Salvada por una acreditación

Salvada por una acreditación

De no ser por lo que ocurrió en Boston, es muy posible que no me sintiera demasiado orgulloso de compartir lo que voy a contar. Un pequeño secreto fraudulento que nos hubiéramos guardado bajo llave mi mujer y yo. Pero creo que debemos abrir esa caja para que la gente sepa que esta infracción le salvó la vida.

RAFA VEGA

De no ser por lo que ocurrió en Boston, es muy posible que no me sintiera demasiado orgulloso de compartir lo que voy a contar. Un pequeño secreto fraudulento que nos hubiéramos guardado bajo llave mi mujer y yo, sin que nadie más lo supiese. Pero creo que debemos abrir esa caja y enseñársela a todo el mundo, para que la gente sepa que esta infracción le salvó la vida.

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Rafa y Nuria con la línea de meta al fondo. Foto: RV.

La tarde antes de la maratón fuimos a la zona de llegada para ver la meta y nos hicimos una foto justo en el lugar en el que horas más tarde pasó todo lo que pasó. Después acudimos al centro de prensa para recoger la acreditación que había solicitado meses antes. Como quiera que yo no la iba a utilizar el día de la carrera (al estar inscrito como corredor para participar en ella) decidí esquivar los principios deontológicos de mi profesión y cedérsela a Nuria. Total, ese pase de prensa no tenía nombre, de manera que ella lo podría llevar sin problema y ver la carrera desde una posición privilegiada, justo en la línea de meta. Además, podríamos vernos en mis últimos metros y así compartir la alegría de acabar mi décima maratón. Insisto, no me hubiera sentido orgulloso de contar lo que estoy relatando de no ser por todo lo que pasó después.

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Nuria durante la maratón. Foto: NURIA LAMA.

El siguiente párrafo lo escribo en condicional, entra dentro del terreno de las hipótesis. En circunstancias normales, sin esa acreditación, Nuria no habría accedido a la tribuna de prensa y hubiese buscado una ubicación lo más cercana a la meta. Ella es previsora por su experiencia como maratoniana consorte, así que hubiera sido madrugadora para llegar a tiempo y situarse a pocos metros de la línea de llegada. Justo el lugar en el que comenzó esta locura. Lo que no es condicional, sino el pretérito más imperfecto que me puedo imaginar es que esa acreditación que le di, sorteando la ética periodística, le salvó la vida. Desde la grada, delante de sus propias narices, explotó el primer artefacto. A muy pocos metros, pero lo suficientemente lejos de la masacre.

No sé qué hubiera ocurrido de no tener esa acreditación. Lo que sí sé es que, mientras escribo esto, ella duerme a mi lado intentando descansar tras unas horas de profunda angustia.

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La acreditación para prensa del maratón. Foto: RV.