El campeón del mundo que no llega a fin de mes

El campeón del mundo que no llega a fin de mes

Emi seguirá hurgando horas para poder entrenar en una disciplina dura, muy sacrificada, y compatibilizarlo con sus otras actividades. Con un poco de suerte, le ofrecerán algo a tiempo parcial en algunas instalaciones deportivas a cambio de que el político de turno se haga con él la foto de rigor.

Una tarde de verano estuvimos merendando juntos en su casa. Llevé batido y palmeras de chocolate. En mi primera visita a su hogar familiar enseguida supe que era de los míos. En el pasillo de su coqueto piso te topabas con una bicicleta apilada contra la pared, lo que provocaba ciertos desencuentros con su pareja. Nos pasa a todos. Y en el salón se amontonaba la ropa de deporte esperando a una sesión de plancha. Emi es una persona como yo. Un loco del deporte, y que se tiene que buscar las habichuelas haciendo otras cosas. En su caso, recién terminada la carrera de INEF, aspira a un porvenir relacionado con el deporte. Pero el horizonte laboral no es demasiado halagüeño. Mientras encuentra algo, se busca la vida con lo poco que le dejan los premios de las carreras en las que participa. Emi es duatleta, pero apenas le da para llegar a final de mes.

Ésta es la historia que muchos podríamos firmar para resumir el momento actual. Lo que ocurre es que la diferencia entre Emi (así conocen los suyos a Emilio Martín) y cualquiera de nosotros es que él es campeón del mundo de duatlón. Lleva siéndolo apenas tres días. El sábado consiguió alcanzar la gloria en su deporte, hacer realidad el sueño que cualquiera podría tener: ser el mejor en lo que te dedicas. Un deportista prácticamente anónimo en pruebas a nivel internacional, algo que le vino bien cuando lideraba la carrera del sábado junto al belga Duvivier. Éste era favorito, y se vio ganador cuando se encontró en los últimos metros junto a un onubense desconocido. Emi se encontró con la oportunidad de su vida, y la aprovechó.

 

Foto: ITU (International Triathlon Union).

Emi es el nuevo campeón del mundo de duatlón. Pero tengo la sensación de que apenas nada en su vida va a cambiar. Fundamentalmente, su manera de ser seguirá siendo la misma. Eso es lo más importante, que no se le suban los humos. Confiamos en que eso no va a ocurrir. Pero también van a permanecer inmutable su estatus y sus recursos. De hecho, a la mañana siguiente a su hazaña, los medios de comunicación apenas le dedicaron unas líneas en sus espacios. Si siendo campeón del mundo no eres noticia, apaga y vámonos. Lo importante era si un jugador que gana millones de euros sonríe o no.

Me temo también que sus condiciones laborales tampoco van a mejorar mucho. Quizás algunos patrocinadores se le acerquen e incrementen la dotación en especies que hasta ahora unos pocos han hecho. Pero ni hablar de ingresos económicos. Emi seguirá hurgando horas para poder entrenar en una disciplina dura, muy sacrificada, y compatibilizarlo con sus otras actividades. Con un poco de suerte, le ofrecerán algo a tiempo parcial en algunas instalaciones deportivas a cambio de que el político de turno se haga con él la foto de rigor. Si eso es así (deberá ser así), tendrá que robarle horas al entrenamiento, y eso acarreará la lógica merma en su rendimiento. Así ha ocurrido con muchos deportistas, a los que hemos criticado en los pasados Juegos por no rendir al nivel esperado. Es complicado hacerlo compatibilizando entrenamientos con trabajo. Más si cabe, teniendo en cuenta que en otros países sus deportistas lo son a tiempo completo. Por eso, lo conseguido por Emilio Martín adquiere una dimensión enorme.

Éste es Emi. El campeón del mundo de duatlón. Y el de la bicicleta en el pasillo.