Londres: De pubs ingleses o bares españoles

Londres: De pubs ingleses o bares españoles

"¡Manolo! Ponte una de bravas y cinco cañas más. ¡Ah, y una de croquetas!" Quizás ésta sea una de las frases que un español viviendo en Londres echa más de menos. La compañía puede que sea la misma, el local puede que tenga su historia, pero el ambiente es indudablemente diferente.

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"¡Manolo! Ponte una de bravas y cinco cañas más. ¡Ah, y una de croquetas! ¡Pero caseras, eh!" Quizás ésta sea una de las frases que un español viviendo en Londres echa más de menos. Allí se traduciría por algo parecido a esto: "Hey mate, you are alright. Can we get two lager, a Carling and a pear cider, please? Can you also bring us some peanuts? Cheers", o lo que se traduciría por "Hola, ¿Qué tal? ¿Podría ponernos por favor dos cervezas, una Carling y una sidra de pera? ¿Podría ponernos también unos tristes panchitos para picar? Gracias". La compañía puede que sea la misma, el local puede que tenga su historia -la inglesa más relacionada a clubes de fútbol londinenses, la española más a Manolete o El Juli- y el camarero, cada uno en su estilo, puede que dé para escribir un libro o dos. Pero el ambiente, eso que los ingleses llaman la atmosphere, es indudablemente diferente.

Aunque los hay diferentes -sucios, limpios, gastro, modernos, pijos, antiguos- el entrar a un pub inglés -pub viene de public house o casa pública- lo suyo es que huela a una fusión entre meados y cerveza pegada a un suelo de madera y fútbol, mucho fútbol con un cartel bien grande que rece Sky Sports. El bar español -y me viene a la mente, por ejemplo, El Tigre de Calle Infantas en Madrid es más bien una bat-cueva donde incluso antes de entrar por la puerta el camarero ya te está dando la bienvenida, incluso antes de acomodarte ya le has pedido las cervezas y para cuando has encontrado una esquinita junto a un botecito de palillos mondadientes y un servilletero -sin servilletas, por supuesto-, tres platos caen sobre esa repisa con una tortilla española, un plato de embutidos y una ración generosa de paella. Aún recuerdo ese inglés de mediana edad sorprendido al ver cómo el camarero le servía un plato enorme de carne en salsa con patatas con su cañita -además, él dijo "cañita", con ese perfecto acento guiri que sólo ellos saben pronunciar- ante lo que respondió asustado al más puro estilo Amy Winehouse: "No, no, no". A lo que el camarero dijo: "¡Anda, si te voy a cobrar lo mismo!"

Todo bar español que se precie ha aniquilado unas cuantas reses y prueba de ello son las cabezas de toro que cuelgan de sus mugrientas pareces. Sólo en esos bares un inglés dice "Oh my God, look at that. This is Spain". En un pub inglés verás fotos enmarcadas de equipos de fútbol de segunda y tercera, donde el quinto por la derecha es sobrino del ex de la mujer del camarero. Eso sí, de lo que gozará este lugar es de aquello tan bien estudiado y patrocinado que llaman el beer garden, que sería algo así como el jardín de la cerveza, o lo que es lo mismo, un patio trasero, más o menos currado, donde deleitar una de las birras mientras uno se fuma un cigarro. Siempre pensé que deberían llamarse Smoke gardens. Los tienes sencillos, como The Misty Moon en Bethnal Green Road con Ainsley Street o más modernitos como el Benny's bar en el cruce de Brick Lane con Bethnal Green Road, con sus lucecitas de noche, mesitas y alguna que otra pieza de algún grafitero del barrio. ¿Qué dice la Ley de estos Beer Garden? Como dicen en los supermercados ingleses para atender al siguiente en la cola. "Next, please" -siguiente por favor-.

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Beer Garden en The Misty Moon. Foto: Misty Moon Website

La comparación es odiosa. Lo que en España son cañas -una medida (pequeña) pero en cierto modo razonable si estás con el aperitivo-, en Londres son pintas (1 pinta equivale a 0,47 litros). De esta manera cada vez que pides una cerveza en Reino Unido te estás tomando medio litro de ésta. Tres cañas inglesas equivaldrían a casi litro y medio de cerveza. Borracho perdido. Y lo que es más característico es que no te pondrán ni un mísero panchito a no ser que los pidas. La bolsita de panchitos saldrá a dos o tres libras (4 euros), mientras que por ese precio en Bar El Lagar en la Calle Ferraz de Madrid tendrás una ración de patatas bravas de armas tomar. "Sí, si lo que engorda no es la cerveza sino la tapa", diría un amigo mío. Si lo que buscamos es comer y beber, no hay nada mejor que tapear por el barrio de Chueca, gay district y reconocido como el Soho de Madrid; si prefieres unas tapas algo más elaboradas y un ambiente más internacional, será La Latina; si, por el contrario buscas algo más diferente, mestizaje cultural y cultura de barrio, entonces tu zona será Lavapiés o, me atrevería a decir, algunas calles de Malasaña. Si lo que buscas es verte inmerso en la cultura literaria de la capital española, El Barrio de Las Letras será tu espacio. De Madrid al cielo.

Sin embargo, si algo me tiene enamorado de los pubs ingleses, más allá de sus pintas, su fútbol, sus camareras de ochenta años de edad, sus beer garden y sus panchitos de oro, es su respeto. La sensación de que nadie es más que nadie y todos comparten, hablan y desean conocer al otro. No hay grupos cerrados de cuatro personas, en seguida uno se dará la vuelta al paso de alguien que se choca y a raíz de un chascarrillo nacerá una conversación que derivará en otra, y así hasta que el grupo de cuatro es ahora de dieciséis personas en el que hay ingleses, españoles, franceses, italianos, lituanos y japoneses. En el que hay un bróker que trabaja en Canary Wharf, un agente de Marketing de una empresa cercana a Leicester Square, un joven Relaciones Públicas de un hotel del centro de Londres, un estudiante y una dependienta de una tienda pequeñita de imanes en Columbia Road, entre otros.

Siempre me han gustado las conversaciones de bar, el reunirte con amigos, rodeados de una primera ronda de cañas salvar el mundo por un instante. Dejarte llevar por las burbujas de esa cerveza fresquita y opinar, porque si algo no cuesta es opinar y contar historias, rebatidas en muchas ocasiones por tus amigos, pero será entonces donde nazca la disputa y entrará en juego la argumentación de por qué dijiste eso o lo otro. Segunda ronda. Entonces llegarán los puntos comunes, el acuerdo y la celebración con una tercera ronda; y para cuando quieras darte cuenta, ya habrás comido y los digestivos estarán sobre la barra, encimera refrigerador metálica, que el camarero se empeña en limpiar una y otra vez con ahínco. Ya sea Pepe García o Elizabeth Smith quien te sirva las birras, al final pagarás la cuenta y te irás a casa. Eso sí, más feliz que cuando viniste.