Apple: la compañía del iPhone y de los negocios turbios

Apple: la compañía del iPhone y de los negocios turbios

Como el resto de empresas fabricantes de smartphones, la manzana necesita para sus creaciones un extraño mineral llamado coltán. Según Amnistía Internacional y la ONG Afrewatch, su extracción es llevada a cabo con mano de obra infantil, niños de apenas siete años que trabajan una media de 12 horas al día.

Man typing text message on his smartphone, focus on hands and the phone device.stevanovicigor via Getty Images

La imagen se repite cada año: cientos de personas se amontonan en las tiendas Apple alrededor del mundo. Llega, como suele ser costumbre desde 2007, la fecha señalada para los amantes de la marca de la manzana, el lanzamiento de un nuevo iPhone, el teléfono inteligente de Apple, capaz de vender 13 millones de unidades en tan solo tres días.

iPhone, y su creador, Steve Jobs, son la historia del sueño americano, del garaje de una vieja casa a la cúspide de la innovación tecnológica y de los negocios. Apple vende cada segundo en todo el mundo 6,1 iPhones, 1,4 iPads y 0,6 ordenadores. Por cada minuto de actividad, la compañía ingresa 382.754 dólares y obtiene un beneficio neto de 82.384 dólares. Es decir: Apple gana 1.373 dólares al segundo.

Las cifras del año 2015 permiten entender mucho mejor la magnitud del negocio de la compañía que lidera en estos momentos Tim Cook. Un total de 205.700 millones de dólares en efectivo, cifra histórica en el universo corporativo. El mayor resultado empresarial jamás visto daría para comprar de un solo golpe a Inditex (104.440 millones de euros), Banco Santander (73.570 millones) y Mapfre (8.240 millones).

Cupertino, ciudad del conocido Silicon Valley, da nombre al ya mítico "designed in California" de la marca, y la empresa Foxconn, el contratista que materializa el "assembled in China" de todos sus productos, forman una combinación explosiva. Por un lado, los mejores profesionales del mundo diseñan para Apple, consiguiendo de esta forma la supremacía en innovación y vanguardia tecnológica; por otro lado, subcontratan empresas al límite de los derechos humanos para fabricar sus productos con la máxima rentabilidad posible.

Sin embargo, a esta fórmula de éxito, imitada por cientos de empresas, le falta un último componente para hacerla única: Steve Jobs, su vida, sus creaciones y su legado. Es por la figura de su creador que todo lo que sucede alrededor de Apple tiene ese grado de "exigencia" que en otras empresas pasa desapercibido.

La realidad, al margen de lo que todos conocemos sobre la marca, es que, como el resto de empresas fabricantes de smartphones, necesita para sus creaciones un extraño mineral llamado coltán, principal causante de la guerra en la República Democrática del Congo. Según Amnistía Internacional y la ONG Afrewatch, su extracción es llevada a cabo con mano de obra infantil, en algunos casos niños de apenas siete años que trabajan una media de 12 horas al día. Sin embargo, hasta la fecha, Apple no se ha pronunciado sobre este dato.

China, la fábrica del mundo, es el país encargado de fabricar todos los productos de Apple, algo lógico, teniendo en cuenta que la prioridad de cualquier empresa es fabricar lo mejor posible al menor precio. La lógica desaparece al conocerse una serie de extraños suicidios en una de sus fábricas y, más adelante, la publicación de las condiciones laborables aplicadas en las plantas de los proveedores de la firma.

Pocos lo saben, pero Apple declaró pérdidas en su ejercicio fiscal del 2012 en sus dos filiales en España. El resultado negativo es la consecuencia, en gran parte, del modo en que la empresa factura sus ventas para evitar pagar impuestos, unas prácticas de ingeniería fiscal que le permiten pagar sólo un 1,9% de impuestos por el beneficio que logra fuera de Estados Unidos. No en vano, el estudio Offshore Shell Games2015 calcula que, en estos momentos, Apple tiene en diferentes paraísos fiscales un total de 180.000 millones de dólares.

Hay empresas que tienen la oportunidad de cambiar el mundo, no sólo por los avances que nos aportan, sino por su comportamiento hacia nosotros; algunos lo describen como responsabilidad social corporativa, yo lo llamo comercio justo.