Un pedazo de goma que nos puede salvar la vida

Un pedazo de goma que nos puede salvar la vida

Los automovilistas toman la errónea decisión de ajustar su presupuesto a base de la calidad de los neumáticos, alargando la vida útil de los que usan y descuidando las siempre necesarias labores de mantenimiento. Y caer en esa trampa es hacerlo en comprometer nuestra propia seguridad.

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No es algo que generalmente nos entusiasme. Nos interesamos mucho más por un buen equipo de audio o por esa tapicería de cuero tan elegante. Los neumáticos suelen pasarnos desapercibidos a la mayoría de los automovilistas; son negros, van al ras de suelo, se ensucian, no diferenciamos unos realmente buenos de una marca asiática de dudoso prestigio, un trozo de goma en definitiva... Sin embargo, algo que nos parece tan insignificante en realidad puede salvarnos la vida, puesto que de ellos depende en buena parte el comportamiento de nuestro coche, que vaya por donde le indiquemos al llegar a una curva o que frene sobre el asfalto mojado antes de llevarnos por delante a ese motorista que se ha parado justo delante de nosotros en un semáforo.

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Resulta una obviedad pero, como tantas otras, la olvidamos a menudo. Los neumáticos son el único punto de contacto de nuestro vehículo con la superficie por la que circulamos. Nos servirá de muy poco tener un cochazo estupendo, de elevada potencia, con frenos casi de carreras, suspensiones sofisticadas y las más avanzadas ayudas electrónicas a la conducción si lo que nos une al asfalto no cumple con su cometido. Un neumático de baja calidad, con la presión incorrecta, un dibujo insuficiente o unas características inadecuadas (medida, perfil, diseño, código de velocidad...) puede transformar nuestro modernísimo coche en una peligrosa mole fuera de control en determinadas circunstancias.

La buena noticia es que un buen neumático tampoco exige demasiada atención, sólo la mínima imprescindible. Controlando de forma periódica que circulamos con la presión correcta, estando atentos muy de cuando en cuando a la profundidad del dibujo (algo sencillo puesto que los fabricantes incluyen avisadores visuales para conocer cuándo se rebasan los límites de seguridad) y sustituyéndolos siempre que sea necesarios, ganaremos en seguridad y ahorraremos en consumo. Porque un neumático que funciona correctamente no sólo garantiza la estabilidad del vehículo, también propicia un menor gasto de combustible y, en consecuencia, unas emisiones de CO2 inferiores. Y lo de cuidar el medio ambiente debería ser ya para todos algo más que una moda pasajera...

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Desatender los neumáticos es hacerlo con nuestra integridad y bolsillo. Y, lamentablemente, es algo mucho más habitual de lo que podríamos imaginar, con las graves consecuencias que tanta desidia al respecto llega a provocar. Según los estudios realizados por MICHELIN, líder del sector y especialmente sensibilizado con la seguridad de los automovilistas, el 10 % de los conductores españoles circula con cubiertas que están por debajo de su profundidad mínima de utilización, el 14 % de ellos confían su seguridad a cubiertas con daños visibles y el 20 % de los vehículos que son rechazados en las ITV españolas es a causa de defectos en sus trenes de rodaje: ejes, suspensiones y los propios neumáticos.

Y lo más preocupante es que esta tendencia parece estar agravándose como una consecuencia más de esta nefasta crisis que con tanta fuerza nos golpea. Los automovilistas toman la errónea decisión de ajustar su presupuesto a base de la calidad de los neumáticos (recurriendo a marcas de segundo nivel pero más baratas, aunque sólo supuestamente ya que a medio plazo nunca es así), alargando la vida útil de los que usan y descuidando las siempre necesarias labores de mantenimiento. Y caer en esa trampa es hacerlo en comprometer nuestra propia seguridad, la de quienes nos acompañan en nuestro coche y de quienes nos rodean en la circulación. Lo dicho: nunca olvidemos que ese negro trozo de goma nos puede salvar la vida, así que... ¡mejor ahorremos en algo de menor trascendencia!

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