Una boda y tres funerales

Una boda y tres funerales

GTRES

Hoy se ha celebrado en el hemiciclo del Congreso una boda que ya hubieran querido Megan y Harry, moderna a rabiar. El triunfo del poliamor. Se ha casado Pedro Sánchez con ocho partidos entre los que están Podemos, Compromís y los nacionalistas vascos y catalanes. Los esponsales han llenado de alegría el patio y los pasillos. Se abrazaban y compartían felicidad y bromas sobre cuánto duraría tanta pasión. Balldoví, Carles Campuzano, Ada Colau, Xavi Domenéch, los Iglesias Montero –dicen que Pablo está deseando pillar el ramo de novio de Pedro- estaban exultantes a más no poder. No podían esconder tanta felicidad. Por fin pueden complacer a sus votantes, han logrado el primer objetivo por el que les eligieron.

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"Nadie pensaba que llegaría el día. Con eso hay que quedarse y esperar que las cosas funcionen", apuntaba risueño el líder de Compromís, entre apuestas de los periodistas sobre cuando se produciría el divorcio. Ahora era momento de fiestas. Hasta el presidente depuesto se corrió ayer su propia juerga anticipándose a la algarabía de hoy. Salió tras ocho horas de farra en un restaurante, con sus guardaespaldas al quite, como los de Kate Moss cuando se va de juerga.

Sánchez tiene los escaños plagados de minas y ya se sabe que no hay nada más dañino que el fuego amigo

Entre tantas buenas vibraciones, se echaba en falta al grupo parlamentario socialista, salvo los cuatro fieles que están con el novio desde el principio. Estaban invitados pero han decidido irse de funeral.

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A pesar de los aplausos y los besos que le han dando en su propio escaño cuando se había vaciado el hemiciclo, ellos estaban de cortejo fúnebre. En la media hora libre que ha transcurrido desde que Rajoy se ha despedido y ha comenzado la votación, se han disuelto sin participar en un solo círculo de los de la boda.

  Pedro Sanchez durante la segunda sesión de la moción.GTRES

La inquina por contemplar a ese diputado raso que ha conseguido lo imposible, dejando en evidencia al aparato y los popes de la vieja guardia, daba miedo. "Yo soy español, que no cuente conmigo", decía un diputado. "No quiere lo mejor para el país. Debería haber acordado con Iglesias y Rivera la fecha de las elecciones pero ha maniobrado para llegar a Moncloa", aseguraba otra.

El grupo naranja se veía desteñido, sin el aura que los prometedores datos de las encuestas

Sánchez tiene los escaños plagados de minas y ya se sabe que no hay nada más dañino que el fuego amigo. Es mucho decir que cuenta con 84 diputados. Un gran número de los que hoy le coreaban presidente maniobrarán para que tenga que convocar elecciones lo antes posible y preferirán perder el poder con tal de que su líder vuelva al lugar que la nobleza del partido considera que le corresponde. Se cuentan con los dedos de una mano los que en sus filas le reconocen ser el primero que ha logrado ganar una moción de censura en la democracia y la quirúrgica efectividad con que ha desalojado a Rajoy.

  Albert Rivera, durante la segunda jornada de la moción de censura.EFE

Y mientras lloraban por las esquinas, el segundo funeral discurría a escasos metros. Albert Rivera presidía el de Ciudadanos. El grupo naranja se veía desteñido, sin el aura que los prometedores datos de las encuestas de intención de voto les había otorgado.

Los que más razones tenían para estar de funeral, el grupo popular, eran sin embargo los menos apesadumbrados

El PP, en modo jefe de la oposición, se va a cobrar la venganza. En buffet libre más que en bandeja de plata. Les tienen tantas ganas que desde la tribuna popular ya se escucharon ayer gritos de traidor a Rivera. Han tenido que tragarse la humillación de que un recién llegado se quedará con sus eslóganes y se apropiara de esos temas que creían de propiedad exclusiva, como la lucha contra el nacionalismo, la patria y hasta las víctimas. Si algo puede que incitar a Rajoy a continuar es acabar con 'aprovechategui' con sus propias manos hasta convertirlo, como decía ayer un popular "en un tertuliano más de la Sexta".

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Los que más razones tenían para estar de funeral, el grupo popular, eran sin embargo los menos apesadumbrados. Albergaban ese sentimiento de haber estado comiendo con su padre y que de repente sufriera un infarto. Les consolaba saber que se había ahorrado el sufrimiento de una larga enfermedad.

Se abrazaban por todo lo padecido pero con la certeza de que el corazón del partido estaba en las últimas. Sin resentimiento. Porque la torpeza de estos últimos días no tenía parangón. Habían subestimado tanto a Sánchez, que Ana Pastor, la presidenta de la Cámara, ya fijó fecha el mismo día que el socialista registró la moción, para quitarse de encima el trámite lo antes posible. Y así ha sido, un deceso indoloro de tan inesperado.