Málaga está para comérsela

Málaga está para comérsela

Para los que no somos de Málaga, esta ciudad nos da un poco de rabia. Nos da rabia que tenga playa, museos, un centro histórico peatonalizado, festivales, patrimonio, sol, terrazas... ¡Vamos, que en Málaga se vive muy bien!

Tener tantos alicientes de ocio y cultura hace que no demos tanta relevancia a uno de los aspectos más interesantes de la ciudad: la gastronomía. Porque en Málaga, también se come muy bien.

Lo primero que haremos en nuestro recorrido culinario por la capital de la Costa del Sol es desayunar. Los malagueños por la mañana beben una nube y comen un pitufo. El pitufo es la variante malagueña de la tostada con tomate, mermelada o jamón que se toma en el resto de España, solo que allí es un bocadillo llamado como los personajes de dibujos y se acompañan con una nube (café corto) o una sombra (un poco más de café) mientras comentas el sofocante calor que hace.

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Con un pitufo en el estómago, vamos paseando por la calle Marqués de Larios dejando a un lado la Catedral y el Museo Picasso hasta llegar al Mercado de Atarazanas. La provincia de Málaga tiene varios subclimas, desde el tropical al continental, pasando por el mediterráneo. Esto hace que produzcan desde mangos hasta espárragos, pasando por su propia especie de cabras y una gran variedad de pescados a unos precios que ya nos gustaría encontrar en el interior. Toda esta infinita colección de productos los tenemos en el Mercado de Atarazanas, el más bello de la ciudad. Este es un buen momento para un aperitivo de pescaíto frito y gazpacho en las freidurías que encontrarás dentro del mercado.

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Sigo paseando por el Palmeral de las Sorpresas hasta el Muelle Uno del puerto. Desde el Centro Pompidou de Málaga contemplo la Alcazaba, a cuyos pies se encuentra el Teatro Romano, nuestro siguiente destino culinario. Si hay alguien capaz de hacer sombra a Picasso o Antonio Banderas en esta ciudad es El Pimpi, la bodega más popular y con más solera. Hay que visitar este templo gastronómico aunque no se consuma nada, pero ya que vas, tómate un descanso acompañado de su afamada ensaladilla rusa con un vino dulce.

Pasado el mediodía el sol empieza a caer a plomo y la playa de La Malagueta es el mejor lugar para echar la tarde. Allí hay que cumplir la tradición de tomarse una cervezita fresca acompañada de uno de los iconos de la ciudad: los espetos. Las playas de Málaga no se conciben sin esas barcas de arena donde las sardinas de van haciendo lentamente el las brasas.

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Esta ciudad no es sólo tapeo, también tiene afamados restaurantes. Vamos a ponernos elegantes para disfrutar de una cena bajo las estrellas Michelín. En el hotel DoubleTree Hilton de Fuengirola se encuentra el restaurante Sollo. Dirigido por el chef brasileño Diego Gallegos, conocido como el chef del caviar, su menú se basa en pescados de río... que él mismo cría.

Una de las razones por la que Sollo consiguió su primera estrella Michelín en 2015 fue por ser pionero en el cultivo ecológico de pescado, gracias a la planta acuapónica situada junto al restaurante. La acuaponía es un sistema de producción que combina la cría de peces y el cultivo de vegetales con el menor impacto ambiental conseguido hasta la fecha. Los pescados que Diego Gallego sirve en su mesa solo toman alimentos orgánicos, se crían en aguas limpias y bajo criterios de sostenibilidad ecológica.

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Terminamos de cenar y la noche nos permite salir a pasear sin temer al calor. El centro histórico ofrece muchas terrazas donde disfrutar de un cóctel con el que poner punto final a un viaje gastronómico por la ciudad de Málaga.

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