Una buena redacción

Una buena redacción

Cuando la escuela plantea una redacción, medimos su "modernidad" a partir del tema que se define. Así, si si el tema es "Mi bandera" decimos que es una redacción antigua, típica de una escuela fuera de época; pero si es "Caminos para combatir la intolerancia religiosa en Brasil" todo gira 180º y pasa a ser una redacción fantástica, propia de la revolución educativa en marcha.

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Foto: Shutterstock.

Cuando la escuela plantea una redacción, acostumbramos medir su "modernidad" a partir del tema que se define. Así, si el tema es "Mi bandera" decimos que es una redacción antigua típica de una escuela fuera de época, con poca sintonía con los tiempos que corren y desajustada de la discusión pedagógica que nos atrapa; pero si se trata en cambio de "Caminos para combatir la intolerancia religiosa en Brasil" (Prueba Nacional (ENEM)/Brasil, 2016), todo gira 180º y pasa a ser una redacción fantástica, propia de la revolución educativa en marcha.

Una vez más, veo allí un fracaso y un problema pésimamente resuelto por el sistema educativo. Y no lo cuestiono por los temas escogidos -que me parecen bien, en general-, y no propongo otros de una -digamos- tercera generación. Creo que el problema es más hondo y grave, y con los desplazamientos temáticos que estamos aplicando en rigor no hemos logrado más que confundirnos más aun.

El quid pasa por comprender que la redacción que vale no depende del tema que trata sino de la posición desde la que se enuncia. Montaigne no es el que fue por los asuntos que trató, sino por cómo los trató; lo mismo que cualquier otro que valga la pena. Acá es lo mismo. Hay grandes ejemplos de redacciones idiotas tratando temas serios, actuales e importantes, y otros grandes ejemplos de lo contrario, también. Hasta que la escuela no comprenda que lo que importa para ella es quién escribe y no lo escrito, no saldremos del fracaso que nos tiene secuestrados. No "quién" como anécdota biográfica, sino como posición de enunciación; nos debe importar la manera de mirar el mundo, la posición interpretativa de lo real del alumno. Debemos formarlo precisamente en eso.

Como la escuela valora el estereotipo, éste nos ha devorado, como las profecías autocumplidas; lo mismo que el plagio/copia de los alumnos, del que nos quejamos y a la vez promovemos subliminalmente.

El gran giro pasa por desplazar al sistema de su propensión brutal al estereotipo hacia una disposición suelta a la toma de posición. Es muy difícil encontrar en una producción escolar una posición subjetiva propia. El estereotipo es la respuesta burocrática a la huida del compromiso y a la adecuación "garantizada". Es una posición vacía, formalmente correcta. (Por eso, dicho sea de paso, es un suplicio corregir redacciones escolares o asistir a clases de geografía o lenguaje). Como la escuela valora el estereotipo, el estereotipo nos ha devorado, como las profecías autocumplidas; lo mismo que el plagio/copia de los alumnos, del que nos quejamos y a la vez promovemos subliminalmente.

La voz buscada en las redacciones escolares (como en los dibujos y en las investigaciones) es la objetiva; el narrador ecuánime diciendo las cosas que se deben decir en un formato gramátical y sintácticamente correcto. Y cuando esa voz se impone, ya hablemos de racismo o de Trump, no habrá manera de ser interesantes. La enunciación "objetiva" es la bomba de nitrógeno: acaba con toda señal de vida sin hacer caer ni un ladrillo. La redacción escolar deja al lenguaje sin vida, apenas repitiéndose a sí mismo como los semáforos en las noches fantasma de las ciudades. No la salvaremos apenas por ponerla a hablar de igualdad de genero o diferencias e intolerancias religiosas. Hablar sin decir es lo primero que aprenden los alumnos nota 10.

Doy otro ejemplo de la hegemonía del estereotipo que todo lo destruye. Supimos hace unos días que en una escuela de Sao Paulo (Dante Alighieri) había unos alumnos grabando video-aulas, y como el género nos interesa y crece exponencialmente, fuimos a buscarlos para conocerlos y para ver sus producciones. ¿Que encontramos? Unos alumnos inquietos, con ganas de hacer cosas, pero cayendo mansamente en la trampa. Sus clases en Youtube no son clases de alumnos, son clases de alumnos haciéndose pasar por profesores. O sea, mediocres video-aulas de falsos profesores. Estereotipo. Si las miras, no encuentras ni una marca de la diferencia -¡que creemos fundamental!- entre un alumno dando clases y un profesor haciendo lo propio. Ellos no entendieron que el sentido de su iniciativa pasaba porque subieran a Youtube (inauguraran la categoría) explicaciones de compañeros para compañeros, con el tono y el formato que le es propio a esa situación, que poco tiene que ver con una clase y que tanto vale para el que la recibe y para el que la da.

Ellos tenían que poner en internet el reflejo honesto de los millones de Skype nocturnos que atraviesan las vidas urbanas de hoy de un alumno bueno rescatando al atrasado o vago, y amigo, con una explicación ad-hoc utilísima. Pero eso no es una clase, sino un rescate honesto, de tú a tú; y eso no lo comprendieron ni Pedro ni Joao Pedro. Y cuanto más se les celebre esa producción estereotipada, más los hundiremos, claro, y con ellos a la incipiente y tan necesaria categoría. (Más necesaria -por cierto- que la de las demasiadas clases de los profesores.) La tremenda matriz simbólica escolar no los deja ver y los lleva, como autómatas, siempre al estereotipo. Volvimos frustrados.

Mientras no logremos que la escuela deje de ser el reino de los estereotipos no habrá salida. No importa cuáles, importa su carácter de estereotipo. La salida pasa por reemplazar el estereotipo por la subjetividad

Como se ve, mientras creamos que con estos esfuerzos nos acercamos a las transformaciones que el sistema pide a gritos, estaremos cometiendo un error fundamental. El problema no es apenas que no nos acercamos, sino que por el contrario, esos "falsos acercamientos" en rigor refuerzan lo que nos tiene jodidos de verdad. Mientras no logremos que la escuela deje de ser el reino de los estereotipos no habrá salida. No importa cuáles, importa su carácter de estereotipo, porque ahora hay profusión de estereotipos nuevos que sin embargo no dejan de ser estereotipos.

La salida pasa por reemplazar el estereotipo por la subjetividad; las nadas sistematizadas por algo/alguien que valga la pena. Obligar a los alumnos a tomar posición y valorar por sobre todas las cosas la calidad subjetiva con que la asume, más allá del "contenido" de esa posición. La redacción buena nota no debe ser aquélla que pregona los valores más rancios del sentido común; debe ser la que fija bien su posición, aunque haya muchos desacuerdos. Cuando de algo no se puede disentir es porque no tiene valor. Y eso, la escuela no quiere entenderlo.

Si no, pregúntense (como lo estamos haciendo nosotros conforme vamos más y más a conversar con los alumnos a las escuelas) por qué esos alumnos que se destacan ostensiblemente en las conversaciones libres y abiertas (que es lo que hacemos nosotros), charlas sujetas apenas al propio curso de las cosas y sin guión prefijado ni matriz de opinión predefinida... por qué -decía- son luego aquéllos que no tienen las mejores notas y a veces llevan incluso las peores y que, por el contrario, los que si las tienen, en esas conversaciones suelen ser opacos, previsibles o ingenuos, cuando no retraídos en exceso. Es el mundo al revés típico de la escuela, develado en su propio seno. Ve y haz la prueba y luego me cuentas.

Hagamos lo contrario: propongamos una redacción sobre un tema estereotipado (El mar, por ejemplo), pero exijamos posiciones personales, miradas renovadas, interpretaciones nuevas, historias singulares. Dejemos que escriban una vez y corrijamos en grupo, anónima y aleatoriamente, 5 o 7 redacciones, para matar los síntomas del estereotipo que aparezcan, y pidamos a todos los alumnos que revisiten su producción con derecho a mantenerla, ajustarla o rehacerla. Repitamos ese ejercicio hasta que la muestra de esa corrección publica denote otros síntomas de un trabajo nuevo y fresco, propio del movimiento que estamos buscando. Y entonces sí, en ese momento comienza la corrección individual. Y mientras corriges, para mantenerlos ocupados, dales a leer a Melville o a Conrad o a Jacques Cousteau o a las Memorias de un Naufrago, o simplemente pídeles que vean Robinson Crusoe... Tal vez resulte algo mejor.