El primer día de clase del segundo curso hice algo que nunca había hecho antes: me derrumbé ante mis compañeros llorando histéricamente. No fue porque tuviera miedo a la escuela -la verdad es que estaba emocionada por estar estudiando en los Estados Unidos-, sino porque no sabía el idioma.
Cuando un colombiano quiere almorzar, los españoles en realidad están pensando en comer, y cuando nosotros pretendemos comer, ellos ya se están preparando para la cena. A la hora de tomar tinto, nosotros pensamos en café, pero ellos se están refiriendo a una bebida un poco más fuerte, motivo por el cual es de pésima presentación pedir un tinto con el desayuno.