Gran Bretaña ha votado salir. Se ha optado por señalar con el dedo al de al lado en lugar de asumir responsabilidades propias. La hostilidad a la inmigración, la utilización de esta por parte del centro-derecha y el deficiente suministro de servicios públicos derivados de la austeridad han llevando al país y a Europa a un retroceso económico, social y cultural histórico propiciado por los más veteranos de la sociedad británica.
Hay que reformar la legislación que empuja a los gobiernos a la privatización de transportes y comunicaciones, o que restringe la propiedad pública. No firmaremos acuerdos comerciales (como el TTIP) que traten de privatizar servicios públicos y que pongan en peligro la protección del consumidor, los estándares medioambientales o la seguridad alimentaria.