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Islandia cumple seis años con la semana laboral de cuatro días y se confirma que la generación Z estaba en lo cierto

Islandia cumple seis años con la semana laboral de cuatro días y se confirma que la generación Z estaba en lo cierto

La reducción de la jornada laboral no ha afectado a la productividad de los trabajadores. En algunos casos, incluso, la ha mejorado.

ReykjavikToshio K.

Islandia marca el paso en lo referente a la semana laboral de cuatro días. Este país fue uno de los primeros en adoptar esa nueva rutina de trabajo y los resultados, varios años después, son muy buenos.

Los detalles los cuenta la web jeuxvideos.com. Entre 2015 y 2019, Islandia implementó un programa piloto en el que 2.500 empleados públicos redujeron su jornada laboral de 40 horas semanales a entre 35 y 36 horas. Las primeras consecuencias de este experimento fueron claras: los niveles de productividad se mantenían y se mejoraba considerablemente el bienestar de los trabajadores, que reportaban menores niveles de estrés y mejoras en la conciliación laboral.

Tras este diagnóstico, la jornada laboral de cuatro días comenzó a extenderse. Entre 2020 y 2022, el 51% de su población activa ya tenía acceso a una jornada laboral reducida, incluida una semana laboral de cuatro días o de cinco días con jornadas más cortas. Actualmente, se estima que el porcentaje ha escalado al 90%.

Esta profunda transformación no se produjo a través de un decreto gubernamental, sino con la negociación colectiva y la fuerza de los acuerdos sindicales. 

Los temores iniciales, similares a los observados en otros países como Alemania, se centraron principalmente en un posible colapso de la productividad o la complejidad de la compensación salarial. Sin embargo, la experiencia islandesa ha disipado estos temores. Los informes, incluidos los analizados por think tanks tan solventes como Autonomy, indican que la productividad no sólo se ha mantenido, sino que en ocasiones incluso ha mejorado.

¿Cómo se explica este fenómeno? La respuesta reside en gran medida en mejorar significativamente el bienestar de los trabajadores. La reducción de la jornada laboral se ha traducido en una notable caída de los niveles de estrés y en una reducción de los casos de agotamiento profesional (burnout). Los empleados reportan una mejor capacidad para conciliar sus imperativos profesionales y sus vidas personales. Esta realidad refleja directamente las prioridades de la Generación Z, una gran proporción de la cual (alrededor del 81% según algunos estudios) está convencida de que la reducción de la jornada laboral es sinónimo de mayor eficiencia y favorece la salud mental como criterio esencial.

Varios factores explican por qué el modelo islandés ha funcionado tan bien cuando otras iniciativas se han estancado. En primer lugar, y de manera crucial, la transición se produjo sin pérdida de salarios ni reducciones en los beneficios para los empleados. Esta es una diferencia importante con modelos como el experimentado en Bélgica, donde la semana de cuatro días a menudo tiene que compensarse con jornadas laborales más largas.

En segundo lugar, Islandia ha invertido mucho en la digitalización de sus empresas y servicios públicos. El país se beneficia de una de las infraestructuras de Internet más avanzadas del mundo, con conexiones confiables y rápidas, incluso en las zonas rurales. Este entorno tecnológico ha hecho mucho más fácil mantener la productividad, en particular promoviendo el crecimiento del trabajo remoto y la optimización de los procesos.

Finalmente, esta transición ha tenido efectos beneficiosos colaterales para la sociedad. Por ejemplo, observamos una promoción de la igualdad de género: los hombres que tienen más tiempo libre son más propensos a invertir en tareas domésticas y familiares.