Mister Proper, que como cada mañana después de su regreso había ido a visitar la tumba de su exnovio, se volvió para descubrir a un hombretón de físico impresionante, que iba embutido en un mono azul de superhéroe.
Al final, las nubes acabaron por disiparse, pero para entonces, el hambre, la sed y el cansancio ya habían empezado a hacer mella en ellos. Habían transcurrido casi cuarenta y ocho horas desde que abandonaran el barco y se sentían realmente cansados.
Eran las 10 y media de la mañana cuando dos mucamas le abrieron la puerta y le condujeron hasta el jardín de la casa. El corderito estaba pastando apaciblemente en el jardín. Al ver a Mister Proper, se apresuró a saludarle.
Al poco de volver a Marketinia, le prescribieron reposo en un conocido hospital de montaña, de esos a los que iban a recuperarse de sus excesos las estrellas de cine. Llevaba ya tres semanas allí y empezaba a encontrarse físicamente fuerte, aunque psicológicamente seguía muy tocado.
Años atrás, cuando Marketinia daba sus primeros pasos, los ciudadanos habían organizado un referéndum para decidir el sistema de Gobierno con el que se regiría su pequeña ciudad-estado. Y optaron por acogerse a la monarquía parlamentaria.
Le despertó el agua salada de las olas del mar al salpicarle la cara. Estaba tumbado sobre la arena. Pestañeó. Le dolía todo, pero haciendo un esfuerzo sobrehumano, consiguió incorporarse y descubrió que se encontraba en una playa de aspecto paradisíaco.
La gasolina se terminó dos horas después y tuvo que sustituir el motor por los remos. Mister Proper se despertó con los primeros rayos del amanecer y se ofreció a coger el relevo, pero el capitán declinó su oferta.
Una tremenda explosión sacudió el barco. Todos los presentes en la sala rodaron por el suelo. El Celta, sin embargo, fue más rápido que los demás. Aprovechando el desconcierto, se levantó de nuevo, agarró a la niña por detrás y colocó el filo de la espada contra su cuello.
¡Estáis cometiendo un grave error! ¿Os creéis que estoy tan loco como para venir sólo a este barco? Hay muchos más polis a bordo -gritó el Capitán Pescanova cuando le esposaron a la cama junto a Mister Proper.
La situación era desesperada. El Capitán Pescanova miró a su alrededor buscando algo con lo que defenderse. Unos metros más allá del lugar en que colgaban las espadas, vio otro par de armas: una hoz y un martillo cruzados sobre una bandera roja. Todo sucedió muy deprisa.