El posicionamiento de Elsa Morante

El posicionamiento de Elsa Morante

Elsa Morante.Wikipedia

Toda la complejidad del ser humano puede caber en un ensayo. O en una serie de artículos que conformen un ensayo. Como los que conforman A favor o en contra de la bomba atómica (Círculo de Tiza), de Elsa Morante (Roma, 1912-1985). El pensamiento, las emociones, las injusticias, la violencia, el poder, el caos del mundo en cualquier época, la vanidad... Y la política con su doble vertiente: como proyecto en el que poner fuerzas e ilusiones, y el proyecto, después de todo, dando la vuelta a lo anteriormente dicho, como absoluta decepción. La manera de enfrentarse al mundo, al resto de los seres humanos y a sí misma: como escritora y como intelectual exigente y comprometida. Y también el lenguaje y la literatura.

El primero, como una obsesión, como una constante, como una manera de posicionarse en el mundo. Y la segunda, la forma en la que se conjuga ese lenguaje, tras su búsqueda incansable, siempre a la caza de la perfección, con las ideas. Las ideas -innovadoras, creativas- de cada persona que se dedica a la escritura, a la reflexión, al pensamiento. Elsa Morante es estricta en esto: no estamos ante un juego o una pantomima. La conjunción de lenguaje con pensamiento es la forma de plasmar en el papel, junto a toda esa complejidad planteada al principio de estas líneas, su idea particular (y severísima) de lo que es la literatura.

Lo banal y lo superfluo no tienen cabida en el pensamiento (ni en la manera de exponerlo) de Morante, y así queda patente en este puñado de reflexiones sobre su visión de las cosas

La creación -lenguaje y reflexión- como un arte. Como una manera de expresar al mundo las horas de trabajo, de desvelo, de conocimiento, de vivencias, de estudio. Su particular forma de ser y estar. De escribir. Y de ofrecer esas ideas y ese lenguaje (como novelista, como articulista, como ensayista, como poeta, como autora teatral) en un sentido profundo, nada superficial, muy elaborado. Lo banal y lo superfluo no tienen cabida en el pensamiento (ni en la manera de exponerlo) de Morante. Y así queda patente en este puñado de reflexiones sobre su visión de las cosas. Sobre su exigencia. Sobre su compromiso consigo misma y con los demás. Sin medias tintas, con integridad. Ésa es su elección, nos viene a decir entre líneas y con rotundidad. Su única elección. Su honesto posicionamiento.

Y termino con unas palabras suyas que definen a la perfección ese posicionamiento que atraviesa todo este complejo y fascinante ensayo en el que merece la pena adentrarse poco a poco: "La especie humana se distingue de los demás seres vivos por dos cualidades peculiares. Una es el deshonor del hombre; la otra, el honor del hombre".

Ahí, creo, radica la clave de todo.

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