El príncipe, Leonor y las lenguas cooficiales

El príncipe, Leonor y las lenguas cooficiales

Con ocho años, Leonor puede aprender con facilidad varias lenguas. Como lo está haciendo la princesa Elisabeth de 12 años: heredera al trono de Bélgica, donde tiene que hablar las tres lenguas oficiales. ¿Por qué allí no es noticia y aquí sí? Es obligación moral de la corona de un país, conocer las distintas lenguas que hablan sus ciudadanos.

Parece que la futura reina de los españoles tendrá cierto conocimiento de euskara, gallego, catalán y valenciano. No sabemos si con fluidez, o simplemente un barniz cultural para salir del paso.

Es probable que si los responsables de su formación son realmente sensibles y pragmáticos hacia las lenguas cooficiales, la hoy Infanta Leonor logre hablar con cierta fluidez el catalán, valenciano y el gallego. Ahora bien, el euskara es otro cantar.

Está muy bien que su abuela paterna le hable solo en inglés. Eso que la niña lleva aprendido. Pero con la misma fluidez debiera dominar, en un futuro, todas las lenguas que se hablan en el Reino que heredará un día.

Cuando el pasado 21 de julio Philippe juró su cargo como nuevo Rey de los belgas, lo hizo en los tres idiomas oficiales de Bélgica. Algo normal en un país donde la diversidad lingüística provoca no pocos conflictos políticos y culturales. Por la cuenta que le trae a la corona, el heredero está obligado por ley a dominar el neerlandés, que lo habla el 60 % de la población, el francés, el 35% de los ciudadanos, y el alemán, idioma de la comunidad germanófona que apenas alcanza el 1 %.

Sin embargo, a nadie le sorprende que el rey de los belgas, como se denomina oficialmente al monarca en el trono, utilice habitualmente en sus comparecencias públicas las tres lenguas, que domina con fluidez. Está educado en ellas. Aquí sin embargo el Rey de España tan solo utiliza el castellano. En el discurso navideño, ni siquiera pronuncia unas frases hechas en las distintas lenguas cooficiales para felicitar a aquella parte de la ciudadanía que ama su lengua autóctona, al menos por puro formalismo y respeto al resto de los idiomas cooficiales.

Obviamente a su edad y teniendo en cuenta el contexto político en el que fue coronado, hace 38 años, las lenguas que se hablan en las distintas nacionalidades históricas españolas no parece tenerlas en cuenta, aunque debiera, siquiera por respeto. Es una cuestión de sensibilidad y pragmatismo en un país donde la corona no atraviesa su mejor momento. Y si es Rey de los catalanes, los vascos, los gallegos y los valencianos, a la hora de reivindicaciones patrias, debiera empezar por tener en consideración sus lenguas. Son cooficiales. Por ley. A diferencia de lo que ocurre en Bélgica, aquí sin embargo, el monarca no está obligado a hablarlas por ley.

A Don Felipe sí que se le escucha pronunciar algunas frases en euskara cuando viene por el País Vasco, aunque sean meramente protocolarias. Como la última vez que estuvo en la inauguración del Foro de Empleo en la escuela de ingeniería Tecnun de San Sebastián. Se apreció el esfuerzo que hizo en la lectura. O en catalán, cuando visita aquella comunidad. Algo de agradecer, porque con ese gesto demuestra una sensibilidad y una intención de acercamiento a la comunidad donde se encuentra. Independientemente de que su pronunciación y acento sea buena o mala, el Príncipe de Asturias cuando viene a Euskadi siempre tiene en sus discursos unas frases breves en euskara, que son bien acogidas entre la ciudadanía. Lo deseable sería algo más; pero como su regio padre, Don Felipe no fue educado en la cooficialidad. Su hija y heredera al trono ha nacido en ella. Que no lo olviden.

Con ocho años, Leonor puede aprender con facilidad varias lenguas. Como lo está haciendo la princesa Elisabeth de 12 años: heredera al trono de Bélgica, donde tiene que hablar las tres lenguas oficiales y hacerlo no es noticia; por el contrario, aquí el que la infanta empiece a tener "conocimiento de las lenguas cooficiales" ocupa más de un titular; como si fuera un hecho extraordinario. ¿Por qué? Es obligación moral de la corona de un país, conocer las distintas lenguas que hablan sus ciudadanos.

Los príncipes, que seguirán muy de cerca su estricta educación, son conscientes de que su heredera se enfrentará a un mapa lingüístico con una rica diversidad cultural, pero también una fuente potencial de más de un conflicto político por la ignorancia y el mal entendido sentido patriótico de algunos sectores que no ven más allá de los Pirineos. Porque si algo puede engrandecer a un país es su cultura y su diversidad idiomática.

Preindoeuropea y sin relación con ninguna otra lengua conocida, el euskara es hasta el momento la lengua más antigua del viejo continente; todo un patrimonio lingüístico del que debiéramos estar muy orgullosos. También la Corona. A la infanta Leonor nadie le va a pedir que hable euskara con fluidez: entre otras cosas, y siendo prácticos, porque es demasiado difícil y gramaticalmente una lengua muy compleja como para que lo aprenda con esporádicas clases de tarde en tarde. Porque las lecciones que le impartirán en Zarzuela sobre las lenguas cooficiales, no irán más allá del puro formalismo.

Ahora bien: sí que se le puede exigir que tenga un conocimiento básico y sobre todo una dicción correcta cuando lea sus discursos futuros. Al igual que probablemente entone villancicos en inglés, no estaría de más que los responsables de su educación inviten a la infanta Leonor a escuchar melodías populares vascas y grabaciones infantiles propias de su edad; que en la televisión vasca hay muchas y variadas grabaciones de los populares payasos Txirri, Mirri eta Txiribiton que pueden resultarles bien entretenidos a las pequeñas, y de paso hacer oído.

El reinado que heredarán Felipe y Letizia nada tiene que ver con el país que acogió a Juan Carlos como Rey. Hoy España se está convirtiendo poco a poco en un campo de batalla entre las comunidades con derechos históricos y el mapa de las autonomías diseñado apresuradamente durante la transición. Una batalla desatada por culpa de una clase política que no está sabiendo estar a la altura ni conocer bien la historia o, al menos, eso parece.

Con un país en el que habitan culturas tan diversas, y donde el futuro de la monarquía comienza a estar en entredicho, no estaría de más que la futura Jefa del Estado se familiarizase con las lenguas que se hablan en su territorio. Está muy bien que hable inglés, mandarín, francés, y todos los idiomas que consideren oportuno en Zarzuela. Pero primero lo suyo, lo que se habla en el país, porque de todos sus ciudadanos, no solo de los que únicamente hablan español, depende la estabilidad y el futuro de la corona. La cultura y la lengua son los mejores vehículos de transmisión para establecer una comunicación fluida y un acercamiento natural entre diferentes. Y qué mejor para la monarquía del siglo XXI que ir identificándose poco a poco con el rico patrimonio lingüístico con el que cuenta España.

Al príncipe de Asturias no se le va a pedir que hable euskera, pero a su hija sí que al menos demuestre un conocimiento básico. Porque si quiere ganarse a los vascos, tendrá que empezar a hablarles en su misma lengua.

Intelectuales, expertos lingüistas de todo el mundo, se interesan por la milenaria cultura vasca. De hecho La City University of New York (CUNY) y la Universidad de Chicago, cuentan con dos cátedras de estudios vascos: la Bernardo Atxaga, y Koldo Mitxelena, respectivamente. Sin contar los investigadores que trabajan en la difusión del euskera en la Freie Universität de Berlín, la Sorbonne Nouvelle de París o la Universidad Goethe de Frankfurt que en breve contará con una tercera cátedra de estudios vascos que llevará el nombre del escultor Eduardo Chillida.

No estaría de más también que cuando los Príncipes viajen por el mundo, se interesasen y contribuyesen al reconocimiento de la lengua europea más vieja del continente. También es suya, que no lo olviden.

SI Leonor va a ser la reina de todos los españoles, deberá ir ganándoselos uno a uno, porque el futuro de la monarquía, entre otras cuestiones de Estado, dependerá de la penetración social con que cuente la institución, y no basta con que desde Casa Real se haga una campaña para que los niños manden dibujitos a las infantas sobre lo que es la monarquía. Más importante es quizás que visite y se relacione, en la medida que su estatus se lo permita, con niños de otras comunidades y les escuche hablar en su lengua porque también forman parte del país en el que reinará.

Ahora es tan solo una niña, pero sin posibilidad de elegir su futuro. Así que mejor que su formación se adecúe a la realidad social actual. Y si quiere asegurarse el trono, tendrá que empezar por seguir muy de cerca a las comunidades históricas que tanta guerra dan.

Esta muy bien preparar una heredera global, con idiomas universales, pero primero hay que asegurar que los cimientos de la propia casa no se resquebrajen.