Londres: No puedo dejar de volar con Ryanair

Londres: No puedo dejar de volar con Ryanair

Suena esa famosa corneta una vez el avión ha aterrizado, como poniendo punto y final a un vuelo que más parecido a una película de Almodóvar, ha simulado una de David Lynch. Pero, ¿por qué seguimos volando con ellos? ¿Yo? No lo sé, pero acabo de reservar mis vacaciones con ellos.

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Posiblemente no haya aerolínea europea que más asuste a tus padres que Ryanair. Las últimas noticias sobre los aterrizajes de emergencia por la falta de combustible, la petición de no usar cinturón de seguridad durante el vuelo o aquello de querer cobrar por ir al lavabo se unen a las cada vez más hilarantes y polémicas declaraciones de su presidente, el irlandés Michael O'Leary. Recordemos que este hombre llegó a anunciar precios rescate cuando otra aerolínea europea anunciaba su lenta quiebra, llegando incluso a publicitar estas tarifas en el mismo lugar y a la misma hora en que cientos de afectados por el cierre de la compañía protestaban en el aeropuerto de Bilbao. Entre otras perlas dijo que el cierre de Spanair suponía "una gran noticia para el Turismo y el empleo en España". Claro, después tuvo que salir escoltado del aeropuerto.

Y otra más. En el marco de la crisis financiera y el rescate a España, el pasado verano llegó a lanzar una campaña publicitaria con la foto del famoso 'Tío Sam' bajo el lema 'Este verano quédate en España, ¡Te necesita!'. Y a eso se suma aquel asunto de las garrapatas o el de las mascarillas de oxígeno. Pero, ¿por qué seguimos volando con Ryanair? ¿Son los vuelos tan baratos? ¿Es el servicio de primera calidad? ¿Son escrupulosamente puntuales? ¿Son los aviones cómodos? ¿El personal atento? Tú que vuelas con Ryanair sabes la respuesta.

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Ryanair ofreciendo 'Ofertas de rescate en vuelos nacionales'. Foto: RGS.

Mi experiencia volando con Ryanair se la debo a todos y cada uno de los vuelos Madrid-Londres que me he hecho a lo largo de esta peripecia londinense. La aventura comienza desde que uno decide reservar un vuelo (ya, claro, todos tenemos ese amigo de otro amigo que ha volado con Ryanair por 5 euros a no se dónde), y lo primero que uno ve al entrar en la web es: vuelos a 8 euros, viaja por 12 euros, etc. Eso llama la atención. Tranquilo, que tu vuelo, el que has venido a reservar no cumple los requisitos. ¡Me apuesto una cena! Una vez seleccionada la tarifa, comienza la carrera de obstáculos. Y es que Ryanair juega con el descarte, o lo que es lo mismo, si no marcas la casilla del NO en sus múltiples preguntas, el sistema de reserva no te dejará avanzar o, en el peor de los casos, contratarás un paquete (un seguro de vuelo, una maleta, un coche de alquiler...) que ni siquiera conoces. Eso ya le pone a uno alerta. Una vez terminada la gymkhana, tenemos un billete que, me vuelvo a apostar otra cena, ha costado más de lo que pensamos inicialmente. ¿Me equivoco?

Una vez llega el gran día y tenemos que facturar, las reglas son muy estrictas, si no sabes dónde está la cola de facturación, simplemente busca a un grupo de personas deshaciendo sus maletas e intentando hacer malabares con los kilos de más, ya que cada kilo que uno se pase del límite establecido para el equipaje facturado será cobrado por 20 libras. "Nada cariño, llévate este aceite del pueblo de tu madre de vuelta, no cabe en el equipaje" o "mamá, dile a la abuela que gracias por esta barra de salchichón del pueblo de dos kilos, pero otra vez será". ¡Bienvenidos a Ryanair! Maleta facturada, el siguiente paso es el arco de seguridad. Nada, sólo tienes que quitarte el abrigo de dos toneladas, el polar que te compraste hace años y que adoras, el jersey de lana que tu tío te regaló las pasadas Navidades porque en Londres hacía mucho frío, el cinturón, las botas, el suelto, las llaves de casa, las llaves de tu otra casa, el reloj, el móvil, la cartera, etc. "¡Antes de que me lo cobre Ryanair, me lo llevo puesto!", se escucha en la cola de seguridad.

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Viajeros embarcando en un vuelo de Ryanair. Foto: Flickr. Sean MacEntee.

El siguiente paso será la cola de embarque dónde los empleados de Ryanair mirarán escrupulosamente si el equipaje de mano cumple las dimensiones establecidas. Aquí ya no hay marcha atrás. "¿Quién quiere un libro de Paulo Coelho?", dice una intentando quitarse laste. "Regalo unos pantalones de pana de Zara", apresura otro. A veces la Navidad llega antes a Ryanair que a El Corte Inglés. Aún recuerdo a aquella joven a la que obligaron a meter en su equipaje de mano al menos tres bolsas llenas de regalos -la regla es un equipaje por pasajero-. Tras veinte minutos de quebradero de cabeza, consiguió cerrarlo y, de regalo, la ovación de todos los que allí esperábamos. No faltaron aplausos, gritos y aquel "¡Guapa!", que soltó el último de la fila. Todo queda en familia. La gran familia de Ryanair.

Una vez dentro del avión, comienza el festival. Olvídate de todo lo que has visto y oído hasta ahora. ¡Esto es el mercadillo! Habrá desde sorteos rasca y gana, hasta la venta de cigarrillos electrónicos, pasando por ese carrito que si no lo verás diez veces no lo verás ninguna. Y todo, como en las buenas tómbolas, anunciado por megafonía. ¿Quién quiere dormir en un vuelo? Somos tan previsibles, los usuarios me refiero, que siempre nos sorprendemos con las mismas cosas como, por ejemplo, cuando anuncian la revista Sálvame (sí, la venden por 1 euro) o como cuando suena esa famosa corneta una vez el avión ha aterrizado, como poniendo punto y final a un vuelo que más parecido a una película de Almodóvar, ha simulado una de David Lynch. Pero, ¿por qué seguimos volando con ellos? ¿Yo? No lo sé, pero acabo de reservar mis vacaciones con ellos. Otra vez.