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Italia pierde las elecciones

La verdad es que ha sido todo un fracaso. Italia perdió las elecciones. Los ciudadanos se quedaron embobados delante de la tele incapaces de comprender lo que estaba ocurriendo. El extraordinario éxito del Movimiento 5 estrellas de Beppe Grillo es el voto de protesta más potente contra un sistema enfermo.

La verdad es que ha sido todo un fracaso. Italia perdió las elecciones. Los ciudadanos se quedaron embobados delante de la tele -no todos, es cierto, pero muchos- incapaces de comprender lo que estaba ocurriendo.

El extraordinario éxito del Movimiento 5 estrellas de Beppe Grillo es el voto de protesta más potente contra un sistema enfermo, que se arrastra desde hace mucho tiempo. Los partidos tradicionales han sido sordos a los gritos de malestar generalizado, y el éxito de Grillo es la clara demostración de que hay un problema que no se puede ya encubrir.

Por otro lado, lo que asombra más es la resistencia de Berlusconi. A pesar de perder varios puntos con respecto a 2008, el Pueblo de la Libertad está ahí, mano a mano con el Partido democrático, y con un porcentaje que parecía casi inimaginable hace unas semanas. Il Cavaliere ha sido el defensor de los peores elementos del viejo sistema. La ley electoral, que él se negó a cambiar, es una ley que quita a los ciudadanos la oportunidad de elegir a sus representantes y pone a los secretarios y dirigentes de los partidos en una posición decisiva para mandar. Además Berlusconi defendió su conflicto de intereses a nivel nacional, se mantuvo en el Parlamento para evitar sus problemas con la ley, y por supesto, con las mujeres jóvenes. Berlusconi regresa ahora y lo hace con un 29% al Congreso de los Diputados y un 30% al Senado.

Algo menos sorprendente es el fracaso de Mario Monti, aunque tal vez un poco injusto. A Monti se le dio la tarea ingrata de poner en orden las cuentas del Estado en un momento de crisis económica mundial, y sin apoyo político. Como un fontanero que tenía que arreglar las tuberías dejando a todo el mundo sin agua corriente, es fácil entender, en la actual recesión, por qué la gente no quiere abrir más sus puertas a los técnicos. La política europea de austeridad ha empeorado la calidad de vida de la mayoría de los italianos, y es justo que la política discuta por fin sobre cómo ofrecer mejores perspectivas a los trabajadores y a los parados, y no sólo se preocupe de mercados financieros y de bancos.

Sin embargo, la verdadara derrota es la del Partido Democrático. La victoria de Pier Luigi Bersani ha sido sobria, demasiado sobria. Profudamente sobria. Ni siquiera un punto más delante de Berlusconi. Por supuesto, los dirigentes del partido del centro-izquierda esperaban a un margen de victoria mucho mejor. Y más bien podría haber sido así, sin una campaña electoral tan suave para dejar el juego en mano de los chistes de Berlusconi y de los gritos de Grillo.

¿Y ahora qué? Como en la serie Perdidos nadie es líder, todos sobreviven. Bersani tendrá que buscar un acuerdo con Grillo. El mismo que no quiere pactar con nadie. Mientras Berlusconi ya tiene su mayoría en el Senado. La ingobernabilidad está bastante clara. El problema entonces está en el inmediato futuro: ¿Italia, superviviente hasta cuándo?