Izmir después de la tormenta

Izmir después de la tormenta

Nadie cree que se pueda realmente producir la dimisión del presidente como gritan las masas. Esto puede ser, sin embargo, un toque de atención para el jefe de Gobierno turco, que se ha comportado de una manera despótica en los últimos años. Una nueva generación de turcos ha despertado.

Y después de la tormenta, a Izmir no llegó la calma. El lunes después de un fin de semana muy comprometido tocaba volver al trabajo. A primera hora, muchas caras de sueño de turcos y extranjeros que se pasaron el fin de semana hasta altas horas de la madrugada colgados de Twitter y Facebook. Estas dos redes sociales, tan criticadas por el presidente, Recep Tayyip Erdogan, han mantenido a la población en contacto y compartiendo contenidos constantemente desde el viernes.

No se hablaba de otra cosa, cada uno con sus propias vivencias de lo ocurrido: gente que se quedó atrapada en un autobús en mitad de una protesta, personas que vieron todo desde sus casas o prestaron ayuda a algunos manifestantes afectados por los gases, o gente que estuvo en la primera línea de las manifestaciones. Por la mañana en algunas oficinas del centro todavía se notaba el efecto de los gases que provocaban picores en la garganta y los ojos. Pero el sentimiento en general era de solidaridad e indignación. Solidaridad con los manifestantes e indignación por la actuación policial desmesurada y la respuesta de Erdogan, que ha menospreciado e insultado a los manifestantes e incluso ha dicho que algunos deberían ser colgados de los árboles del parque Gezi.

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Manifestantes en Izmir. Foto: PFA.

En muchas universidades a pesar de haberse acabado las clases y ser época de exámenes los estudiantes se han juntado para mostrar su apoyo a las protestas. En la Universidad de Economía de Izmir, una universidad privada cuyos estudiantes pertenecen en su mayoría a una clase alta acomodada, sorprendió ver a un amplio grupo hacer una sentada en la entrada, y posteriormente dirigirse al salón de actos, lleno por completo, para reunirse con el rector de la Facultad y pedirle que les diese alguna opción para poder posponer los exámenes finales y así acudir a las concentraciones. Göktuğ, un estudiante de Ingeniería informática, contaba cómo había participado estos días de forma pacífica en las protestas: "Mi abuelo me dice que no vaya", comentaba con una sonrisa. Y a la pregunta de si volvería a ir, contestaba sin dudarlo "hoy, mañana, cada día". Su padre es piloto del Ejército, institución que históricamente se ha visto como "guardián de la laicidad del estado" y él se declara "Kemalista".

El lunes, de nuevo, la gente acudió a Gündogudu Meydan, en Alsancak, centro de la ciudad. En el autobús un niño revisaba el contenido de su mochila entre lo que se encontraba un cartón de leche (recomendado para alivia el picor producido por el gas). Aunque él decía tener 16 años parecía algo menor y confesó que sus padres no sabían que acudía a la protesta, algo que comparten muchos de los jóvenes que asisten a las manifestaciones. Por la ciudad no queda un muro sin pintadas con mensajes directos al presidente -había incluso una en la que se leía escrito en español "No pasarán"-. Y el número de banderas, normalmente reservadas para las fiestas nacionales o cuando se produce un atentado terrorista del PKK, colgadas de los balcones y las tiendas, se han multiplicado.

A pesar del silencio de los medios hay una gran cantidad de información circulando por las redes sociales. Desde vetos a establecimientos como Starbucks, que cerraron sus puertas a los manifestantes que les pidieron ayuda -lo que posteriormente se saldó con el ataque a una de las cafeterías de la cadena en el centro de la ciudad de Izmir-, a lemas como "Todas partes es Taksim, por la democracia y la justicia". En una foto, un chico sostenía un cartel preguntándole al presidente: "¿De verdad quieres tres niños más como yo?", haciendo referencia a la política de familia numerosa que el presidente Erdogan ha defendido.

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Así ha quedado el Starbucks en el centro de Izmir. Foto: PFA.

Por la noche menos policía pero todavía mucha gente, la mayoría jóvenes que salían a la calle para decir "basta" a la represión policial así como para contestar a las declaraciones del presidente, que se encuentra fuera del país y ha afirmado que en unos día volverá la calma. Gizem, una estudiante universitaria decía: "Ayer teníamos que estudiar para los finales y no pensaba ir a manifestarme, pero al escuchar las palabras de desprecio con las que Erdogan calificaba a los que protestaban decidí salir de nuevo". "No somos maleantes, la mayoría es gente universitaria y gente formada. Es verdad que él tiene apoyo pero no es cierto que más de la mitad del país está con él, se han producido protestas en muchas ciudades, no sólo aquí", afirmaba Şefik, otro estudiante de comunicación audiovisual.

Nadie cree que se pueda realmente producir la dimisión del presidente como gritan las masas. Esto puede ser, sin embargo, un toque de atención para el jefe de Gobierno turco, que se ha comportado de una manera bastante despótica en los últimos años. En cualquier caso una nueva generación de turcos se ha despertado y no parecen estar dispuestos a ver mermadas las libertades con las que han crecido. Y aunque estas protestas se terminen, seguramente esto deberá ser tenido en cuenta para el futuro.

Ante esta afluencia de jóvenes movilizándose, en estos días muchos recordaban la frase de Atatürk, considerado el padre de la patria: "Les confío la República a los jóvenes".