No podemos parar en seco un barco, pero a veces podemos modificar su rumbo. Y eso es lo que pasó hace poco en un nuevo giro de la siempre cambiante crisis de refugiados que mis colegas de Amnistía Internacional y yo estábamos investigando en las islas griegas de Lesbos y Quíos, en el Mar Egeo.
El acuerdo al que llegaron los jefes de Estado de los 28 países de la Unión no tiene precedente en la política europea y supone una amenaza para el derecho de asilo y para la vida de miles de personas que buscan refugio. Cualquiera de los siguientes motivos debería ser suficiente para que finalmente no se ratifique el día 18.