Nucleares: preocupada y con razón

Nucleares: preocupada y con razón

Casi la mitad de los reactores nucleares europeos tienen más de 30 años y seguimos como si nada tres años después de Fukushima. Por el contrario, en vez de desmantelarlas quieren alargarles la vida. Casi la tercera parte de los reactores europeos se debería cerrar en los próximos 5 años.

Estoy muy preocupada por la nueva etapa de riesgo nuclear en la que quieren que nos aventuremos. Desearía que se tomase la decisión de terminar con las nucleares y que realmente se apostase por las renovables y la eficiencia energética, porque es la única forma de garantizar nuestras necesidades energéticas y solventar el cambio climático sin poner en peligro a las personas.

Mi esperanza es que los organismos y las personas que regulan la energía nuclear cierren las centrales que han sobrepasado su vida útil, en vez de ampliar su funcionamiento. Y es mi derecho que me tengan en cuenta, porque la participación pública debe ser considerada.

No quiero que me obliguen, ni a mí ni a nadie, a aceptar el aumento del riesgo que supone mantener centrales nucleares obsoletas. Por ello pido que se modifique la reforma energética para abordar el plan de cierre de las nucleares y despenalizar a las energías renovables, es más, quiero que se empiece a desmantelar Garoña ahora.

Todos nosotros, durante decenas de años, hemos convivido con centrales nucleares que se construyeron sin consultarnos y ahora son viejas, muy viejas. Aún así algunos quieren alargar sus vidas hasta los 60 años y esto nos conduce a una nueva etapa de riesgo para la que tampoco nos consultan.

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Casi la mitad de los reactores nucleares europeos tienen más de 30 años y seguimos como si nada tres años después de Fukushima. Por el contrario, en vez de desmantelarlas quieren alargarles la vida. Casi la tercera parte de los reactores europeos se debería cerrar en los próximos 5 años y, si les autorizan a seguir funcionando, lo harán sabiendo el peligro que suponen los reactores obsoletos para la seguridad.

Mientras tanto, se fuerza su rendimiento más allá de sus límites. Más de la mitad de los reactores en Europa operan por encima del nivel de potencia para el que se diseñaron, y esto obliga al reactor a producir más energía térmica, lo que a su vez implica que las tuberías, las válvulas o las bombas deben ser capaces de soportar condiciones más duras.

Todos sabemos que a más edad, más fallos. La mitad de las incidencias detectadas entre 2000 y 2006 fueron "significativas", mientras que sólo una décima parte de ellas fueron calificadas así en los 14 años anteriores.

La pérdida de experiencia de los trabajadores también supone un riesgo. En los próximos 5 años se jubilan más del 60 por ciento, la mayoría han pasado toda su vida laboral en la misma central y entre los nuevos contratos ha aumentado el porcentaje de trabajadores temporales por lo que parte del conocimiento no se transmitirá adecuadamente.

Las reparaciones son inútiles porque cuestan mucho, unos 300€ por kW de media, y no garantizan la seguridad porque no pueden alcanzar los nuevos estándares que se basan en las lecciones aprendidas en accidentes como el de Fukushima y en los avances científicos y tecnológicos.

Entretanto los residuos radiactivos continúan amontonándose. Un aspecto donde seguimos sin solución, igual que hace casi 60 años cuando se inauguró en el Reino Unido la primera planta de energía nuclear del mundo.

Estoy muy preocupada, y no me falta razón.

Raquel Montón