El Debate ha muerto. Viva la crisis de Gobierno

El Debate ha muerto. Viva la crisis de Gobierno

No había acabado Rajoy su discurso y ya estaban los ministros removiéndose inquietos en la butaca. Pues, superado el trámite del Debate sobre el Estado de la Nación, ya saben que la crisis de Gobierno se cierne sobre ellos.

No había acabado Rajoy su discurso y ya estaban los ministros removiéndose inquietos en la butaca a ver si lograban quedarse pegados al sillón azul. "No descansar, ni decaer, ni distraernos hasta darles la repuesta que merecen". Las últimas palabras de su intervención, dedicadas a los seis millones de parados, servían también para los miembros del Ejecutivo, ansiosos por tener una respuesta. Pues, superado el trámite del debate sobre el estado de la nación, ya saben que la crisis de Gobierno se cierne sobre ellos.

Arias Cañete, escenificando la situación, ha sido el único que ha despegado el culo del asiento porque tiene el destino claro: cabeza de lista en las europeas, como paso previo para sustituir a Almunia como comisario europeo. Su marcha es la excusa perfecta para hacer una minicrisis o una crisis de largo alcance. Qué sabe nadie. Para evitar tener que contestar a preguntas incómodas, Cañete se ha empotrado en la espalda de Rajoy hasta la puerta del Palacio, y en lugar de entrar en la zona de Gobierno para comentar con sus compañeros la jugada, ha salido corriendo por el patio del Congreso. Ministro, ¿por qué corres, si ya tienes Europa más cerca?, preguntamos. "No, no me siento más cerca ni más lejos de Europa, me voy, que tengo un compromiso", responde. Sus colaboradores no podían evitar sonreír ante el presunto compromiso del hoy menos dicharachero ministro de Agricultura.

A Montoro, en cambio, la posibilidad de perder la cartera hasta le hace cierta ilusión. "A mí me ponéis en un sitio más confortable, que no sea ese destino que le atribuís a Guindos que todavía no se ha creado", bromeaba el ministro, harto de que le toquen siempre puestos tan ladrillo, al que dejamos haciendo chistes con el cabo de Hornos y de Buena Esperanza . Reticente a salir de las alabanzas al líder, Gallardón, que hoy se ha desayunado con una nueva encuesta que vapulea su reforma del aborto: el 71% de sus propios votantes rechaza el proyecto de ley. "No acostumbro a opinar sobre las cosas hasta que no veo los datos con detenimiento", decía mientras salía, más solo que la una, por la puerta que da a la calle Zorrilla.

Casi tan encantado de conocerse como Rajoy, Nacho González ha desplegado el plumaje como una avestruz. Ha sido el invitado estrella, dado que Cospedal, a la que se espera con expectación, no ha aparecido. Dejad que los periodistas y diputados se acerquen a mí. Hoy era el día para presumir de haber sido el precursor de la reforma fiscal ("Este año hemos aprobado la mayor rebaja fiscal de la Comunidad"). Durante todo el debate, el presidente madrileño no ha parado de comentar las medidas de Rajoy con Luisa Fernanda Rudí, presidenta de Aragón, y solo se ha callado cuando la corrupción ha salido a colación, como si estuviera haciendo examen de conciencia. ¿Han sido tibias las palabras de Rajoy sobre corrupción?, le preguntamos, mientras hace campaña por sí mismo: "Yo creo que, como mejor se combate la corrupción, es con una justicia rápida y eficaz". Repartiendo lecciones, como Rajoy cuando se convierte en abanderado de la corrupción, que campa a sus anchas por su partido.

Por primera vez, la banda terrorista no aparece en el debate entre el presidente y el líder de la oposición. Ha funcionado el pacto entre ambos, porque además a ninguno les interesa tocarlo y, "lo que tienen que hablar sobre el asunto lo hacen en privado", como apunta uno de los asesores de Rubalcaba.

En los pasillos, hay consenso sobre que el secretario general del PSOE ha estado mejor que el año pasado. Y no solo porque haya marcado la diferencia prescindiendo de un discurso escrito-leido al pie de la letra, como ha hecho Rajoy, sino porque la España triste que ha dibujado se acerca más a la realidad que la del presidente. El problema es que por muy brillante que pueda resultar, la losa de su pasado le resta credibilidad. "Nos ha faltado fuerza para poner en evidencia que las políticas del Gobierno no funcionan", reflexiona un miembro de la dirección socialista.

Mientras los socialistas siguen con la autocrítica, los populares continúan centrados en la crisis de gobierno que se avecina. Cañete les cuenta a sus amigos que prefiere ir de número dos y dejar el número uno a González Pons y Wert luce más relajado que nunca charlando por los pasillos como antes de que la educación se llevara por delante sus buenos hábitos.