Con lo sencillo y satisfactorio que sería una crianza sin cacharros, disfrutando de nuestro bebé en directo.... La felicidad no se compra, el niño con mil juguetes no es más feliz, tan solo se apega a uno, y ese uno no es el más caro, ni el más cool; probablemente, ni siquiera nos gusta a nosotros, pero es su frazada favorita. El bebé disfruta más de sus padres que de una delegación en forma de cachivache. ¿No os animáis a tirar algo?