seguridad. Como si el ISIS tuviese algo que ver con los refugiados, cuando la realidad es que el ISIS atenta tanto contra los musulmanes que huyen de la distopía yihadista como contra la ciudadanía europea.

Ayer comprobábamos cómo en las redes sociales en España, "StopIslam" o "TerroristasWelcome" estaban entre los hashtags más populares del día, lo que demuestra cómo algunos intentan utilizar el terror y el totalitarismo para alimentar el odio al diferente, para estigmatizar partes de nuestra sociedad y acrecentar la islamofobia. Como recordaba Ángeles Ramírez en un reciente artículo en la revista Viento Sur titulado La construcción del 'problema musulmán': radicalización, islam y pobreza, "de nada sirve la demostración de que los yihadistas no son mayoritariamente ni pobres ni con un nivel bajo de educación formal ni inmigrantes. Ni que sin duda, el porcentaje de profesores de secundaria o de médicos de personas procedentes de estos barrios sea mayor que el de yihadistas o incluso que el de salafistas. Hoy nadie diría que los barrios son caldo de cultivo para profesores de instituto". No podemos permitir que se asocie pobreza y terrorismo, estigmatizando a los sectores menos privilegiados y más oprimidos como un potencial problema de seguridad. Hay que recordar, sin complejos, que las guerras siempre las acaban pagando los pueblos.

Nuestro deber es levantar un movimiento democrático contra el terror y contra el totalitarismo. Solidarizarnos con las víctimas, sean de donde sean. Avergonzar a los que alimentan el odio. Convencer a los que dudan porque tienen miedo. Eso sólo podemos hacerlo los ciudadanos, porque los que venden armas a dictaduras como Arabia Saudí o amparan paraísos fiscales en donde la opacidad esconde el dinero de los terroristas, no son parte de la solución, son parte del problema. Los refugiados tendrían sitio en una Europa democrática. Lo que no tiene lugar en el proyecto de Unión Europea que están construyendo las élites son nuestros derechos y nuestras libertades. Contra la larga noche de piedra, es el tiempo de la democracia. Y la democracia solo puede venir impulsada desde abajo y por las de abajo, esta es nuestra mejor respuesta contra el terror, este es el mejor homenaje a los que mueren víctimas del fanatismo.

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Miguel Urbán es eurodiputado del grupo de la Izquierda y miembro de Anticapitalistas. Forma parte de la comisión de desarrollo, subcomisión de derechos humanos, la delegación para las relaciones con Mercosur y la delegación en la Asamblea Parlamentaria Euro-Latinoamericana. Activista. Ha escrito varios libros sobre la universidad, el movimiento estudiantil, el ascenso de la extrema derecha y la crisis de los refugiados.