Un buen europeo

Un buen europeo

Las reformas a la Unión Europea que pide el Reino Unido protagonizaron la cumbre europea del jueves y viernes pasado. Estoy convencido de que estamos haciendo lo correcto, y que seremos más fuertes, más prósperos, estaremos más seguros y seremos más influyentes en el mundo, si conseguimos garantizar esas reformas con la ayuda de España y de otros aliados de la UE, y ganar el consiguiente referéndum.

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Foto: EFE

Las reformas a la Unión Europea que pide el Reino Unido protagonizaron la cumbre europea del jueves y viernes pasado. Tras reunirse con sus homólogos en Bruselas, el primer ministro británico, David Cameron, dijo que se ha dado "un gran paso adelante" sobre unas reformas que presentará ante el pueblo británico en un referéndum sobre la permanencia en la UE que está previsto para antes de finales de 2017.

Los Veintiocho han decidido que en el próximo Consejo Europeo de febrero trabajarán juntos para encontrar "soluciones mutuamente satisfactorias" en las cuatro áreas señaladas por el Reino Unido.

Aquí en España, quizás el Estado miembro más europeísta de todos, el debate británico, e incluso algunas de nuestras ideas, pueden resultar algo extrañas. Efectivamente, algunos españoles me han comentado que lo que estamos haciendo es intentar socavar la UE, hundir el euro o chantajear a la UE.

Es un disparate. Me he pasado la mayor parte de los 25 años que llevo en el servicio diplomático trabajando en Europa, desde los días del terrible conflicto yugoslavo hasta hoy, en mi actual destino aquí en España, pasando por una etapa con Javier Solana, entonces jefe de política exterior de la UE. Incluso conocí a mi esposa mientras trabajaba en la Comisión.

Así que se puede decir que conozco la UE. Conozco sus entresijos. Sé cuánta gente comprometida y con increíble talento trabaja en las instituciones comunitarias. Pero también conozco sus fallos: la burocracia, la relativa falta de experiencia empresarial, la tendencia a creer que la respuesta a todo es siempre un poco más de Europa, un poco más de poder para las instituciones europeas y, por tanto, un poco menos para los estados nacionales.

La experiencia que tiene el Reino Unido con la UE es diferente a la de España. Ambos países se unieron relativamente tarde, si bien lo hicieron por motivos diferentes. Para nosotros los británicos, la Unión no tiene la connotación de modernización que tiene aquí en España. Por el contrario, tiende a asociarse con trámites burocráticos y normas innecesarias. Las dificultades de la UE para hacer frente a la crisis económica o, más recientemente, la de los refugiados, tampoco han ayudado. Y muchos británicos se sienten agraviados por no haber podido votar sobre los cambios en la UE en estos 40 años, mientras que muchos europeos sí pudieron hacerlo, como los españoles sobre la Constitución Europea en 2005.

Perseguimos una Europa más flexible que reconozca los diferentes caminos que corresponden al Reino Unido y a los países de la eurozona, que descarte la discriminación entre los estados miembros que están dentro y los que, como el Reino Unido, están y permanecerán fuera de la misma.

Y los británicos no están solos: millones de conciudadanos europeos critican duramente el statu quo. Los éxitos históricos de la UE, ya sea la reconciliación de la posguerra, su expansión hacia el sur y el este, incluso la creación del euro, ya no son suficientes. Tenemos que mostrar a nuestros compatriotas europeos cómo la Unión puede ser parte de la solución a sus problemas, y no su causa; cómo puede impulsar la prosperidad, en lugar de asfixiarla; y cómo puede abrirse ante el mundo, en lugar de encerrarse en sí misma.

Por eso, perseguimos una Europa más competitiva, mejor dotada para hacer frente al reto que nos plantean China, India o Estados Unidos. Una Europa más abierta, que haga desaparecer las barreras al comercio con Estados Unidos, Mercosur, Japón y China, porque las economías abiertas son las que tendrán éxito en este siglo marcado por la globalidad. Una Europa que sea más próxima para nuestros conciudadanos mediante un papel más activo de los parlamentos nacionales. Una Europa que establezca una base más sostenible para la libre circulación de personas, la cual, por el momento - al menos en el Reino Unido - está sometiendo a una presión insostenible a los servicios públicos y a los salarios de algunos de nuestros trabajadores peor pagados. Y una Europa más flexible que reconozca los diferentes caminos que corresponden al Reino Unido y a los países de la eurozona, que descarte la discriminación entre los estados miembros que están dentro y los que, como el Reino Unido, están y permanecerán fuera de la misma.

No será fácil de resolver. Y cuando llegue el referéndum, va a ser una dura batalla. Pero respeto la decisión de un político como David Cameron, quien, al enfrentarse a la posibilidad de que saliéramos de la UE prácticamente sin darnos cuenta, ha elegido no esconderse y coger al toro por los cuernos, tratando de conseguir un nuevo mandato democrático del pueblo británico.

Estoy convencido de que estamos haciendo lo correcto, y que seremos más fuertes, más prósperos, estaremos más seguros y seremos más influyentes en el mundo, si conseguimos garantizar esas reformas con la ayuda de España y de otros aliados de la UE, y ganar el consiguiente referéndum.