Haití: ¿El país de la emergencia permanente?

Haití: ¿El país de la emergencia permanente?

@Rosa Tristán / Alianza por la Solidaridad

Una vez que se ha conocido Haití es imposible desprenderse de esas miradas vacías de esperanza con las que te tropiezas a cada paso, en los porches de las casas de cuatro tablas, en los campos resecos, en las calles sin asfalto. Pero también es imposible dejar de pensar en todas aquellas personas que cada amanecer se enfrentan a la ingente tarea de trabajar para romper esa sensación general de que lo suyo no tiene remedio, que viven en un pedazo de tierra acosado por los desastres naturales geológicos y ambientales y, sobre todo, preso de su historia y avasallado por un mundo económico en el que se abre paso la corrupción consentida y el mercantilismo a costa del hambre ajeno.

Por ello, cuando un presidente de una potencia como Estados Unidos, por cierto directamente implicado en su situación, lo llama "país de mierda" no puedo por menos de recordar esas calles inundadas de basura plastificada de los productos que, con escasos aranceles, llegan a las casas haitianas desde su rico vecino del norte, ni los sacos de arroz con etiquetas 'Made in USA' (también es muy barato importarlo, aunque se hunda el mercado local) y tampoco puedo olvidar a los delegados de empresas textiles que trabajan para Wall-Mart y la texana JCPenney que conocí, por casualidad, en el aeropuerto de Puerto Príncipe y me hablaban de 'lo barata' que salía en Haití la mano de obra respecto a México". En concreto, 3,8 euros al día.

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Haití, en solamente ocho años, ha sufrido un brutal terremoto (2010) que mató a más de 316.000 personas, varios huracanes destructores (Matthew en 2016 e Irma y María en 2017) y unas sequías que cada año son más seguidas y más graves. Resultado: 1,3 de cada 10 personas no tienen suficiente para comer, lo que se llama en términos oficiales "inseguridad alimentaria aguda" y aboca al país a grave crisis humanitaria.

A comienzos de 2018, menos del 10% de las 100.000 casas destruidas por el huracán Matthew de 2017 han recibido ayuda para un acondicionamiento adecuado para vivir y las perspectivas son nefastas en un 2018 donde se prevén fuertes sequías y más lluvias torrenciales.

Ante este panorama ¿qué pasa con la respuesta internacional? Pues cada vez es más exigua. La ayuda -que según el sector humanitario debería ser de no menos de 206 millones de euros para este año- no deja de caer en picado. Esa es la cantidad por la que se ha hecho un último llamamiento, después de que la crisis de los refugiados en Europa haya desviado hacia dentro de nuestras fronteras comunitarias gran parte de los fondos internacionales para la cooperación y las emergencias, que en el caso de España son unos 2.400 millones de euros anuales (el rescate de las autopistas de peaje costara unos 2.000 millones, por poner un ejemplo).

Así, mientras el impacto del cambio climático es global y países como Haití sufre sus consecuencias; y mientras las empresas cada vez son más deslocalizadas y buscan los recursos, humanos o naturales en cualquier rincón del planeta que no les pertenece y Haití también sufre sus consecuencias, la solidaridad se hace más local, más pequeña, con una apuesta mínima para lo que es desarrollo frente a lo que es pura emergencia. Lo inmediato frente trabajar para el futuro.

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Debiera ser inadmisible que en foros como el de Davos los poderosos escenifiquen el éxito del crecimiento de la economía global, tras la última gran crisis, pero se obvie que toda la riqueza se concentra en cuatro manos; que no debatan sobre cómo sus acciones no frenan, sino todo lo contrario, el cambio climático; que no cuestionen a las grandes empresas que roban agua, semillas, tierra o ríos, como en Guatemala (caso Renace con ACS) y tantos otros lugares; que se laven las manos de las muertes de casi 300 líderes de territorios que no querían sus negocios.

Países como Haití tampoco figuran en el mapa de Davos. No existen. Si que está, y por cierto con honor, Noruega, el primer país del ránking de 'desarrollo inclusivo', esa nueva vara de medir la riqueza en la que comienza a ser importante, afortunadamente, no sólo cuánto tienes sino cómo lo distribuyes. Vara que no gusta a todos. Pese a la invitación de Trump, como es de imaginar los noruegos no están muy interesados en irse a vivir a Estados Unidos, en el puesto 23, a tres de España (29), que retrocede puestos.

Este es el escenario en el que trabajan las ONG. En ellas, en Haití, Alianza por la Solidaridad, donde con dinero europeo está proporcionando medios de vida y de subsistencia en las zonas más afectadas por los desastres. De momento, más de 8.000 familias han recibido ayuda, ya sea dinero para alimentarse a cambio de trabajo comunitario o semillas o herramientas o plantones de frutales. En total, hasta ahora se han distribuido 712.000 euros, una gota en un océano de necesidades, pero una gota imprescindible para garantizar su seguridad alimentaria.

  5c8a573d240000f404a2f62f@Rosa Tristán / Alianza por la Solidaridad

Es evidente que anuncios como la posible deportación de 59.000 haitianos que viven en Estados Unidos, después de que el Gobierno de Donald Trump les retirara su protección especial en noviembre pasado, no hará sino empeorar las perspectivas. Los haitianos en EEUU tienen de plazo hasta julio de 2019 para regresar a su devastado país o buscar una alternativa para residir legalmente en EE UU. ¿Alguien cree que es eso posible? No se me quitan de la cabeza los deportados de República Dominicana que ví malviviendo en casas hechas de trapos en la frontera de la isla La Española. Eran parte de los 230.000 expulsados del país vecino desde que entró en vigor la ley que lo permitía en 2014. Los deportados llegan a un país sin capacidad para atender sus necesidades básicas.

¿Ahí irán a parar los que se fueron en busca del sueño americano?

Ahora, hagamos cuentas. Los 206 millones de euros que considera necesarios el sector humanitario para Haití en 2018 son para invertirse en "la recuperación sostenible de 2,1 millones de personas" . Son menos de 100 euros para cada uno de esos seres humanos en 365 días, ni 30 céntimos por jornada. Realmente, conseguir que Haití deje de ser 'un país en emergencia permanente' no puede ser un imposible. Es barato a cambio de su futuro. En nuestras manos está presionar y apoyar a quienes luchan en ello para lograrlo.

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Soy periodista de divulgación científica y ambiental, también interesada en temas de índole social. Durante 21 años he trabajado en el diario 'El Mundo', hasta que llegó el último ERE. Ahora, colaboro con 'Reserva Natural', de RNE 5, el periódico 'Escuela', la Fundación Félix Rodríguez de la Fuente y otros medios como 'freelance', a la espera de tiempos mejores. Autora del blog Laboratorio para Sapiens.