Ser político ¿es una profesión?

Ser político ¿es una profesión?

Los nuevos líderes, con sus demandas de regeneración, han puesto de moda un debate muy viejo: si a la política uno llega para quedarse hasta la jubilación o es una actividad transitoria en la vida laboral. En la calle parece haber unanimidad en que uno de los problemas de la corrupción es perpetuarse en el cargo y creerse intocable.

Moncloa. Los ministros charlan distendidamente al acabar el consejo extraordinario en el que acaban de aprobar la abdicación del Rey. Hace justo un año. "Estábamos hablando de los tiempos nuevos, de la edad que teníamos ya, y uno de esos colegas que tanto me quiere me dijo: 'Claro, que tú no tienes problemas, Cristóbal. Cuando Leonor sea reina, tú seguirás siendo ministro'". Es el propio Montoro el que cuenta la anécdota al preguntarle si la de político es una profesión o solo se está en ella en comisión de servicio.

Los nuevos líderes, con sus demandas de regeneración, han puesto de moda un debate muy viejo: si a la política uno llega para quedarse hasta la jubilación o es una actividad transitoria en la vida laboral. En la calle parece haber unanimidad en que uno de los problemas de la corrupción es perpetuarse en el cargo y creerse intocable.

Jordi Sevilla, que acaba de renunciar a su puesto en la consultora PwC (Pricewaterhousecoopers) perdiendo dinero para dirigir el equipo económico del Gobierno en la sombra que está montando Pedro Sánchez, considera que "el político es un solucionador de problemas" más que otra cosa, "que debe conducirse con una actitud profesional. No veo inconveniente en vivir toda la vida de eso como un taxista o un fontanero. Sí que creo que es buena la limitación de mandatos. Deberíamos desdramatizar el hecho de pasar de la política a la empresa y viceversa. Lo que hay que ser es muy escrupuloso. Yo mismo hice una ley de conflicto de intereses; y respetándola, es enriquecedor haber pasado por la empresa".

Las razones de Sevilla no pueden ocultar que las veces que ha dejado la política, él no ha dejado de ser político. Como explica el ministro Alfonso Alonso, librarse de ese gusanillo no es fácil: "Es un veneno que se lleva en la sangre. Yo pensé que entraba por un rato y en unas circunstancias muy concretas y me fui ilusionando con nuevos proyectos. Primero fue la lucha contra el terrorismo, luego hacer un servicio a tu ciudad y después la actividad parlamentaria. Aunque hay que estar preparado, porque un día se acabará".

Para unos se acabará antes que para otros. El incombustible Montoro, uno de los que tiene más mili de político que de civil, reconoce que "el atractivo que tiene la política es la capacidad que te da de cambiar las cosas, de mejorar la vida de los ciudadanos. Si yo estoy en un despacho, en un consejo, en una gran empresa, estará bien, pero no tengo la capacidad de influir. ¿Qué podría hacer yo más importante que trabajar en la política de este país? Para mí, nada. Incluso tiene un punto de egoísmo por la satisfacción que me da pensar que puedo dejar las cosas hechas. Es una compensación inigualable". Y por favor, no le quitéis al ministro de Hacienda la ilusión del servicio que está haciendo a España con comentarios maledicentes, que como dicen sus colegas de Gobierno, igual continúa en la próxima legislatura aunque no esté Rajoy.

Justo de la permanencia in eternum en política, es detractora Elisa de la Nuez, abogado del Estado, que ha pasado del sector público al privado y fiscaliza la actividad política desde su exitoso blog. "A mi juicio, la de político debe de ser preferentemente una profesión temporal, o dicho de otra forma, creo que es conveniente que los políticos tengan alguna otra profesión. El esquema de joven que entra en las juventudes de un partido y que va ascendiendo hasta llegar a ocupar los cargos más importantes sin haber trabajado nunca en otra cosa presenta muchos problemas, y esto sin hablar del sistema de selección adversa que predomina en nuestros partidos políticos. Dicho eso, la profesionalidad, en la política y en cualquier otro ámbito, es muy importante. Pero no tengo tan claro que los mejores políticos profesionales sean los vitalicios. Por eso, soy decidida partidaria de la limitación de mandatos". Veintidós años lleva Vicente Martínez Pujalte siendo diputado del PP. No es el único. Paradójicamente, coincide con Elisa de la Nuez en que no es una profesión. "No. Político es una actividad que se tiene que ejercer con un background. Como no puede ser una profesión ser presidente de una cofradía de pescadores o de una ONG. Ahora bien, hay que determinar quién es político. Un concejal de un pueblo pequeño que ejerce su actividad sin cobrar y la completa con su profesión ¿es un político? Para mí, sí. Un director general que es un funcionario al que han ascendido ¿es un político? Yo entiendo que no. ¿Un sindicalista es un político? Yo limitaría los mandatos no electivos". Casualmente él es electo, como todas sus señorías. Gracias a las listas cerradas.

El que fuera gran fontanero de Aznar, Carlos Aragonés, dedicado a la política desde su más tierna infancia, apunta que "alguien puede pasarse veinte años siendo político y no tener capacidad, mientras que otros en unos meses pueden ser políticos competentes, porque para ejercer en política lo que hace falta es don de gentes y capacidad. Es un oficio, y no una profesión". Opinión que comparte con Irene Lozano, con menos de cuatro años de experiencia en el Congreso. La diputada de UPyD y aspirante a dirigir el partido, que es periodista de profesión, defiende que "se puede ser un profesional y hacer política, que no es lo mismo que ser un político profesional. Hay muchos tipos de políticos, igual que pasa en el periodismo: está el corresponsal de guerra que se juega la vida por una información o el que no se levanta de la silla seleccionando teletipos. La experiencia es valiosa, porque hay gente en los partidos que lleva muchos años y conoce todos los intríngulis, pero también es muy bueno haber pasado por el sector privado antes de llegar a la política, porque ayuda a saber gestionar las cosas con rapidez".

Unos de los politólogos en boga, José Fernández Albertos, doctor en Ciencias Políticas por Harvard e investigador del CSIC, no tiene dudas en que "sí que es una profesión" a pesar del desprestigio de los últimos años. "Un político siempre puede ser despedido por los ciudadanos. Yo no tengo ningún afán de protegerlos y creo que deben de tener otra profesión, pero la política no puede ser algo excluyente, porque hay una parte de la política que requiere de ciertas aptitudes muy importantes. Hay políticos que pueden estar décadas ejerciendo sin problemas, se me viene ahora el caso de Olof Palme". Olof Palme, ni más ni menos.