Lutero, 500 años de Reforma

Lutero, 500 años de Reforma

En 1517, hace justo 500 años, Martín Lutero clavó sus 95 tesis contra las indulgencias en la puerta de la iglesia de Wittenberg, un acontecimiento que supuso el cisma de la Iglesia Romana de Occidente, transformando el mundo de un modo como pocas veces lo ha hecho otro hombre antes o después de él. En aquel momento, Lutero tenía 34 años, desempeñaba desde hacía cinco el cargo de profesor en la facultad de teología de la Universidad de Wittenberg, una profesión que mantuvo de por vida, y vestía desde hacía doce el hábito de los agustinos recoletos.

Thomas Mann, con su mordacidad característica, dijo de Lutero que era "un bárbaro de Dios con bovina cerviz". En los grabados que Lucas Cranach, el Viejo, hace de él podemos ver a un hombre robusto, de gesto severo y firme, de ojos pequeños y expresión reconcentrada. Lutero fue un revolucionario que no se amilanó frente al poder totalizador de la iglesia de su tiempo, y gracias a él, el cristianismo comenzó a hacerse plural.

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Martín Lutero. Grabado en cobre de Lucas Cranach, el Viejo (1520).

Lutero nació como Martin Luder en 1483, y se cambió el apellido en 1517 por el de Luther (que venía de la forma grecolatina Eleutherius, es decir, el libre) justo el día en que le enviaba una carta al arzobispo Alberto de Maguncia, responsable del comercio de las indulgencias en la archidiócesis de Magdeburgo, en la que además de remitirle las 95 tesis, exigía suspender la publicidad en favor de las indulgencias. Éstas, aparecidas en el siglo XI y otorgadas por los papas, constituían una oferta adicional de la iglesia para compensar los pecados temporales que había que expiar tras la muerte en el purgatorio, o para acortar los plazos o completarlos. Las indulgencias llegaron a otorgarse a los difuntos que sufrían en el purgatorio, y se expedían como seguros espirituales a todo riesgo para garantizarse la salvación y evitar pagar las penas del infierno.

Pero las indulgencias fueron solo la piedra de toque de Lutero. La iglesia de Roma vivía inmersa en una crisis fundamental de credibilidad, acusada de falta de espiritualidad, de degradación moral, de tráfico de prebendas, de mantener a una curia impía y de imponer una interpretación unívoca de la Biblia, entre otras cosas.

El Papa de los Médici, León X, pronunció sentencia de herejía contra Lutero en 1520, y el mismo día que entró en vigor la excomunión, Lutero se revolvió en el púlpito y con voz temblorosa y casi inaudible hizo algo inédito, de una valentía enorme: pronunció sentencia de herejía contra la iglesia pontificia, que según él había caído en falsedad, y proclamó que el verdadero Anticristo era precisamente el Papa. Y fue más allá: entregó a las llamas, delante de la puerta de Elster, en Wittenberg, el Derecho canónico, algunos libros de penitencia y de enseñanza escolásticos y la bula de amenaza de excomunión de León X.

El segundo suceso clave en relación a la ruptura con la iglesia se dio al regreso de Lutero del castillo de Wartburg, donde después de la Dieta de Worms, lo habían recluido por razones de seguridad. Los nueve meses que Lutero pasó en los bosques de Turingia le sirvieron para poner las bases del edificio de la iglesia evangélica, pues allí no sólo dio a luz a la traducción del Nuevo Testamento, sino que también demolió los muros religiosos del monacato al expresar que todo cristiano bautizado era igual ante Dios, una afirmación revolucionaria para la época.

Lutero se hizo monje a los veintidós años, cuando un rayo le cayó a pocos metros, mientras regresaba de una visita a sus padres en Mansfeld, lo que le provocó una angustia moral enorme, ante la fragilidad y el azar inexplicable de la vida. Dos semanas después de aquel episodio, antes de desaparecer tras los muros del monasterio agustino de Erfurt, se despidió de sus amigos con estas solemnes palabras: "¡Hoy me veis, y nunca más!".

Lutero luchó contra las convenciones y las imposiciones eclesiásticas y sociales de su época, lo que demostró a lo largo de su vida. Así, se casó, en contra de la corriente dominante, con la monja Catalina de Bora en 1525, con la que tuvo seis hijos, a dos de los cuales tuvo que enterrar él mismo.

En el excelente libro de Thomas Kaufmann, que acaba de publicar la editorial Trotta, un exquisito libro a caballo entre la biografía y la introducción al pensamiento religioso e histórico de la Reforma, se nos presenta a Lutero como el primer publicista de la historia, en tanto que supo ver la transcendencia de la recién inventada imprenta para la propagación de sus ideas.

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Portada de la primera edición completa de la Biblia de Lutero, traducida al alemán (1534).

Lutero leyó por primera vez la Biblia completa en la biblioteca de la universidad de Erfurt cuando era estudiante, y desde entonces no dejó de estudiarla. De hecho, la leía entera dos veces al año, lo que le procuraba un desasosiego tortuoso, puesto que cuanto más la conocía más dudas le surgían. Después de muchos años de estudio de las Sagradas Escrituras, Lutero decidió traducir la Biblia al alemán, lo que supuso un punto de inflexión en la divulgación popular del texto para los laicos y los pobres. Tardó doce años en traducirla completamente y la primera edición apareció en 1534, con una tirada de 3.000 ejemplares. Para este empeño partió de la base del texto original griego y de la Vulgata (la traducción oficial que el padre de la iglesia, San Jerónimo, había fijado en el siglo IV), y revisó minuciosamente, con una perspectiva filológica y siguiendo la filosofía nominalista de Guillermo de Ockham, las ediciones en hebrero y latín. El texto de Lutero, primorosamente volcado al alemán, cuidaba las construcciones rítmicas de la frase, las figuras retóricas y aportaba numerosos neologismos. La Biblia en lengua alemana modificó el cristianismo de Occidente en su totalidad, y fue espejo para las traducciones a otras lenguas vernáculas del continente. Entre 1522 y 1546, la Biblia de Lutero tuvo más de 430 ediciones y se vendieron más de medio millón de ejemplares.

Lutero murió en su lugar natal de Eisleben, a los 62 años, saciado de vivir, con el orgullo de haber dedicado su vida a la traducción de las Sagradas Escrituras. Fue enterrado en la iglesia de Wittenberg, en cuya inscripción él quiso que figurase una sentencia profética: "Vivo, había sido la perdición del Papa, y muerto, su muerte".

Después de 500 años, a ojos de la iglesia católica romana, Lutero sigue siendo un hereje. La sentencia de herejía de León X, de acuerdo con la doctrina de la iglesia, hace de él un condenado por toda la eternidad, y hasta ahora no ha sido revocada por ningún papa.

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