Nunca el tiempo es perdido

Nunca el tiempo es perdido

Conferencia 'La Palabra Mágica' en la Universidad de Zaragoza 2017Archivo personal

Nunca el tiempo es perdido, canta Manolo García. Y cada vez que lo escucho, me emociono. Nunca el tiempo es perdido. Siempre es tiempo de todo. Ambas afirmaciones se nutren de la necesidad de construir algo propio en una realidad que se escapa a nuestro control. Una declaración de principios: estoy aquí y puedo hacer algo, pese a los errores cometidos. Y en eso estamos.

Yo pasé una gran parte de mi vida queriendo crecer, viviendo en una proyección de mí mismo que no habitaba su presente, imaginando escenarios distintos y distintas situaciones. Siempre tenía la sensación de que, algún día -cuando fuera 'mayor'- iba a hacer esto y aquello. Y también de que ese día nunca llegaba, con la ansiedad de quien corre por un pasillo que se alarga, sin fin, en medio de un sueño. Sin embargo, me he pasado la vida creando proyectos. Proyectos que se extendían mucho más allá de mi campo específico de actor, aunque dentro del universo humanista al que pertenezco; esa manera de percibir y describir el mundo.

Me he arruinado tres veces. Tres veces lo he perdido todo -mucho o poco- produciendo espectáculos. He escrito guiones para series de televisión que no han salido adelante, he producido espectáculos de autores que, para el circuito no independiente -es decir, el llamado "comercial"- eran impensables desde lo privado. He creado espectáculos para una sola representación, poemas escénicos multidisciplinares, he diseñado espacios culturales y he conseguido financiación privada para ello, aunque no todo lo que he promovido se llegara a realizar. Me he levantado, muchas veces, aun sin expectativas en el horizonte, a inventarme la vida. Y, a pesar de ello, siempre seguía pensando que algún día "haría algo".

Ahora, con 64 años recién cumplidos este 16 de enero, me encuentro inmerso -aparte de mi actividad como actor- en una empresa que es la decantación de mis casi 57 años de trabajo ante el público y ante las cámaras. Se llama Excelencia de la Palabra. Y es mucho más que un trabajo con y acerca de las palabras, no siendo esto poca cosa. Investigo el 'idioma' contenido en el sonido de las palabras y enseño a personas que han de hablar en público a hacerlo con conocimiento de causa; les enseño los fundamentos, las notas, el ritmo, el origen. Les enseño a 'afinar'. Trabajo una parte de la lingüística, la oralidad, que modula de manera definitiva lo que Chomsky denomina "el nivel profundo de la generación del lenguaje". He desarrollado un método propio que es la destilación de todos estos años de indagación como actor y director.

Sí, estos años de no saber que estaba reinventándome de manera continua.

Ahora, cuando otros creen estar en el ocaso, es cuando empiezo a ser un buen actor y director y ahora canalizo esa experiencia a esta parte docente

Ahora es cuando empiezo, de verdad, a conocer algo de mi profesión. Ahora tengo más ganas que nunca, más curiosidad. Ahora, cuando otros creen estar en el ocaso, es cuando empiezo a ser un buen actor y director y ahora canalizo esa experiencia, también, a esta parte docente. No puedo describir lo gozoso que es impartir clase en la Universidad; lo extraordinario que resulta comprobar cómo aquellos a quienes entreno se disponen, con toda humildad, sea cual sea su ocupación y cargo, a trabajar conmigo en este mundo fascinante de estar ante el público, aprender a hablar, a conocer aspectos que yo he transitado en tantos teatros y en tantas películas y ahora les transmito.

Es un trabajo necesario. Es tiempo de conectar la tecnología con las humanidades, con aquello que interpreta el mundo y lo relaciona con nuestra vida. Es imprescindible para dar sentido a cuanto hacemos y para ser capaces de gestionar el crecimiento exponencial de estos avances que nos ponen ante escenarios que, ayer mismo, eran impensables. Precisamente de escenarios 'impensables' me he nutrido siempre y, ahora, como en el final de Encuentros en la tercera fase, tomo la iniciativa en la conversación.

Porque nunca el tiempo es perdido.

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