No voy a ser madre: 'El club de la buena estrella'

No voy a ser madre: 'El club de la buena estrella'

A pesar de encontramos en el siglo XXI, la presión por ser madre y cumplir las expectativas sociales y personales es tremenda. Creemos que poseemos cierta libertad y flexibilidad de pensamiento, pero la realidad es muy distinta. Se sigue viendo con cierto recelo, y hasta desconfianza, a aquellas mujeres que abiertamente expresan que en ningún momento se plantearon ser mamás.

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Foto: ISTOCK

"Al principio, cuando me preguntaban cuando iba a ir a por el bebé y respondía que no quería ser madre, me miraban como a un bicho raro. Se separaban unos pasos de mí y entornaban los ojos. Me encantan los niños. He cuidado bebés desde que era adolescente y me he encargado de mis sobrinos también. Pero eso no conlleva que quiera ser madre. Mi vida, mi pensamiento, mi mundo están lejos de la maternidad. ¿Sabes qué es lo más curioso? Que tenga que justificar mi opción. Por suerte, he conocido mujeres con el mismo planeamiento. Nos juntamos, charlamos y nos reímos. Como si perteneciéramos a un club atípico. El club de la buena estrella fue el nombre que le puso una amiga, que se había hecho una salpingectomia, esterilización definitiva. Ella adoraba aquel libro. Lo curioso es que algunas madres, cuando están en grupo, me dicen que me pierdo algo indescriptible, genial. Otras, a solas, dicen que me envidian".

Así hablaba una mujer con la que transité por el camino de Santiago hace unos años. La recuerdo osada, generosa y tremendamente alegre, vital.

A pesar de encontramos en el siglo XXI, la presión por ser madre y cumplir las expectativas sociales y personales es tremenda. Creemos que poseemos cierta libertad y flexibilidad de pensamiento, pero la realidad es muy distinta. Se sigue viendo con cierto recelo, y hasta desconfianza, a aquellas mujeres que abiertamente expresan que en ningún momento se plantearon ser mamás.

Hay grupos de mujeres que deciden realizarse una esterilización voluntaria antes de los treinta años. Lo llevan en secreto, como quien comete un delito. Quizás para no tener que justificar lo injustificable, la libertad de elegir y errar. La mayoría confiesan sentirse molestas por el peregrinaje que tuvieron que realizar para encontrar un doctor dispuesto a practicársela, cuando escuchan eso de "¿Te lo has pensado bien? Mira que puedes arrepentirte, eres muy joven". Ellas responden que ese mismo planteamiento ("¿Has pensado bien lo de ser madre? Es para toda la vida...") no se les hace a las mujeres que deciden ser madres, o aquellas que se someten a tratamientos de infertilidad.

Las estadísticas hablan de un porcentaje de arrepentimiento del 50%. Claro que si preguntáramos a todas las personas de las decisiones erróneas sin marcha atrás que se han cometido en la vida, seguro que las cifras se podrían igualar o superar.

"¿Cómo puedo crear algo de la nada? ¿Y cómo puedo crear mi propia vida? Yo creo que es preguntándome y diciéndome a mí misma que no hay verdades absolutas". Amy Tan.

Creo que no tener hijos es una opción tan aceptable como tenerlos. Lo esencial es realizar aquello que nos hace sentir bien sin dañar a otros. Todos sabemos que hay historias de madres espantosas, tristes, desgraciadas. Historias tan alejadas de sentir cariño por sus hijos como la tierra del planeta Marte. Estoy convencida de que muchas de esas mujeres no deseaban tener hijos. Estoy convencida de que no tuvieron otra opción.

Hace unos años, en 2013, se creó el movimiento NoMo (No mothers -no madres-), liderado por la británica Jody Day, creadora de la web Gateway-woman. Un movimiento y asociación que defiende los derechos de las mujeres que no han querido o no han podido ser madres. Tema que sigue siendo tabú. Cuentan con asesores, atención psicológica, formación y un largo etcétera de apoyo y ayudas para estas mujeres que se apartan de la normalidad.

"Ninguna mujer debería tener que explicar por qué no quiere tener hijos", Helen Mirren (actriz).

Lo más triste de todo es escuchar, en voz baja, los comentarios de gentes que piensan que estas mujeres son frías y poco afectuosas.

Entre mis mejores amigos hay una pareja que desde el principio tuvo claro que no iban a ser padres. Son de los seres más adorables y encantadores que conozco. Ella es enfermera y sus pacientes la adoran.

Por otro lado, tenemos otro grupo de mujeres que no pueden tener hijos. Era el caso de Virginia Monagle, educadora y escritora. Cuando fue consciente de que jamás tendría hijos, fundó junto con su esposo varias escuelas para ayudar a los niños más desfavorecidos. Hablaba del espíritu maternal, es decir, una vida dedicada a los demás y feliz contigo misma.

"Tengo algunas amigas que no han podido tener hijos y que son verdaderamente felices. Aman su trabajo y a los hijos de los demás. Una amiga, profesora en Colombia, ha adoptado a dos niñas, mientras que una elegante amiga italiana se dedica a un club de niñas en Roma. Una intrépida neozelandesa, que quería adoptar dos niños, acabó sacando a cuatro huérfanos de un horrible hospicio ruso". Virginia Monagle.

Solía dar un consejo muy lindo a aquellas amigas que se encontraban en su misma situación: "El mundo está hambriento de espíritu maternal, y el espíritu maternal eres tú".

Coincido totalmente con esta frase. El espíritu, la actitud, es lo importante, y eso es algo que todos poseemos, de una forma u otra. Con hijos o sin ellos cuidamos de los que tenemos al lado.

"Tenía seis años cuando mi madre me enseñó el arte de la fuerza invisible. Era una estrategia para salir vencedora en las discusiones, despertar respeto en los demás y, finalmente, aunque ninguna de las dos lo sabía por entonces, para ganar en el juego de ajedrez.

-"Muérdete la lengua"- me reprendió mi madre cuando me eché a llorar ruidosamente y tiré de su mano hacia la tienda donde vendían bolsas de ciruelas saladas. Una vez en casa, me dijo-: "Persona prudente no va contra viento". En chino decimos: "Ven desde el sur, avanza con el viento..., ¡puum! El norte seguirá. El viento más fuerte no puede verse".

También descubrí por qué nunca debería revelar el porqué a los demás. Retener cierto conocimiento que uno ha de almacenar para su uso futuro. Ése es el poder del ajedrez. Es un juego de secretos, en el que uno debe mostrar y jamás decir".

El club de la buena estrella. Amy Tan

Este post fue publicado originalmente en el blog de la autora