Me gusta despertarme en las mañanas en Sierra Gorda de Querétaro, México, con el sonido de los búhos macho que llaman insistentemente a sus novias; y que a ese canto le acompañen los de otros pájaros que, de vez en cuando, cuentan además con el coro de fondo de un burro, una mula y una vaca. Y pienso que nadie tiene derecho a robarme a mí, ni a los que habitan en esta Reserva de la Biosfera, todo esto.
Hoy es mi cumpleaños y he decidido pasarlo alejada de la civilización, con unas polainas que me protegen de la eventual picadura de una víbora de cascabel y lista para una caminata de más de cuatro horas por un bosque casi virgen. El inicio de la expedición ya es una pequeña aventura.