Esperanza Aguirre y el mendigo londinense John Dolan

Esperanza Aguirre y el mendigo londinense John Dolan

El otro día escuché a un político madrileño, de nombre Esperanza Aguirre, acusar a las personas sin hogar de "ahuyentar". Yo le invitaría a que conociera a alguna de esas personas que han perdido sus casas, que dedicara unos segundos de su apretadísima agenda a escucharles. Quizás descubriera que tiene delante a un artista o, simplemente, a un ser humano.

Esa persona que te cruzas en las escaleras cada mañana, aquel con el que intercambias miradas en el autobús a mediodía, ese individuo que, sin quererlo, se ha convertido en parte de lo cotidiano de tu vida. Del mismo modo que te cruzas al vecino del tercero izquierda, al pescadero que abre su negocio todos los días a en punto o a esa mujer trajeada que siempre va colgada del teléfono, también te los cruzas a ellos. Me refiero a esas personas de carne y hueso que, como tú y como yo, sangran si las pinchamos. Sujetos que, a priori, parecen haberlo perdido todo, pero que, sobre ese cartón de aspecto mugriento, y bajo ese ropaje sucio y deshilachado, tienen algo que decir. Y yo no consigo quitarme de la cabeza a John Dolan.

La primera vez que lo vi fue en Shoreditch High Road, una de las avenidas del este de Londres más transitadas, ya que une la estación de trenes de Liverpool Street con Old Street y Hackney Road, pasando por Bethnal Green y Commercial Street, todas ellas principales vías para los eastenders -o como se denomina a los que viven al Este del centro de Londres-. Cargado, para variar, con bolsas del supermercado Tesco, primero me topé con George, un Staffordshire Bull Terrier de color blanco ataviado con un jersey gris a rallas del que precisamente me llamó la atención su quietud. Impertérrito al paso de la gente -desde empresarios de la City hasta turistas, pasando por los propios londinenses haciendo su compra diaria -George no ladra, no se mueve ni se altera. Permanece tranquilo porque tiene al lado a su amo, el mendigo John Dolan.

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John en su muestra de arte. Foto: Flickr. TEDxEastEnd

La vida de Dolan no ha sido fácil. Las drogas, la delincuencia y algún que otro problema de salud lo dejaron en la calle. No veía futuro alguno hasta que un amigo suyo, que también vivía en la calle, le regaló a George, por quien él, previamente, había pagado 20 libras. Ya no podía cuidarlo. Pero Dolan tampoco, ya que apenas podía cuidar de sí mismo. Dolan recuerda colocar a George en el suelo, clavado, y situar a escasos centímetros una lata vacía. Estaba avergonzado, prefería robar a mendigar. Pero fue precisamente robar lo que le llevó a su situación actual. Entonces se decidió por pintar. Día tras días pintaba lo que veía, y eso no era otra cosa que a George mendigando. Sus dibujos plasmaban los edificios colindantes, el Tesco, los viandantes, y a George que, inmutable, acompañaba a Dolan en su periplo diario. Pronto decidió vender esos dibujos a la gente que por allí pasaba y así ganar algo de dinero. Mejoró su técnica y, como ganaba más dinero, se motivaba a seguir pintando.

Alguien que pasó por allí quiso ver plasmados sus dibujos en un libro que coleccionaba muestras de arte urbano del Este de Londres. Dolan aceptó. La galería Howard Griffin, situada en frente a dónde él mendigaba, le ofreció mostrar algunos de sus dibujos. Aceptó. Algunas de sus obras llegaron a venderse ¡por 2.000 libras! Incluso autores de renombre fueron invitados a imitar las obras de John. Y de ahí, exhibiciones en salas más grandes, conferencias, exposiciones en hoteles de lujo y apariciones en documentales. ¡Hasta ha publicado su propio libro: John and George: The Dog Who Changed My Life (John y George: el perro que cambió mi vida)! Detrás de cada una de estas personas sin hogar o homeless hay una historia, las hay más o menos complicadas, tristes o menos tristes, pero todas y cada una de ellas existen y cohabitan con nosotros.

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Dolan y George en la presentación de su libro. Foto: Flickr. TEDxEastEnd

El otro día escuché a un político madrileño, de nombre Esperanza Aguirre, referirse a las personas sin hogar como una de las cuestiones que más daño hacen al turismo, ya que "ahuyentan" a los turistas. Yo le invitaría a que conociera a alguna de esas personas que han perdido sus casas, que dedicara unos segundos de su apretadísima agenda a escucharles. Quizás descubriera que tiene delante a un artista o, simplemente, a un ser humano. Y yo me pregunto, ¿qué pensaría John Dolan de su actitud? ¿Y George?