Obama en Cuba

Obama en Cuba

Obama ha liberado a los cubanos de la permanente carga de propaganda, reuniones, actos políticos y movilizaciones militares contra los yanquis. Pero sobre todo, ha eliminado los pretextos del Gobierno cubano para reprimir y culpar al Gobierno norteamericano de los desastres económicos causados por programas caprichosos y fallidos.

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Foto: EFE

El Gobierno de Cuba está desbordado y sobrecogido ante el fenómeno Obama, esperado en todo el país con una euforia y unas esperanzas desconocidas desde hacía tiempo. El presidente de Estados Unidos llegó a La Habana el 20 de marzo para iniciar la visita oficial, que se extenderá del 21 al 22, con el prestigio de las promesas cumplidas, los esfuerzos por continuar avanzando y la afirmación de mantener los mismos objetivos de democracia, respeto a los derechos humanos y apoyo a la sociedad civil independiente.

Repudiado oficialmente antes del 17 de diciembre de 2014, desde entonces recibe elogios de Raúl Castro, quien a la vez que demanda el levantamiento del embargo, reclama que lleguen más norteamericanos, por supuesto a través del control del Estado. La mayoría de los isleños considera que las medidas de Obama no tienen mayor beneficio para la población y la nación por las reticencias de las autoridades cubanas a facilitar su implementación. Conocedor de la idiosincrasia de los cubanos, el presidente filmó un spot con el personaje humorístico más popular en Cuba, mostrado por la televisión nacional la noche anterior a su arribo a La Habana.

La simpatía del pueblo cubano comenzó durante la campaña electoral de 2008, ante la posibilidad de que fuera el primer presidente negro de Estados Unidos, pero la empatía ocurrió por la amable sonrisa, la fuerte personalidad y la sensación de cercanía irradiada por el hombre más importante del mundo. La admiración evolucionó hacia el agradecimiento, cuando poco después de llegar a la Casa Blanca, en 2009, comenzó la política proactiva, que facilitó el reencuentro de las familias y los abrazos de amigos separados durante cincuenta años mediante las visitas de cubanoamericanos, y el envió de dinero, que alivió las carencias y la pobreza de gran parte de la población. Obama ha liberado a los cubanos de la permanente carga de propaganda, reuniones, actos políticos y movilizaciones militares contra los yanquis. Pero sobre todo, ha eliminado los pretextos del Gobierno cubano para reprimir y culpar al Gobierno norteamericano de los desastres económicos causados por programas caprichosos y fallidos.

Desde hace muchos años, los líderes cubanos han perdido el aprecio de la población.

El proceso de casi siete años en la política pueblo a pueblo, el restablecimiento de las relaciones diplomáticas y la estancia de Obama en Cuba constituyen una réplica de los esfuerzos y acciones en su carrera hacia la Casa Blanca. La " Audacia de la Esperanza" -Audacity of Hope- es la fuerza motriz que Barack Obama contagia. Su determinación y su capacidad para llegar al objetivo, con buenos propósitos para la sociedad cubana, coinciden con el periodo en el que los cambios en Cuba van a ser inevitables por la vejez de la llamada dirección histórica, con 57 años en el poder, así como el descontento social y la endémica crisis económica. También encaja con el abandono de las posiciones favorecedoras de la confrontación por parte de los cubanoamericanos, convencidos de que eso ha fortalecido a las autoridades en la isla, además de la posición de los estadounidenses que, en todas las esferas, promueven el cambio de política, el comercio y las inversiones. Nobles propósitos se conjugan con intereses en Estados Unidos, mientras en Cuba la única salida a la crisis multifacética es la reformulación de las relaciones, la eliminación del embargo y la apertura al mundo. El nuevo curso es irreversible.

Por el momento, los dirigentes cubanos procuran demostrar fortaleza mediante exigencias que saben solo obtenibles a largo plazo, como la devolución del territorio de la base naval de Guantánamo; realizan acciones tan antiprotocolares como condecorar a Nicolás Maduro en La Habana dos días antes de la llegada del presidente Obama, aunque resulta una bochornosa algarabía para las galerías. En el plano doméstico, desde hace muchos años, los líderes cubanos han perdido paulatinamente el aprecio de la población, que en un 77% nació después de 1959, cuando los dirigentes históricos tomaron el poder y el apoyo se convirtió en simulación y mentira. Las concentraciones voluntarias de casi un millón de personas perdieron la espontaneidad y se mantenían por la presión desde mecanismos creados en todas las instancias políticas y sociales. La mayor preocupación es mantener el férreo control sobre la sociedad con métodos sutiles para no lesionar la imagen internacional que Raúl Castro ha logrado recomponer.

La apertura a los derechos podrá ser lenta y azarosa, y los cambios políticos dependerán de la capacidad de los cubanos para lograrlos. Barack Obama no hará los cambios en Cuba, pero está facilitándolos. Su contacto con el pueblo y sus palabras no quedarán como mera historia libresca, sino tendrán efecto permanente haciendo la historia. Después de concluir el mandato en enero de 2017, puede esperarse que continúe vinculado a Cuba.

La Habana, 20 de marzo de 2016