Breve historia de Ibiza (7ª y última parte)

Breve historia de Ibiza (7ª y última parte)

Año 1235, Jaime I de Aragón encarga a un par de coleguitas catalanes encabezados por Guillem de Montgrí (arzobispo de Tarragona y olé) arrebatar Ibiza a los árabes. Tras cinco meses de duro asedio la ciudad cayó en manos cristianas el 5 de agosto y lo hizo de un modo tan rocambolesco, surrealista y cañí que el suceso se convirtió inmediatamente en objeto de obligado estudio en todas las universidades serias de periodismo rosa. Y si no me crees puedes comprobarlo pinchando aquí.

Pues bien, dicen por ahí que los cristianos, gente ilustrada, cero rencorosa y que ama al prójimo como a sí mismos (o incluso más), decidieron limar asperezas con sus prisioneros y se los llevaron de excursión por la isla. La idea era llevarse a todos a ver la puesta de sol a San Antonio y allí disfrutar de un merecido piscolabis en la maravillosa terraza Aperture del Hotel Marina playa.

Sin embargo, en algún punto del camino se perdieron y sin quererlo terminaron en lo alto de un enorme acantilado sobre el mar. Ya que estaban allí y para que los árabes tuvieran una anécdota guay que contar a sus amigotes cuando volvieran a sus casas, los soldados cristianos les invitaron educadamente a saltar al vacío. No me digas porqué, pero aquella actividad no sedujo demasiado a los musulmanes, quienes comenzaron a gritar al unísono: ¡No,no,no,no!. Y según la leyenda, esta es la razón por la cual aquella montañaca se conoce a día de hoy como Cap Nonó.

Vale, también hay otra teoría que dice que el nombre no viene de ahí, sino que es un homenaje a uno de los participantes en la conquista de Ibiza llamado Nunó Sanç... Pero hay que ser muy triste para preferir esta anodina versión a la de los moros inventando el balconing.

La siguiente maniobra cristiana orquestada por el Arzobispo de Tarragona, declarado amante del arte y la memoria histórica, fue convertir la mezquita mayor de Ibiza en un bonito solar sobre el cual se empezó a construir la Catedral de la ciudad.

A lo largo de los siglos siguientes se levantaron las iglesias de Sant Jordi, Santa Eulària, Sant Miquel y Sant Antoni, templos fortificados que servían como refugio a los ibicencos durante los continuos saqueos sufridos a manos de piratas berberiscos.Los ataques eran tan frecuentes y sangrientos que Formentera llegó a quedar completamente deshabitada. Para poner fin a estos ataques sorpresa, la corona española construyó las torres de vigilancia que hoy pueden verse a lo largo de la costa ibicenca.

No puedo terminar este artículo sin recordar a todos los amante de la lujuria y el desenfreno, que cada agosto, dentro de las actividades de las Festes de la Terra, las autoridades ibicencas conmemora la expulsión de los árabes con una misa y una ofrenda floral a la estatua de Guillem de Montgrí (situada en la Plaça d'Espanya de Dalt Vila). Muy loco y salvaje todo esto.

FIN DE LA HISTORIA

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———— Esta historia se publicó originalmente en mi blog Typic d'aquí