#JeSuisNice y yo estaba ahí
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#JeSuisNice y yo estaba ahí

Anoche, los bares y restaurantes cerraron sus puertas y compuertas y no dejaron que nadie entrara, ni siquiera para usar el baño. Obviamente, los dueños estaban aterrorizados de que ocurriera lo mismo que en París, de que alguien empezara a disparar. La gente corría en mitad del pánico, llamando frenéticamente a sus amigos.

PASCAL ROSSIGNOL / REUTERS

En respuesta a los mensajes que me llegan preguntando si estoy bien, os digo: sí, estamos bien.

Con el grueso de la temporada turística, además del festival de jazz que iba a tener lugar este fin de semana, en Niza había más revuelo que nunca.

El Día de la Bastilla se celebra todos los años. Los banderines están por toda la ciudad y todo el mundo espera la traca final de los fuegos artificiales. Los barcos del puerto iluminan la bahía y todos se congregan en la playa y en las calles frente al mar. La gente se va de pícnic y se lo pasa bien. Para decenas de miles de personas, esta es una de las mayores noches del año.

Los terroristas tenían calculado su ataque al minuto, en el instante en que la carretera que cruza la playa estuviera llena de gente tras los fuegos artificiales. Era el momento de mayor ajetreo.

Los fuegos artificiales acababan de terminar. Yo estaba en la playa con mis amigos y decidimos dirigirnos hacia el casco antiguo, cruzando el Paseo de los Ingleses que rodea la playa. Los terroristas tenían calculado su ataque al minuto, en el instante en que la carretera que cruza la playa estuviera llena de gente tras los fuegos artificiales. Era el momento de mayor ajetreo.

Habíamos llegado a una de las callejuelas del Cours Saleya, la principal avenida paralela al Paseo de los Ingleses, a unos 300 metros, cuando mis amigos y yo fuimos arrastrados por la multitud, las masas de gente que corrían frenéticamente desde el Paseo.

Rápidamente nos metimos a trompicones en un bar; otros bares cerraban las puertas y bajaban la persiana.

Le preguntaba a la gente por qué corrían, pero no lo sabían. Lo más aterrador fue ver cómo la cosa empezó a calmarse y de repente otra vez surgió el pánico.

Nos fuimos del bar para buscar a las demás personas que habíamos perdido por el camino, a unos pocos metros, cerca de nuestro apartamento. Todos los bares y restaurantes estaban cerrando. Es fascinante pensar cómo hace tiempo, en los 90, viví una experiencia diferente con un amigo en Londres, donde nos quedamos atrapados por una amenaza terrorista del IRA. Esa noche en Londres, los restaurantes abrieron sus puertas, dieron a la gente refugio y comida hasta las tres de la mañana, cuando nos permitieron volver a casa.

Anoche, los bares y restaurantes cerraron sus puertas y compuertas y no dejaron que nadie entrara, ni siquiera para usar el baño. Obviamente, los dueños estaban aterrorizados de que ocurriera lo mismo que se había visto en París, de que alguien empezara a disparar. La gente corría en mitad del pánico, llamando frenéticamente a sus amigos.

Así que seguimos adentrándonos en la ciudad, en la Plaza Garibaldi, donde los restaurantes y los bares estaban cerrando y hacia donde la gente iba alejándose de la playa y del casco antiguo. Cuando volvimos a casa, nos pasamos un buen rato contestando mensajes de amigos preocupados, e intentando localizar a toda los conocidos que tenemos en Niza.

Esta mañana, las calles mantienen el ajetreo, y hay mucho por hacer.

Aunque había habido varios avisos, y varios rumores de lo que podría ocurrir en la playa, nadie creyó que esto pasara. Y ahora ha pasado.

En realidad anoche no me tocó a mí, pero me he levantado esta mañana y he visto que alguien había escrito un mensaje en las redes sociales con el hashtag #JeSuisNice. He pensado que ahora están aquí, que han venido a por nosotros.

Este post fue publicado originalmente en la edición británica de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del inglés por Marina Velasco Serrano