Pase lo que pase, te diré que es maravilloso

Pase lo que pase, te diré que es maravilloso

Si me preguntas que cómo es tener dos hijas, te diré que es maravilloso. Que Tegan es amable y considerada y que Sienna duerme del tirón y es una niña alegre e inquieta. Te diré que las dos son encantadoras. No te diré que Tegan se puso a llorar como una loca en la farmacia. Ni que a Sienna tuve que cambiarle el pañal tres veces.

Si me preguntas que cómo es tener dos hijas, te diré que es maravilloso. Te diré que mi hija Tegan es amable y considerada y que tiene mucha imaginación y es muy lista. Te diré que mi hija Sienna duerme del tirón por las noches y que es una niña alegre e inquieta. Te diré que las dos son muy cariñosas, que son encantadoras.

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No te diré que Tegan se puso a llorar como una loca en la farmacia. Ni que se hizo pis en el supermercado. Ni que a Sienna tuve que cambiarle el pañal tres veces porque se pasó dos horas llorando sin motivo aparente.

No te diré que Tegan se enfadó conmigo y me tiró del pelo después de decirme que me tiraría a la basura. Ni que Sienna se pone a llorar si no la tengo cogida en brazos y no me deja hacer la cena ni ir al cuarto de baño.

Porque yo soy madre. Y ellas son niñas. Porque son gajes del oficio. Porque la vida sigue siendo maravillosa. Mis chicas siguen siendo maravillosas y las quiero pase lo que pase.

Sigue siendo un buen día aunque Sienna me vomite en la ropa limpia o aunque Tegan se ponga a llorar porque se le ha roto una pintura, porque lleva un calcetín al revés o porque su silla está coja.

Sigue siendo un buen día aunque haya patitos de goma (y caca) en el váter (y fuera de él) y juguetes tirados por todas partes.

Porque la situación acabará por mejorar. Las chicas se calmarán. Sienna sonreirá. Tegan se pondrá a bailar. Se lavarán las manos y, de alguna manera, conseguiremos ordenar la casa y hacer la cena. Con sus risas, las chicas me harán olvidarme del caos. Micah llegará a casa.

Tegan no se dormirá hasta las diez. Bailará cuando su padre se ponga a tocar la guitarra, le leeremos un cuento en la cama. La abrazaremos y nos contará que ha jugado con Miles en el recreo, que el Sol está dormido y que en su clase ha entrado una mariposa.

Sienna protestará a la hora del baño, pero luego sonreirá cuando le cantemos, se reirá cuando le coja los pies y me ponga a aplaudir con ellos y me cogerá de la mano mientras me mira con esos ojos tan grandes que tiene.

Prepararé la ropa y los almuerzos para el día siguiente y dejaré la sillita del coche al lado de la puerta. Micah pondrá el lavavajillas y la lavadora y limpiará la cocina. La casa se quedará en silencio y podremos descansar. Para volver a empezar mañana a lavar dientes, a cambiar pañales y a dar besos.

Me reconfortará mirar las fotos enmarcadas de mis hijas y pensar que están en buenas manos y que volveré a verlas por la tarde.

Pensaré en las tortitas de los sábados y en que las risas y el amor inundan nuestra casa. Siempre es maravilloso, aunque a veces sea duro. Mis chicas son un regalo, son las que me hacen disfrutar al máximo de la vida.

Y, cuando sean mayores, cuando los juguetes y los dibujos dejen de cubrir el suelo, cuando ya no quieran que leamos cuentos en la cama, cuando ya no quieran ir al parque, cuando ya no las oiga corretear por el pasillo, cuando ya no oiga sus risas, recordaré nuestras aventuras y pensaré: fue maravilloso.

Este post fue publicado originalmente en la edición estadounidense de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del inglés por Lara Eleno Romero

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